EL RELATO NACIONALISTA CATALÁN Y EL TERCER CENTENARIO DE LA MASONERÍA A LA “LUZ” DE LA MOCIÓN DE CENSURA DEL 1 DE JUNIO - UNA HIPÓTESIS
En política nada ocurre por casualidad. Cada vez que surge un acontecimiento se puede estar seguro de que fue previsto para llevarlo a cabo de esa manera.
FRANKLIN DELANO ROOSEVELT,
Masón de Grado 32 del Rito Escocés
Masón de Grado 32 del Rito Escocés
Nos
proponemos traer aquí una hipótesis diáfana (mas en absoluto peregrina) tras
los sucesos del 1 de junio (1-J): la relativa a las conexiones explícitas e
implícitas entre el tercer centenario de la fundación de la masonería y el
golpe de Estado perpetrado en Cataluña el 1 de octubre (1-O), proclamando una presunta República catalana; conexiones que
estimamos de todo punto manifiestas, como se verá en las próximas líneas.
De
haberse consumado en toda su plenitud (dicho Golpe) el año del tercer
centenario, bien se podría afirmar que el 2017 habría sido no sólo el año del
centenario de la susodicha sociedad secreta, sino sobre todo el año de la
destrucción de España, histórica y proverbial enemiga natural de la aquélla. ¡A
Dios gracias tan tétricos pronósticos no se han cumplido íntegramente! Y
todo ello pese a que los fautores de tan criminal propósito casi lo
logran (dada la manifiesta complicidad del gobierno entonces en funciones
-quebrado tras la sospechosa moción de censura del pasado 1 de junio- con los
golpistas y sus impulsores globalistas: un gobierno [el del tal Rajoy] de todo punto responsable de la
deriva secesionista alcanzada con el poder suficiente como para anestesiar y
dirigir hasta cierto punto la mano certera del poder judicial, hoy [y salvo
honrosas excepciones] virtualmente cuestionado en su teórica independencia de
los otros poderes).
De no
haber sacado los españoles en el último instante sus banderas a las calles, de
no haberse producido providencialmente tan inesperada reacción por parte de un
pueblo adormecido (que de tanto tragar ha tragado hasta con la cicuta de su
aniquilación), de no haberse, decimos, manifestado en el alma popular
española una llamada a la unidad inquebrantable de la Patria , ¿qué duda nos
puede caber que la provocación secesionista de los fanáticos nacionalistas
habría cuajado con mayor ímpetu? Ha sido el Pueblo Español, y no sus traidores
gobernantes (en su mayoría masones-títeres y lacayos natos del sionismo
globalista), ha sido el benemérito Pueblo Español, repito y reitero, el que
(una vez más) ha dado la cara por el Reino de España, sacando su orgullo a los
balcones y exclamando, a voz en grito, un viejo axioma por lo demás
indestructible, tan indestructible como la enseñanza que porta, a saber, que
ESPAÑA NO SE ROMPE.
La
tibieza, el cinismo y la complicidad de Mariano
Rajoy Brey en los sucesos, de puro infames casi surrealistas, son de sobra
por todos conocidos. Su cobardía a la hora de afrontar una lectura textualista
y coherente del artículo 155 de la desastrosa Constitución de 1978 (causa
de nuestros presentes males), su perfecta negligencia y dejación de funciones,
ponen de manifiesto lo ocurrido el 1-O
y, en consecuencia, anticipan lo que estaba por estallar el 1-J: conclusión y
remate final de un gobierno dirigido desde “arriba”. Como podrá intuir hasta el
menos avezado de los lectores, todo esto era algo planificado y bien
planificado (o, si se me permite decir, atado y bien atado).
Los
españoles de las cuatro últimas décadas han asistido aturdidos a la demolición
de su España, al rapto de su soberanía, sin apenas perfilarse oposición de
relieve fuera del empuje vigorizador de los partidos tradicionalistas y
reaccionarios, virtualmente invisibilizados por el Sistema. Anteponiendo la
fallida Constitución de marras al mero principio y realidad de España
Una, esto es alimentado el insostenible régimen de las autonomías que todo
lo corrompe y debilita, el infundio histórico ha arraigado entre las masas
incultas, generando un verdadero estado alterado de conciencia donde, unos más
y otros menos, han llegado a creer a pies juntillas estas nuevas narrativas de
las patrias imaginarias, en este caso los inenarrables “Països Catalans” (sic),
que supondría la más perfeccionada imagen de la Cataluña de estos
falsarios (anexionándose de paso a su “espacio vital” las Baleares, Valencia,
parte de Aragón y hasta un buen pedazo de Francia; disparates mayores se han visto,
la verdad).
Resulta
por lo demás esclarecedor recordar cómo una de las protagonistas del mentado
Golpe, la presidente del Parlamento catalán Carmen Forcadell, asistió poco antes del Golpe (12 de
septiembre) a un peculiar encuentro (que mejor haríamos en llamar contubernio)
festejando dicho tercer centenario de la francmasonería. La tal Forcadell, habituada a todo tipo de
chácharas y engaños debidamente edulcorados, profirió una azucarada alocución
sobre las gracias y virtudes de dicha secta, valorando con inequívoca
complicidad su carácter de perfeccionamiento del hombre y demás milongas tan
bien digeridas por la infecta progresía española. Se diría que una política
profesional con tamañas carencias intelectuales se tiene a sí misma por una
piedra perfectamente escuadrada, a la vieja manera masónica... ¿Quién sabe?
Aquellas palabras apologéticas de la Forcadell
sobre la masonería, bastante imprudentes por lo demás, eran indicativas de
algo, de algo peligroso: las manifiestas vinculaciones del gobierno de
la Generalidad
con la masonería internacional, en un descarado efectismo mediático típico
de los últimos tiempos: la visibilización discreta de la hasta hace no mucho
tiempo secreta sociedad por antonomasia. A tenor de esta observación,
podemos preguntarnos: ¿qué pinta una sociedad secreta (es decir, un ente que
opera en la sombra, oculto y desconocido del mundo) influenciando y fagocitando
con sus oscuras zarpas las estructuras de un gobierno autonómico visible y
conocido?
La
moción de censura del pasado 1 de junio terminaría por focalizar el objetivo,
disipando los contornos hasta entonces algo borrosos de una imagen
apocalíptica. La negativa del tal Rajoy
a dimitir de su cargo para salvar al menos los muebles de su cadavérico partido
político (un PP absolutamente irreconocible con respecto al de la era Aznar), ponía al descubierto la obvia
dirección de su decisión: Mariano obedecía órdenes superiores: la hoja de
ruta estaba escrita. Había algo más que mera soberbia y testarudez de
calienta-escaños en aquella decisión insólita en la que el supuesto servidor de
la Patria
optaba por sacrificar antes Ésta que a sí mismo. Cuadrasen o no los números
tras la referida moción, lo cierto era que el traidor Mariano, en su
premeditada maniobra suicida, estaba terminando de rematar España al
entregársela vilmente a la compota
socialista-comunista-nacionalista-separatista: es decir, a la más sórdida turba
enemiga natural y sempiterna de España, aunada en un tótum revolútum no visto
desde el fatídico año de 1936.
No
pretendemos subrayar en demasía el hecho evidente: tras este incidente
fatídico, la unidad de España vuelve a estar en serio peligro, pero redoblado.
Como si el enemigo no hubiera quedado satisfecho tras la fallida primera
intentona, le llega cual anillo al dedo esta segunda oportunidad con la
que rematar lo intentado en la primera.
Y una
última observación a modo de apunte: Mariano
Rajoy, que a ojos de sus votantes pasa por ser católico romano, realizó el
año de 2008 un sonado viaje a México (no por casualidad la más masónica de las
naciones del mundo), viaje del que regresó, por así decir, totalmente
transformado: un Mariano nuevo.
¿Qué hizo la alta masonería con él? ¿Fue, como algunos han llegado a especular,
programado por la jerarquía Illuminati
como un MK-Ultra de alto nivel a su
servicio? ¿Acató vilmente la doctrina globalista el mentado gallego vendiendo
su alma por algo de poder temporal? En resumen: si Mariano Rajoy Brey es
realmente un traidor a la
Patria , su traición puede considerarse todo un éxito,
coronado el pasado 1 de junio.
Conviene
estar expectantes: el futuro de España está siendo planificado y decidido en
los oscuros y escondidos despachos de la Élite global donde una fauna necrófaga
de malvados dirigentes de ésta está poniendo en gravísimo peligro nuestra
continuidad como nación histórica y espiritual; nuestros enemigos quieren
destruir la Catolicidad :
destruida España, qué duda cabe, la Catolicidad quedará profundamente herida.
José Antonio Bielsa Arbiol
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M. Del REAL.