Partitocracia

En algunas de sus intervenciones en diversos medios de comunicación, Javier Garísoain Secretario General de Comunión Tradicionalista Carlista, al defender la monarquía tradicional ha mostrado su rechazo al actual estado de cosas, haciendo uso para calificarlo del dicterio de “partitocracia”. A muchas personas este término puede antojárseles abstracto, vago o inconcreto. En todo caso, como la mentalidad más extendida es la que contrapone a la democracia liberal únicamente la dictadura militar o el poder totalitario de un partido único, esta afirmación puede inducir a duda o a error en relación con la genuina actitud del pensamiento tradicional con respecto a la libertad política. Estas breves líneas tratan modestamente de ilustrar el concepto invocado - “partitocracia” – a través de una anécdota que pueda servir de categoría. Desde luego no se trata de ofrecer aquí un tratamiento teórico y exhaustivo de la cuestión, que exigiría indudablemente de un mayor esfuerzo de reflexión.
En 2015, la crisis económica acababa violentamente con una realidad entrañable para muchos españoles: las cajas de ahorro. Entidades financieras nacidas a impulso de la acción social de la Iglesia y de otras entidades como los montepíos, los pósitos o las sociedades económicas de amigos del país, gracias a las cuales, en tiempos no tan remotos, una multitud innumerable de familias pudieron acceder a una vivienda en propiedad o establecer por cuenta propia un pequeño negocio que les permitiera vivir dignamente del fruto de su trabajo. Éste y no otro es el origen histórico de la tardía clase media española, condición ineludible para la armonía y el progreso social y político de cualquier país.
Por aquel entonces, pude conocer a un economista que había trabajado como inspector de entidades de crédito al servicio del Banco de España. Nos explicaba cómo en 1977 se acometió una reforma en profundidad del sistema financiero. Los gobernantes se encontraron en aquél momento, junto a la banca privada y a un importante número de entidades financieras públicas (de las que hoy sólo subsiste el Instituto de Crédito Oficial – ICO - ) con la presencia y la actividad de las cajas de ahorros. “¿Y esto qué es? ¿Cómo funciona?” Los técnicos especialistas respondieron: “son instituciones de tipo fundacional, gestionadas por un patronato…”  La siguiente pregunta no se hizo esperar: “¿Y quién forma parte de ese patronato? ¿Cómo se designa a sus miembros?”. De nuevo aclararon los especialistas en finanzas: “Se crea a partir de ciertas autoridades u organismos tradicionales, con estrecha vinculación al territorio: el obispo, el notario, las sociedades económicas de amigos del país, …” Los ilustres próceres de la recién estrenada democracia española se llevaron las manos a la cabeza: “Ufff … ¡eso son caciques¡ ¡hay que democratizarlas¡” Cómo se llevó a cabo esa democratización y las consecuencias a las que finalmente ha conducido esta decisión son cuestiones de todos conocidas, pero pienso que pueden poner de relieve qué significa ese extraño vocablo al que antes nos referíamos, “partitocracia”, con la aclaración de que al negocio también se apuntaron los sindicatos y organizaciones patronales, lo que en teoría podría ser una solución muy razonable… si no fuera porque en la práctica están también sometidos al juego de los partidos políticos y reducidos en muchos casos al papel de meras correas de transmisión de éstos en el ámbito de las relaciones sociolaborales.
El antiguo inspector del Banco de España concluía su reflexión con una anécdota adicional, también muy sugerente. Un individuo de talante podemita le espetaba en pleno rostro algo parecido a: “Lo que os hemos hecho a los católicos privándoos de una herramienta de acción social como las cajas de ahorro rebaja la desamortización de Mendizábal a la categoría de una broma inofensiva, …”

R. P.

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