MEMORIA HISTÓRICA: CALLEJEANDO POR ZARAGOZA












JUAN PABLO BONET (1579-1633)

Su nacimiento en El Castellar es anecdótico ya que su familia marchó a vivir cuando tenía menos de un año al lugar vecino de Torres de Berrellén. Tras la muerte de su madre en 1580 marchará hacia Madrid, donde pasará la mayor parte de su vida. Llegó a la Corte a temprana edad. Se alistó como soldado y peleó contra los piratas berberiscos, así como en las luchas de Felipe III por el dominio del Milanesado y Saboya. En 1607 entró al servicio del condestable D. Juan Fernández de Velasco, en calidad de secretario, y contrajo matrimonio con Dª Mencía de Ruizcerezo. Muerto el condestable en 1615, pudo observar cómo un hijo del mismo, sordomudo desde los dos años, era educado por Manuel Ramírez de Carrión, que logró que aprendiera a leer, escribir y hablar con facilidad. Pero Carrión fue obligado a ocuparse exclusivamente de otro alumno sordomudo, el marqués de Priego, y entonces fue cuando se ofreció Juan Pablo Bonet para continuar la labor de aquél. Su libro Reducción de las letras, y arte para enseñar a hablar los mudos lo dedicó a Felipe III y fue publicado en Madrid por Francisco Abarca en 1620. En él cabe distinguir dos partes principales: el tratado de la reducción de las letras, de gran utilidad para los estudios de fonética, y el arte de enseñar a hablar a los mudos. A continuación, incluye un Tratado de las cifras, en el que indica "cómo se leerá un papel escrito en cifra sin la contracifra, y qué advertencias son necesarias para que no pueda leerse". Después, inserta un Tratado de la lengua griega, con el que pretende enseñar fácilmente a leer los caracteres griegos, y pide que, siguiendo su método, se enseñe a leer griego en las escuelas. Por último, se recogen a modo de apéndice unas Advertencias para valerse de este Arte para enseñar a hablar los mudos las naciones extranjeras

Para Bonet la enseñanza de los mudos se basa en que la nominación de nuestras letras es tan sencilla que puede ser demostrativa y, mediante estas demostraciones, que el mudo puede comprender incluso mejor que los que no lo son, rápidamente se conocerán las letras. Pero antes de llegar a este punto hay que lograr esa nominación sencilla de las letras, que no es la que se emplea habitualmente. Con este propósito, se debe llevar a cabo lo que Bonet denomina reducción de las letras. Son éstas, en las lenguas romances, cinco vocales y 17 consonantes. Las primeras son sencillas de por sí, pero a las otras es preciso despojarlas de su complejidad. Muestra cómo se articula cada una de ellas y a partir de ahí deduce que cada consonante debe pronunciarse como un sonido puro, y no acompañada de ninguna vocal. Partiendo de estas premisas, no habrá necesidad de aprender a unir consonantes y vocales, salvo casos especiales como el de la C, en la que habrá que mostrar los conjuntos CA, CO, CU, por una parte, y CE, CI, por otra. Con este método, el mudo aprenderá bien y los niños que no tengan esta limitación de partida aprenderán a hablar en menor tiempo del que se emplea normalmente en la instrucción, sin dificultades, sin aburrimiento, con sentido y en una progresión natural. 


Bonet colocó el elemento palabra en primer término de la pedagogía del mudo. Dio el uso debido a la mímica, prescindiendo de ella en cuanto el alumno conocía la lengua . Su método proporciona al mudo la noción de los contrastes, mediante una intuición clara. Y, de acuerdo con la base experimental de su enseñanza, Bonet prescribía el enseñar a contar mediante conjuntos de garbanzos, a los que luego sustituiría la cifra y su representación en letras. 

Tiempo después, Bonet se dedicó a la política y a la diplomacia, tareas para las que contaba con dotes muy notables y que despertaban en él un interés especial. Estuvo en Roma y a su regreso se le nombró consejero del rey Felipe IV y secretario del Consejo Supremo de Aragón. En 1626 se le impuso el hábito de Santiago y en las Cortes de Barbastro y Calatayud fue elegido promovedor y presidente del Brazo de los Hijosdalgo aragoneses. Fue también patrono del convento de monjas franciscanas de Alagón.

R. P.

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