“La Constitución incumplida”
Javier Barraycoa
SND Editores (Madrid 2018)
La nueva lectura
que realizan aquellos que consideran la Transición como
un régimen en sí,
ya caduco y que debe ser demolido; consiste en negar que hubiese una ruptura
con el franquismo. Ello parece coincidir con lo que hemos argumentado
anteriormente de una pervivencia de las elites del franquismo. Sin embargo el
análisis es muy diferente, pues para nosotros las elites pervivieron pero
cambió su estructura de valores y fidelidades. En cambio el populismo de izquierdas emergente en
la política española, afirma que entre el franquismo y la Transición de produjo un continuismo de valores, referentes
sociales y nada se transformó en realidad. Por tanto, fue
una continuidad y aparente transformación con el viejo régimen franquista y
este argumento legitimaría su demolición (controlada o no).
Desde
estas nuevas categorías, muy recientes según los parámetros temporales de la
historia, para la nueva izquierda la Transición carece
de un halo de pureza democrática,
y es una artimaña franquista que
ha durado demasiado tiempo. Hacerla caer representaría acabar “definitivamente”
con el franquismo que ha “pervivido” durante 40 años más; y la consecuencia
lógica es que ha de advenir la III República. Y en esas estamos. Se ha inaugurado una dialéctica entre los que
quieren perpetuar la
Transición y los que pretenden finiquitarla junto a todos
aquellos consensos que en su momento histórico se produjeron y
desembocaron en la España
que conocemos hoy en día, para bien o para mal.
Ello explica por
qué lo que parecía intocable y sagrado hace
apenas unos años –la Monarquía ,
la unidad territorial de España, la propia Constitución como marco legal-
pierde anclaje en la psiqué de
una parte de la sociedad española. Y como tantas veces en la historia, al que
parecía un gigante imbatible, le asoman los pies de barro. Pero en las luchas
generacionales, los más jóvenes no tienen garantizada siempre la
victoria. Como reacción,
el Régimen de la Transición , y sus valedores, intenta resucitar y sacralizar
personajes que había arrinconado o cubierto con tupidos velos, como Suárez;
o busca recambios de emergencia en figuras hasta hace escasos años indiscutidas
como Don Juan Carlos de Borbón, con abdicaciones-exprés.
El Régimen de la Transición aún tiene
fuertes resortes para reconfigurar imaginarios y sin lugar a dudas los
empleará. Incluso, en caso de emergencia, como los escándalos que han salpicado
a la Casa Real ,
se redefine la línea sucesora y se aparta de ella a los elementos incómodos. Los peones
se sacrifican pues hay un régimen en juego. O bien, por otro lado, las viejas
glorias protagonistas de la transición –como Felipe González- siguen teniendo
un tratamiento privilegiado en los Medios para pontificar sobre lo que “debe
hacerse” y qué sendas no debe tomar la izquierda.
Hechos
periodísticos como estos, son meramente manifestaciones de la confrontación a
la que nos estamos refiriendo entre dos cosmovisiones de lo que ha sido
la Transición. Como
contrapunto ilustrador, lo que los periodistas sabían que eran líneas rojas
vedadas a la información, hoy son traspasadas por muchos de ellos como si se les
hubiera concedido licencia de caza. Ya quedan pocos privilegiados exentos de
estar expuestos a la prensa. Algo
está cambiando, eso es evidente, pero qué y hacia dónde. ¿Estamos ante el
inicio de una transición
de la Transición ? O quizá el planteamiento
deba ser algo más complejo y radical: estamos a las puertas de una fractura
política de alta intensidad. Intentemos esbozar los trazos generales que
moverán nuestras reflexiones.
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