El
liberalismo es pecado de Félix Sardá y Salvany, es, sin duda,
uno de los grandes clásicos de la espiritualidad. Les invitamos a
conocer un poco más la figura de este gran sacerdote apologista
español del siglo XIX y principios del XX.
El
P. Antonio Gómez Mir, párroco de San Jordi de
Barcelona y capellán de Hispania Martyr, nos da unas pinceladas
sobre su vida y su contexto histórico.
¿Quién
fue Félix Sardá y Salvany?
Fue
un hombre convencido de poseer la Verdad. Y digo la Verdad con
mayúsculas porque hablo de Aquel que es el Logos, la verdad sobre
Dios, sobre el mundo, sobre el hombre…es decir: Jesucristo. Quien
cree en Jesucristo está en la Verdad.
Y
este convencimiento se tiene desde la humildad y el agradecimiento
más absoluto porque es un don: el don de la fe. Sardá se
caracterizó por una fe humilde pero confiada y por lo tanto sintió
siempre el gozo y la pasión de defenderla y comunicarla. Y lo hizo
con intransigencia.
“Lo
que se anatematiza y aborrece tanto hoy día por el liberalismo y sus
afines con el feo nombre de intransigencia, es nada menos que la
aplicación práctica y concreta del espíritu de fe y del odio a la
herejía… ¿Qué es intransigencia? ¿Qué es ser intransigente?
Aunque parezca una prerogrullada podemos decir que ser intransigente
significa no transigir. Ahora bien. No transigir es querer para la
verdad todo el derecho suyo, y no admitir ningún derecho ni sombra
de él para el error”.
Si
un cristiano no cree esto entonces es porque su fe se ha desvirtuado,
se ha vuelto sosa y sólo sirve para ser arrojada al suelo y
pisoteada.
Sardá
y Salvany fue un sacerdote, propagandista católico y
escritor apologético, que nació en Sabadell en 1841, de familia
vinculada a la industria textil, que en aquellos tiempos convulsos
despuntaba en la llamada “Manchester Catalana”. Fue catedrático
de latín del Seminario de Barcelona y Beneficiado de Sant Feliu de
Sabadell.
Apoyó
a Ramón Nocedal y al integrismo nocedaliano cuando en 1888 se
produjo su escisión del Partido Carlista que se manifestó tibió en
la lucha contra el liberalismo y propugnaba una cierta aceptación
del régimen canovista como un mal menor. No pocos tradicionalistas
acabaron cediendo y buscando acomodamiento en el orden liberal por el
surgimiento del nuevo catalanismo que empezaba a fraguarse en los
inicios del siglo XX, pero Sardá siempre fue consciente de la carga
liberal del proyecto y se mantuvo crítico.
¿Que
tiempos le tocaron vivir y afrontar desde su apostolado?
La
coyuntura era complicada durante el sexenio revolucionario que se
produjo como consecuencia de la Revolución de 1868. La Iglesia
sufría las consecuencias de una persecución en toda regla. Por otra
parte muchas de las preocupaciones que asolaban el mundo católico
tenían caja de resonancia en España: Pio IX y la cuestión romana,
el Concilio Vaticano I y el tema de la infalibilidad pontificia, el
combate contra el protestantismo, la masonería y el espiritismo…
El
clero catalán en su mayoría tenía ideas integristas. Los jesuitas
le apoyaron tanto en España como desde Roma con la “Civiltà
Cattolica”. No pocos seglares catalanes colaboraron decididamente
con él en sus trabajos. Tuvo problemas de incomprensión con los
obispos Urquinaona y Morgades que se sentían mas proclives a
conciliar catolicismo y mundo moderno, pero muy buena relación con
su amigo el Cardenal Casañas.
¿De
dónde nace su vocación al apostolado de la prensa?
Afirmaba:
“No basta quejarse, no; no se remedian con lamentos los
grandes males de la patria. Tómese parte en esta lucha gigantesca en
que anda hoy dividido el mundo y cuyo palenque principal es la
prensa”.
Sardá
es consciente de que la predicación ya no es suficiente, pues ha
perdido la influencia secular que había tenido sobre los cristianos
y ahora se habían abierto nuevas ágoras desde donde se propagaba el
error. Si la prensa había servido a la causa del error, desde ese
momento, pensaba Sardá, la pondría a servicio de la luz.
En
1869 con Primitiu Sanmartí empezó a hacer correr por las
calles de Barcelona las “Hojas de propaganda católica”. Eran una
hojas sueltas que se repartían gratuitamente y exponían temas
doctrinales de la fe católica de forma sencilla y accesible al
pueblo. Tuvieron larga tirada que se financiaba con pequeños
donativos y se llegó a publicar un total de 48 hojas de las cuales
16 estaban escritas por el mismo Sardá.
En
1870, también con Sanmartí, comienzan las publicaciones de la
“Biblioteca popular”, que hace llegar al publico, a precios
asequibles, los grandes autores cristianos: Balmes, Chateaubriand, De
Maistre…
De
1871 a 1916, año de su muerte, dirigió la “Revista popular”,
que fue la publicación católica del momento con más suscriptores
en España.
En
1872 salía a luz un pequeño opúsculo: “Manual del apostolado de
la prensa”, que quería ser una ayuda inspiradora para aquellos que
hacían de la prensa un instrumento de evangelización. Era el mismo
año que empezaba a funcionar la “Tipografía católica” que será
la imprenta creada por Sardá y sus colaboradores seglares para
llevar acabo con más eficacia su labor propagandística. Es
cofundador de la “Llibrería Catòlica” y de la “Tipografía
católica” de la plaça del Pi.
¿El
liberalismo es pecado?
Sí,
lo es y Sardá lo tiene muy claro. Su libro “El liberalismo es
pecado” apareció en 1884 y se convirtió en un fenómeno por el
número de sus ediciones y traducciones a diferentes idiomas. Aún
hoy es de máxima actualidad y se sigue editando y vendiendo, ya que
al leerlo uno entiende muy bien el periplo destructor del liberalismo
en los últimos años en el mundo y la Iglesia.
¿Cuál
era su ideario?
-
Defensa del orden tradicional contra el orden liberal establecido.
-
Lucha contra la secularización y la descristianización
-
Intolerancia del pecado y del error como valor básico de la vida intelectual.
Para
Sardá, como para cualquier católico coherente con la doctrina
multisecular de la Iglesia, la política, la cuestión social, la
cuestión nacional, o la economía, y en definitiva, todo lo que
afecta a los hombres en su vida terrena se ha de analizar desde la
fe, desde la Teología. La política remite a la Teología. Lejos de
subordinar la religión a la política, es esta la que siempre debe
estar subordinada a la ley de Dios.
Su
propósito fundamental es la lucha contra la revolución -del
liberalismo- nacida de la ética protestante y de la Revolución
Francesa, que es algo importado del extranjero que nada tiene que ver
con el ser de España.
El
enemigo principal es el católico conciliador, liberal, acomodado y
condescendiente con el liberalismo. Porque también el católico
acomodado a los criterios del mundo acaba experimentando la angustia
propia de aquellos que han perdido los vínculos de la Tradición y
han quedado sin referentes, a merced del vértigo que necesariamente
se deriva de la necesidad de perseguir los cambios y la novedad.
“Esta
palabra, dulce, blanda, acomodaticia, es la gran palabra de hoy, la
gran palabra del siglo, la palabra compendio de todo el sistema
filosófico de ciertas gentes. Esta palabra no es nombre, ni es
verbo, es una simple conjunción, que ningún gramático reaccionario
hubiese soñado que llegase a tener con el tiempo tanta importancia.
Esta mágica palabra es el “pero”.
“En
el orden de las doctrinas el Liberalismo es la herejía universal y
radical, porque las comprende todas; en el orden de los hechos es la
infracción radical y universal, porque todas las autoriza y
sanciona”.
El
liberalismo es el hombre como principio y final. La independencia
absoluta de la razón individual en la persona y de la razón social
o criterio público en la sociedad. No existe después de Cristo, y
donde es conocido Cristo, el derecho natural independiente. Y como el
liberalismo es la teoría del derecho natural independiente de la
religión, de aquí viene la condena de los Papas del liberalismo
moderno.
“La
política no es sino un desarrollo de los principios del derecho
natural; el derecho natural está subordinado a la religión y sujeto
a la interpretación de la Iglesia; luego, después de la predicación
del Evangelio, toda política debe estar subordinada a la sanción de
la Iglesia, so pena de ser pagana. La separación de la Iglesia y del
Estado es, pues, una herejía”.
Y
continua:“La Iglesia no se ha movido un paso ni una línea del
punto en la que la dejó sentada su Maestro divino, ni se moverá.
Llámese a esto teocracia. Lo es, en efecto. Es el derecho de Dios a
intervenir en todo, hasta la gobernación de los pueblos. Es el
derecho de la Iglesia a juzgarlo todo, hasta los sistemas políticos.
Colocada en este punto la cuestión, no hay sino una disyuntiva. O
teocracia o paganismo”.
Por
eso ante el católico complaciente que quiere dialogar con el mundo y
sus errores le avisa: “No es al catolicismo a quien le toca
conciliarse con nadie; a las leyes, a las costumbres, a las
instituciones modernas, toca reconciliarse con él”.
Parece
muy influido por otro grande que tuvo una visión tan clarividente de
lo que estaba por pasar, me refiero a Donoso Cortés. La
revolución, que primero fue religiosa y se llamó protestantismo; se
hizo luego política y se llamó liberalismo; y tiende después a
hacerse social y convertirse en socialismo.
Sardá
recordaba la reciente desamortización de los bienes de la Iglesia y
advertía a los burgueses que flirteaban con el liberalismo: Si la
clase media pudo desamortizar a al Iglesia, porque no iba a poder el
pueblo desamortizar a la clase media.
¿Fue
un verdadero precursor de la Doctrina Social de la Iglesia?
Efectivamente.
Vivió siempre su ministerio preocupado por las clases populares y
obreras a a las que principalmente dirigía la “Revista popular”,
a la que imprimió un aire muy sencillo y directo para llegar sin
dificultad a los trabajadores de los talleres y fábricas.
Para
Sardá un empresario que obviase su fe y no diera sentido
sobrenatural a su trabajo acabaría, siempre, explotando a sus
trabajadores. Pero también los trabajadores tenían obligaciones y
su trabajo debía ser visto como construcción del Reino de Dios,
sino acabarían con facilidad en manos del discurso socialista y
materialista, que tanto odio inoculaba al trabajador humilde:“Ni
tu por rico dejas de ser hijo de un hombre, ni tu por ser pobre dejas
de ser hijo de Dios”.
No
le pasaban por alto los intentos de los poderosos por
instrumentalizar la religión para poner freno al pueblo, como si la
función de la fe fuera domesticar a los pobres. Sardá habla de que
la fe puede ser un freno, sí, para la ira de los pobres pero no
menos, debe ser, un freno para los ricos sin entrañas.
Anatematizaba
y denunciaba las injusticias del mundo laboral...
Principalmente
los abusos contra los trabajadores defendiendo el descanso y los días
de fiesta en los que se debe un tributo no sólo a la gloria de Dios,
porque el día de culto el obrero debe poder participar de la Santa
Misa, sino también un tributo a la dignidad del hombre que no sólo
es “homo faber”. “Catolicismo es una palabra que contiene
con una mano la impaciencia de la pobreza, y refrena con la otra los
abusos de la riqueza”.
Además
fundó en 1872 en Sabadell la primera mutua obrera, una caja de
socorros mutuos y un bazar o economato para los más necesitados.
Hace campañas para financiar los libros escolares de las familias
mas pobres y donó su propia biblioteca de unos 4000 volúmenes para
fundar una biblioteca popular.
Cuando crea la Academia católica
de Sabadell en 1870 lo hace para la instrucción de las clases
desfavorecidas. Todas estas iniciativas de caridad las financia con
cuotas y donativos de benefactores y con su propio patrimonio
personal. De hecho, a principios del siglo XX ya, reconvertirá su
casa natal, donde había vivió toda la vida, en un asilo para
ancianos pobres, custodiado por las Hermanitas de los pobres. Allí
vivió los últimos años y murió. La publicación de la “Rerum
novarum” en 1891 por León XIII fue saludada con alegría por Sardá
que había sido un verdadero precursor de la Doctrina Social.
Javier
Navascués
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