El profesor y economista Daniel
Marín Arribas ha vuelto a la palestra con otro trabajo sobre su principal
materia de apostolado católico en Doctrina Social de la Iglesia , Escuela de
Salamanca y Liberalismo.
Marín lleva años estudiando estos
tres campos del pensamiento social con cuidadosa dedicación, y camino del
lustro de labor de divulgación activa en estas cuestiones. Ha sacado adelante
importantes trabajos como el “Decálogo Antimodernista de la Escuela de Salamanca”
(2015), el documental “Escuela de Salamanca. Defensores de la Fe ” (2016), o la edición
hispana del libro “The Church and the Libertarian” con un extenso apéndice de
su autoría, “La Iglesia ,
el Liberalismo y la Escuela
de Salamanca” (2017).
Su persona empieza ya a contarse
entre uno de los autores relevantes entorno a la militancia antiliberal del
catolicismo tradicional español, y más concretamente como figura de destacado
nivel en el estudio de los maestros salmantinos del Siglo de Oro hispánico.
Académicamente está en su haber el ser máster en Doctrina Social de la Iglesia por la Pontificia Universidad
de Salamanca y en Escuela Austriaca de Economía por la Universidad Rey
Juan Carlos de Madrid, conjuntamente con su formación técnica en Administración
y Dirección de Empresas, y en Control de Gestión.
La obra que saca a la luz en esta
ocasión se titula “Destapando al liberalismo. La Escuela Austriaca
no nació en Salamanca”, y lo ha hecho en una fecha muy exclusiva. Nos
encontramos en el VIII Centenario de la Universidad de Salamanca. Además, viene prologada
por otra firma de lujo: el doctor Javier Barraycoa Martínez, vicerrector de la Universitat Abat
Oliva CEU e importante filósofo y sociólogo tradicionalista de nuestros
tiempos.
Un año especial, un prologuista
especial, y una obra especial, ¿qué podemos esperar de tan magnífica síntesis?
La fortuna de poder hacer
justicia a la memoria de nuestros maestros católicos del Siglo de Oro. No se merecen
menos tras décadas, e incluso siglo, de manipulación sobre sus nombres.
Es indigno que, por ejemplo, fray
Francisco de Vitoria se ponga como cartelera de los llamados derechos humanos,
nacidos de revoluciones anticristianas y de declaraciones constitucionales
masónicas, o que Juan de Mariana sea el reclamo propagandístico de una
república atea o de grupos que defienden abiertamente la “libertad” de matar al
hijo no nacido, de amputarse órganos genitales para “cambiar” de sexo, o de
explotar a masas enteras de personas en países pobres.
Han pasado ocho siglos desde que
nació la Universidad
de Salamanca…
800 años desde que el Rey Alfonso
IX de León funda a las orillas del Tormes esta magna roca del saber universal,
o lo que es lo mismo, católico, que significa universal. Un Papa, Alejandro IV,
la concederá tener sello propio, y un dominico, Francisco de Vitoria, la
llevará la luz de Santo Tomás y regará sus aulas con una frondosa descendencia
de perpetuo recuerdo.
Emulando la famosa frase de fray
Luis de León, docente que también fue en estas cátedras… dijeron ayer… y
debemos decir hoy y mañana. Ya lo he afirmado en otras ocasiones, creo
firmemente que la Escuela
de Salamanca, es decir, nuestros doctores católicos tomistas que reconocemos
bajo esta denominación, podrían ser la luz hispánica del siglo XXI.
En el año 1961 el propio Papa
Juan XXIII declaró que “estamos seguros de que España, que ayer tuvo
intérpretes tan autorizados del Derecho Natural en Suárez y Vitoria, y que supo
plasmar doctrinas sociales tan acertadas en las leyes de Indias, continuará
siempre el camino de su grandeza”. Nosotros somos llamados a continuar ese
camino. Dijeron ayer, digamos hoy, que digan mañana.
Aprovechando este octavo
centenario, ¿qué debemos tener claro?
El subtítulo del libro lo revela
sin tapujos: Que el liberalismo no nació en Salamanca. Esta funesta ideología
condenada numerosas veces por la
Iglesia , tanto en sus principios como en sus consecuencias
lógicas e históricas, no puede tener detrás a uno de los buques insignia de la
milenaria doctrina católica.
El Papa León XIII calificó a los
liberales como “imitadores de Lucifer” (1888), Pablo VI sentenció que “tampoco
apoya la comunidad cristiana la ideología liberal” (1971), y Juan Pablo II
habló del liberalismo como “falsa ideología de libertad” (2002). Estos y otros
Pontífices elogiaron a nuestros doctores. Sin entrar en materia, que para ello
animo a la lectura del libro, por puro sentido común parece absurdo que unos de
los más distinguidos escolásticos católicos sean los padres de una falsa
ideología de libertad propia de imitadores de Lucifer que no apoya la comunidad
cristiana.
O que censores del Santo Oficio,
luminarias del Concilio de Trento, y confesores de monarcas de la “intolerante”
Cristiandad, sean los progenitores de aquellos que exterminaban pueblos enteros
de indios en el norte del Nuevo Mundo, usaban esclavos negros como mano de
obra, o expropiaban a la
Iglesia sus bienes al grito de “libertad”, amén de los que
hoy pintan la grotesca sociedad capitalista de consumo con su ícono gordo y
rojo robando la Navidad
al Niño Jesús a base de comprar voluntades con muñecos “made in” fábricas
insalubres de personas descartadas tras ser inhumanamente exprimidas, su
sistema crediticio usurero que ahoga con montañas de deudas países, empresas y
familias enteras bajo la vacua promesa del “bienestar económico”, o su
mercadotecnia erotizada que acaba en matrimonios rotos por el divorcio, hijos
asesinados en salas de quirófano por el aborto, y mujeres en odio constante
contra sus prójimos varones por el feminismo.
Es el nominalismo medieval y la
herejía protestante los que terminaron por acrisolar en el liberalismo
modernista que tantos episodios de lágrimas ha dado y está dando a la Iglesia , aquel compendio
de todas las herejías que denunciara el Papa santo Pío X. Sus próceres son
protestantes, judíos y ateos… Locke, Smith, Mises, Hayek… La Escuela de Salamanca en la Hispania dorada es la
representante de todo lo contrario; la vía tomista, la Unidad Católica …
Fray Melchor Cano O.P., discípulo de Vitoria y teólogo en Trento, comentaba que
su maestro les “dijo que debíamos apreciar la doctrina de Santo Tomás de tal
manera que, si no apareciera otra razón más poderosa, la autoridad de este
santo nos debía bastar”. Y por su parte, Juan de Mariana S.I., encargado de
escribir para la educación del futuro rey Felipe III, le enseñaba que “no
admitas otra religión que la cristiana, ni permitas que la adopte ninguno de
tus ciudadanos”.
Autores como Vitoria, Mariana,
Cano...no tienen un ápice de liberalismo.
Ciertamente no. Su doctrina no se
funda sobre la licencia del “non serviam” luciferino, sino sobre el Mandamiento
que compila todos: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu mente (…) y amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,
36-38).
Para Friedrich A. von Hayek, que
es uno de los máximos exponentes de la liberal/libertaria Escuela Austriaca,
“la libertad exige que se la acepte como valor intrínseco, como algo que debe
respetarse sin preguntarnos si las consecuencias serán beneficiosas en un caso
particular” (Los fundamentos de la liberad). Evidentemente, la explotación
salarial, la prostitución, o el aborto, no deben respetarse, y menos sin
preguntarnos por sus funestas consecuencias.
Esto sería demoniaco. Si amáramos
a Dios sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos, ni los empresarios
pagarían salarios de miseria mientras ellos nadan en la opulencia, ni el
fornicario iría a una mujer a usarla como objeto para saciar su apetito animal
desordenado, ni la madre llegaría al extremo de consentir que un sanguinario al
que se le debería quitar su licencia colegial de médico asesinara a su hijo
extirpándolo de sus entrañas.
Hay algunos autores de la Escuela Austriaca
que no dicen lo mismo. ¿Están equivocados?
No puedo decir si en su
conciencia lo están o no, o a sabiendas divulgan una falsedad. Lo que sí es
cierto es que ver en Salamanca la cuna del liberalismo, y más concretamente, de
la Escuela Austriaca ,
es uno más de los tantos mitos difundidos al populacho, y no menos estafa que la Leyenda Negra
española o la fama de Lutero como sabio reformador de una Iglesia corrupta.
El logro se consigue a base de
incesante reiteración, y mensajes superficiales y sencillos. Los demagogos
controlan muy bien los mecanismos de la propaganda, y saben que una mentira
repetida mil veces acaba teniendo aceptación de verdad. Esto es lo que han
hecho con nuestros maestros salmantinos.
¿Puede ponernos algún ejemplo de
tergiversación?
Puedo y quiero. Por centrarme en
la doctrina económica, en materia de precios, que toca un punto esencial de la
justicia conmutativa, han hecho pasar las clásicas consideraciones sobre el
precio justo por un antecedente añejo de su violento voluntarismo contractual.
En éste, nos dicen que todo precio justo es el estipulado libremente en el
mercado. Basta una simple firma de ambas partes para justificar jurídica y
moralmente lo pactado.
Esto nos pone en la tesitura de tener
que aceptar cláusulas suelo aprovechando la buena fe o la ignorancia de la
contraparte, ver lícito convenir un sueldo que no llegue para el sustento del
trabajador en una compañía que obtiene frondosos beneficios, o lo que ocurrió
en el 11-S, que tras el atentado cerraron las comunicaciones aéreas, y los
hoteles aprovecharon la ocasión de necesidad para multiplicar los precios de
sus habitaciones.
Donde los liberales austriacos y
no austriacos ven justicia económica de un capitalismo bondadoso y mesiánico,
nuestros escolásticos verían injusticia, abuso e iniquidad en un sistema
perverso. Para ellos la voluntad debe ajustarse a Derecho, no crea el Derecho
por sí misma, y de ahí explicaban las pautas que deben tutelar las voluntades
para regirse por la justicia. El padre jesuita Luis de Molina hacía clara
referencia a ello: “‘Tanto vale una cosa cuanto puede conseguirse por su
venta’, debe decirse que esta afirmación es verdadera si se entiende de la
siguiente manera: ‘cuanto puede conseguirse por su venta’ dentro del margen
justo”. Pero, ¿qué enseñaba Murray N. Rothbard, uno de los economistas cabecera
del austrolibertarismo, sobre Molina? Que para éste, “el precio justo es, por
supuesto, el precio común del mercado”, y que en ello se ve que “fue un liberal
sólido en temas económicos”.
La evidencia de la mentira se
deja ver no sólo con las explicaciones de los escolásticos que ocultan o
adulteran, sino también con el hecho de que abrían la posibilidad de un precio
legal tasado por el gobierno. Si el precio justo es el de libre de mercado, el
del gobierno será por contraposición injusto. Esto es lo que defienden los
liberales capitalistas de todo pelaje y escuela; sin embargo, la perspectiva
católica y tomista de Salamanca, que entiende que en el libre mercado se puede
dar lugar a precios injustos, contempla la posibilidad de que la autoridad
gubernativa intervenga para ajustar por ley civil lo que contractualmente no se
logra.
“Los precios que se forman
‘libremente’ en el mercado pueden llevar consigo resultados no equitativos. Es
por consiguiente el principio fundamental del liberalismo, como regla de
intercambios comerciales, el que está aquí en litigio”, expone el Magisterio de
la Iglesia
por boca del Papa Pablo VI. Un precio de mercado es un hecho fáctico, un precio
justo es un hecho de Iure y de Moralis.
Entonces, ¿usan el nombre de
Salamanca en vano?
Naturalmente que sí, y no sólo en
cuestiones económicas. Poner el nombre de Juan de Mariana a instituciones cuyos
integrantes defienden la prostitución infantil o la ruptura de España en manos
de un nacionalismo enfermo, es como usar el de Stalin para el Premio Nobel
(Stalin) de la Paz ;
o incluso el de Satanás para denominar a la Iglesia Católica …
Lo último me recuerda a Martín
Lutero, pero también a otra de las relevantes figuras de la Escuela Austriaca ,
el profesor Jesús Huerta de Soto, quien recientemente acusó a la Iglesia de ser un
“instrumento del maligno” desde el año 313, con el Edicto de Milán de
Constantino. Para este anarcocapitalista que se declara católico, su propia
Iglesia no es el Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo, sino una herramienta
del demonio. Y todo porque desde aquel emperador romano se consagró el domingo
como día de descanso en honor al cristianismo y su Mandamiento de santificarlo.
¡Terrible pecado!
¿Qué dirían los escolásticos de
Salamanca sobre los autores austroliberales/libertarios?
El padre Francisco de Vitoria
calificando las obras de Erasmo de Rotterdam de cara a la censura editorial,
expresó con total rotundidad que “por mucho que Erasmo se esfuerce en mantener
su catolicidad, sus proposiciones no favorecen nada la confirmación de la fe,
sino todo lo contrario (…) Esas expresiones deben desaparecer o ser
corregidas”. Si esto concluía con Rotterdam, ¿qué no sentenciaría con los
liberales y libertarios austriacos que califican a la Iglesia como “instrumento
del maligno” por inspirar al gobierno para que establezca el domingo día
oficial de descanso? Eso, por no mencionar los que escriben en amparo de la
prostitución infantil, del aborto, del homosexualismo, de la explotación
obrera, o de la usura, bajo organismos que apodan con su nombre o con el de sus
discípulos.
Salamanca es hija de Roma, no
padre de Austria. Tanto es así que fue apodada tradicionalmente como “Roma la
chica”, la pequeña Roma. Verla como el motor intelectual de la apostasía
modernista no es sólo un mito, un absurdo, un ridículo, sino también un
insulto. Vitoria, Mariana, Soto, Cano, Molina, y en fin, todos nuestros magnos
escolásticos tomistas, combatirían fervientemente contra la etiqueta que
algunos les han colgado. Desde luego, a través de su doctrina podemos encontrar
suficiente armadura para vacunarnos contra el virus liberal.
¿Por qué Salamanca vs Austria?,
¿qué representan en este caso?
En cierta manera las dos ciudades
de San Agustín; la celestial y la terrena, la que se edifica con “el amor de
Dios hasta el desprecio de sí” y la que se construye sobre “el amor propio
hasta el desprecio de Dios”, aquella que “tiene su mayor gloria en Dios,
testigo de la conciencia”, y aquella que “busca su gloria en los hombres”.
La de Austria pregona por medio
de su profeta Ludwig von Mises que “no puede construirse una moral social
adaptada a las necesidades de la vida terrena sobre las palabras del
Evangelio”. La de Salamanca predica con sus frailes dominicos Francisco de
Vitoria y Domingo de Soto que “Cristo es el Rey del universo” y que puede
“obligar a todos los reyes a que obedezcan su ley, y dejar sin ningún valor las
leyes de los reyes que se opongan a su ley”. El mal no tiene derechos, aunque
los maliciosos se los estén dando constantemente.
¿Quiere añadir algo más para ir
concluyendo?
No tanto yo, como el Papa
Benedicto XVI: “Aquí está precisamente el gran error de las tendencias
dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los
resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas.
Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y
por eso decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica
el concepto de ‘realidad’ y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos
equivocados y con recetas destructivas”.
He ahí en última instancia el
gran error de la cascada de iniquidades del liberalismo austriaco y no
austriaco. Sus caminos son equivocados y sus recetas destructivas, aunque
pretendan camuflarse con los santos ropajes de la escolástica salmantina.
¿Debemos entonces tener claro que
el liberalismo no nació en Salamanca?
Los nombres de Vitoria, Soto, Cano,
Molina, Suárez, Mariana… no deben escribirse junto a los de Locke, Hobbes,
Hume, Smith, Mises, Rothbard, Hayek… Esto sería encender una vela a Dios y otra
al diablo, que es lo que hacen por otra parte los liberales “católicos”.
Vaya esta última obra mía para
que nosotros, los vivos, hagamos justicia con nuestros muertos. Es mi tributo
personal hacia ellos para este importante VIII Centenario de la Universidad de
Salamanca.
En efecto, el liberalismo no
nació en Salamanca, sino la defensa hispana de la Cristiandad en un
mundo que dinamitaba la Fe
que tanta sangre de mártires -¡e incluso la del mismísimo Dios encarnado!-
costó para arraigarse en suelo pagano.
Javier Navascués Pérez
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