Socialdemocracia, nihilismo y genocidio autóctono: Suecia como paradigma - Una advertencia a España




       Entre las más infectas “creaciones” del globalismo sionista, perfecto maridaje de marxismo cultural y jarabe progre-promiscuo para consumo de goyims narcotizados, la devastada Suecia del año del Señor de 2018 ocupa el más vistoso puesto en el tétrico escaparate de los Estados fallidos. De tarde en tarde, tenemos noticia a través de los medios de alguno de los hechos/eventos con ella relacionados: suspensión de la entrega del Premio Nobel de Literatura de 2018 por escándalo sexual dentro del Comité, terrorismo islámico en Estocolmo, presencia de bacteria e-coli en los pasteles de almendras de los restaurantes de Ikea, oleada de violaciones de cristianas (cruzadas) en Malmö a manos de musulmanes, caída en las ventas de las motosierras Husqvarna, preocupante incremento de guetos regidos bajo los códigos de la sharia en Gotemburgo, etc., etc. Sí, todo parece “normal” fuera de “algunos incidentes marginales” (sic), y así, la visión general que la opinión pública española aparenta tener sobre Suecia es “muy buena” (sic), hasta el punto de ser considerada por algunos de nuestros politicastros “nuestro modelo” (Albert Rivera).
En nuestra Patria, los medios de desinformación de masas, bien lo saben los menos, han logrado vender Suecia cual gato por liebre: “uno de los países más seguros del mundo” (!). Muy otra en cambio es la percepción que se tiene de ese Reino cuando las distancias se acortan: pregunten para confirmarlo a un noruego, o a un polaco. ¿Realmente intuye esa mayoría ciega de españoles que confían en la sonrisa profiláctica de Ana Blanco lo que se está cociendo en esa gran cloaca multicultural (devenida olla a presión) que es la Suecia de nuestros días? Confirmamos escandalizados cómo la censura de los medios de desinformación de masas es atroz con respecto a Suecia. Nadie sabe nada, y si es que sabe algo, poco parece importarle cuanto allí se cuece. Comunistas leninistas o podemitas de V.P.O. al margen, se habla bastante-mucho-más en los medios de desinformación del drama del pueblo venezolano, del perturbado dirigente de Corea del Norte, de los disturbios en Managua o de los miles de millones de dólares de Cuba “desviados” por los criminales hermanos Castro a los paraísos fiscales, se habla bastante-mucho-más de todo ello, decimos, que de lo que acontece en la Suecia amoral e inmoral de las madres solteras que se auto-inseminan en sus domicilios, de los imanes pedófilos cuyas alocuciones de fuego y odio quedan siempre impunes, de la sustitución racial a todas horas vía televisión bombardeando a los más pequeños, y cómo no, de las feministas/hembristas blancas y ateas (mas pro-islámicas en su necedad) que aceptan la violación de mujeres suecas, siempre y cuando el violador, faltaría más, sea foráneo -“que los refugiados violen a las mujeres (suecas) es mejor a que lo hagan los (hombres) suecos” (Barbro Sörman)-. Nadie sabe nada, y si es que sabe algo, poco parece importarle cuanto allí se trajina; para qué engañarnos: apenas se articula palabra alguna en los medios de masas sobre la realidad terrible del GENOCIDIO SUECO.
El caso de Suecia resulta harto pertinente para comprender la deriva genocida de la agenda sionista implantada por la UE con respecto a las más “avanzadas” (léase moralmente degradadas/degeneradas) regiones de dicho conglomerado masónico-anticristiano, prioritariamente nórdicas: los suecos, por su naturaleza pretendidamente cerebral, parecían ser las cobayas perfectas para exponerse a tales experimentos de ingeniería social conducentes a las políticas de la muerte propias del N.O.M. Décadas deglutiendo los tormentos existenciales de August Strindberg en las tablas o de Ingmar Bergman en el cinematógrafo, décadas de panteísmo “Aniara” y suicidios como el de Harry Martinson, décadas de libertades y de liberaciones, de complejos de culpa y de perversidades sin cuento, de abortismo y sodomía, no podían pasar indemnes. Los tiempos de Santa Brígida quedaban muy atrás. La catástrofe protestante ya se había ensañado de lo lindo con los suecos. El advenimiento del nefasto Olof Palme terminó por allanar el patio para una trágica representación largamente anunciada desde el fatídico año de 1969, cuando la socialdemocracia “tomó” el poder. Las suecas que peregrinaban por millares a las playas de la España del General Franco terminaron por olvidar que en España había playas en las que podrían bañarse… sin sufrir algún conato de violación. Hoy, casi cinco décadas después, la muy progre y muy liberada y muy terminal Suecia, paraíso de la socialdemocracia nihilista y atea, desgobernada por un contubernio “moderado”-izquierdista-ecologista en el poder, puede considerarse ZONA DE GUERRA, no a la manera de la Franja de Gaza, desde luego, sino como el 1984 de Orwell: el Estado policial del pensamiento; por supuesto, nadie dirá nada, puesto que “bajo la judeocracia, no se tiene el derecho a la libertad de expresión. No tenemos siquiera el derecho a la libertad de escuchar” (Lars Adelskogh). Pero los suecos autóctonos, los suecos de tez blanca que de niños devoraron La saga de Gösta Berling, esos mismos suecos que pronto serán minoría en su propia tierra, esos suecos embrutecidos en la ideología de género y el multiculturalismo a los que, de vez en cuando, “se les cruza el cable” y se convierten con tremendo fervor al catolicismo tras décadas de perdición en las tinieblas del ateísmo o el agnosticismo fruto del protestantismo previo, esos mismísimos escandinavos que no pueden olvidar su pasado vikingo y sus cultos paganos, mira tú por dónde… se están armando, con armas no precisamente católicas (el Santo Rosario), sino de las otras: pistolas, escopetas, rifles, ametralladoras... Como suena (curiosamente, hace unos días, en Italia, Matteo Salvini hizo un llamamiento en parecido sentido, ¿por qué será?). Incluso las más provectas señoras suecas, de la generación de Harriet Andersson o así, que apenas se atreven a salir de casa, ocultan algún spray de pimienta “antivioladores” en su bolso por si acaso les asalta algún “extremista” con intenciones pútridas/lúbricas. Si ya es terrible enumerar todas estas aberraciones, ¿cuán horrible será vivirlas en propia carne? Pero allí, en el Reino de Suecia, nadie tiene corazón (caridad) para denunciarlo: la corrección política prefiere el genocidio pasivo de un pueblo en vías de extinción a contradecir sus viles consignas marxistas culturales.
Pese a su intento de aprovisionarse de armas ligeras -y no tan ligeras- para uso doméstico, Suecia es un país en lo moral totalmente desarmado, por no decir destruido. La soledad sueca, tema recurrente en los últimos años, alcanza cotas de inusitada miseria. Hay una película de ciencia-ficción dirigida en 1973 por Richard Fleischer e intitulada en España Cuando el destino nos alcance que, vista hoy por un sueco, apenas le resultará una ingenua inocentada. En aquella película ambientada a comienzos del siglo XXI el mundo se había convertido en toda una ciénaga fétida e inmunda donde ver (ya no digo comer) una lechuga verde era inaccesible a la inmensa mayoría de la población: esa misma mayoría se alimentaba de un producto llamado Soylent Green, una galleta también verde de aspecto anodino. ¡Qué impacto recibía el espectador en su butaca cuando descubría que la composición de dicha galleta devenida alimento universal no era otra que la de… cadáveres humanos! En el caso de Suecia, la cruda situación real (no difundida por los medios de masas españoles) alcanza tintes todavía más sórdidos. En un país en el que alrededor del 40 % de la población muere sola y, en consecuencia, el grueso de casi todos esos difuntos no es reclamado por nadie, la maquinaría industrial del Estado nihilista izquierdista-ecologista acata las instrucciones “respetuosas para con el medio ambiente” de los lobbies ecologistas más totalitarios: contaminar lo menos para sí aprovechar lo más. ¿Qué imaginan ustedes que el Estado en su función de burócrata de la muerte, alienado en un materialismo de trazo grueso, hace con esos difuntos previamente tutelados en vida por la socialdemocracia destructora de la familia tradicional? Primero, por eso de seguir el protocolo, los burócratas guardan los cuerpos al menos un mes en cámaras frigoríficas, a la espera de que algún supuesto familiar o amigo los reclame. ¡Un mes! Así y todo, en la mayoría de los casos (era de esperar) nadie reclamará estos cuerpos de solitarios otrora “autónomos” e “independientes”, “liberados” en vida, sin ataduras humanas de ninguna clase. Finiquitado el plazo de cordialidad, los cadáveres solitarios pasarán por último a ser debidamente “procesados” (sic), haciendo de ellos… ¡combustible para estufas! Algún lector malicioso de Heráclito, el plomizo filósofo del devenir, podría emitir alguna frase cohete presuntamente divertida… pero fracasará en el empeño. Nada, ni una anónima fosa común, dará perpetuo reposo a esos cuerpos de antiguos votantes de Olof  Palme. He aquí la pregunta obvia que surge en nuestras mientes tras este relato monstruoso pero verdadero: ¿cuán degradada puede estar una sociedad como para llevar a cabo tan sórdido plan de desechado/reciclado de los cuerpos de sus coetáneos en energía calorífica? ¿Es aceptable instrumentalizar hasta tal punto los cuerpos de los difuntos para hacer de ellos "combustible para estufas"? No intenten buscar esta noticia en la prensa vernácula de la red, pues dichos datos me han sido suministrados de primera mano por un amigo sacerdote católico polaco (cuya identidad ocultaré) que está, cual testigo presencial, muy al tanto de cuanto se cuece en el infierno progre sueco, tan próximo a su querida patria, la muy católica y llena de futuro Polonia.
Ése es el doble destino de Europa, sus dos recorridos posibles hacia la extinción o la supervivencia: o seguir la amplia autovía sueca, conducente al mismísimo infierno terreno, o hacer lo correcto y marchar por la empinada y abrupta senda polaca, camino de la Salvación (de los cuerpos, sí, pero también, y lo que es más importante, de las almas). En esta tesitura nos encontramos: por desgracia para los españoles, la deriva socialdemócrata no ha hecho más que acentuarse en nuestro Reino. La izquierda miserable, ebria de sangre nueva y víctimas que inmolar, se está ahora frotando las manos tras el éxito de su golpe de Estado encubierto, mientras planifica con vileza de reptil la demolición de la Patria. Estos profanadores de tumbas, con todo su odio a la Cruz de Cristo, con sus pecados capitales bien amarrados por bandera, están condenados más pronto o más tarde a fracasar en sus malvados propósitos, pues el mal siempre tuvo un principio, y por tanto tendrá también un final. La cuestión es inmutable, sin duda, pero no conviene olvidar a la otra parte, presuntamente contraria a Satanás y a sus legiones; siguiendo aquí a Edmund Burke y cerrando ya este artículo: si para que el mal triunfe sólo es necesario que los buenos no hagan nada, ¿acaso en verdad los buenos no haremos nada? Que cada uno se sincere en la respuesta. Vana cosa sería luego lamentarse.


José Antonio Bielsa Arbiol

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