Decía el poeta y pensador
francés Paul VALERY que “la
política fue en principio el arte de impedir a la gente meterse en lo que le
importaba. En una época posterior agregósele el arte de comprometer a la gente
a decidir sobre lo que no entiende”.
En todas las épocas hubo
gente que se aprovechó de la política para sus fines, ocuparon por mediación
del pueblo un lugar en la Corte
y malgastaron o incumplieron sus votos, llevándole al pueblo que los encumbró
la decepción y la derrota. Pero también es verdad, y hay que decirlo, que
muchos hombres se esforzaron por traernos el bienestar y la esperanza a través
de la política.
Cuentan que, en cierta
ocasión, llamó a su puerta un periodista, saliendo Don Matías a recibirle. El
periodista le preguntó: “¿Vive aquí el
Sr. BARRIO Y MIER?”. Matías asintió sin darse a conocer todavía y el otro
le preguntó de nuevo: ¿Es verdad que tiene cara de tonto? A lo que nuestro
paisano respondió: “Dios pinta como quiere”.
Don Matías BARRIO Y MIER,
palentino de la
Castillería , fue un hombre cabal, cultísimo; amante de la
tierra como buen carlista, reconocido por ella como lo demuestran los votos
obtenidos y defensor de un país que pierde en aquellos años de su participación
política los últimos reductos de su viejo imperio. En una interpelación que Don
Matías le hace al Presidente del Consejo de Ministros, viene a descargar esa
pregunta que todavía hoy se hace el ciudadano: “Lo que no debe saberse, no se debe decir, pero la verdad es que,
nosotros, la España
entera, nos vamos ya cansando de oír todos los días, que el Gobierno medita,
que hace, que trabaja, que acuerda, que resuelve... y, sin embargo, pasan días
y semanas y hasta meses y no vemos resultados prácticos que correspondan a tan
supuesta actividad ministerial. Lo que hace falta es, que reserve el Gobierno
todo lo que le plazca, pero que al propio tiempo la realidad de tales trabajos
y resoluciones se vaya componiendo después por los efectos que sucesivamente se
produzcan. Y eso es lo que nosotros apetecemos: menos anuncios reservados de
cosas que se han de hacer, y más resultados tangibles de lo que se dice
acordado”.
Un autor contemporáneo, al
hacer mención de los “Fueros de Segovia”,
recurre a su gran obra La historia
general del Derecho Español: “Más
realista se muestra el olvidado catedrático de la Central , Matías Barrio y
Mier, al escribir que «uno de los principales objetos de los fueros y cartas
pueblas, era la exención de los llamados fueros malos, y la concesión de los
fueros buenos», si bien simplifique inmediatamente demasiado al definir como
fueros malos «aquellas prestaciones personales o reales, aquellas reglas de
procedimiento, o aquellas penas, onerosas para los vasallos, por atentar a la
libertad humana, introducidas a los comienzos de la Reconquista , a virtud
de las circunstancias de la época, o merced a influencias extranjeras»”.
“Amante de la verdadera ciencia, no hace del examen
una simple formalidad académica, sino una prueba de verdadero estudio y prueba
de toque del valor individual; por eso sus notas, distribuidas con espíritu de
justicia, son galardón codiciado por sus alumnos como signo indubitado de la
aplicación personal” (E. MIÑANA, Biografía, elogio de don Matías Barrio y
Mier en Semblanzas Juridicas, Madrid, l906).
En cada lugar florece una
persona que por alguna razón, justificada o no, destaca social o políticamente
del resto. A veces, su labor no trasciende fuera de los ámbitos de su
provincia, pero no será por falta de valor o de clase, sino porque él mismo lo
quiso así o, en ocasiones, porque no halló la mano que le empujara fuera.
Matías nació en Verdeña,
el 10 de febrero de 1844, un pueblo pequeño, de una provincia singular, y
estaba impregnado de un carácter montañés que fue mucho más lejos de lo que sus
paisanos imaginan. Fueron sus padres José BARRIO, natural del mismo Verdeña, y
Susana de MIER, de San Juan de Redondo. Ambos, al decir de quienes se han
adentrado en sus orígenes, fueron acendrados tradicionalistas, ideales que
vive, asimila y desarrollará después nuestro protagonista.
Fue el tercero de cuatro
hermanos: Antonia, Ana María, Matías y Tomasa. Aprende las primeras letras en
su pueblo natal, después en Redondo y más tarde en Cervera. Su hermana mayor
recuerda que Matías había manifestado sus preferencias por la milicia,
encontrando en aquellos tiempos turbulentos la oposición de su padre. “Si no soy militar, quiero ser abogado, pues
con esta carrera se puede ser de todo”.
Una semblanza de Don
Matías BARRIO Y MIER no puede llevarse a cabo con solvencia sin describir el
momento, el lugar, las contestaciones en este caso de sus compañeros en el
Congreso; hurgando cuanto sea posible en el entorno que le vio nacer, en las
aulas donde desempeñó su cátedra; en el foro, donde, en muchas ocasiones, con
una desmesurada discreción defendió las doctrinas tradicionalistas y empujó con
sus profundas y estudiadas reflexiones a un voto favorable en asuntos
delicados, como las irregularidades cometidas en varios colegios electorales,
la defensa de nuestras posesiones en el exterior, la aborrecible práctica del
duelo, o la defensa a ultranza de la
Iglesia y sus ministros.
“Yo no soy orador y en tal concepto debiera callarme”. “Señores diputados –señala
en la intervención el jueves, 27 de Diciembre de 1906– no voy a entrar en el
asunto para no molestar más...” Matías pecó de humilde. El periodista José
PÉREZ LLORENTE le califica de “personaje legendario, a pesar de la tremenda
modestia que le caracteriza”. El padre Agustín RENEDO, de Baños de la Peña , le define así: “Como no era grandilocuente, ni hablaba a
gritos, ni gesticulando, su palabra, siempre sencilla, parecía opaca e
insignificante en el Congreso. No tuvo, ni quiso tener nunca, el don de hinchar
las cosas y sacarlas de quicio ya con síntesis hiperbólicas, ya con argumentos
peregrinos, ya con osadas imágenes...”. Conrado MUÍÑOS, en la revista "El buen Consejo", escribe: “Es de lamentar que no tuviera un superior
que le obligara a comunicar por medio de la imprenta los frutos de su luminoso
ingenio, que su modestia ocultaba”.
Matías fue el más joven de los diputados de
su época. Bien lo sabía y así lo expuso el malogrado periodista Antonio ÁLAMO
SALAZAR. Comienza sus estudios universitarios en Valladolid, donde se doctora
en Derecho Civil, Canónico y Administrativo, siendo durante algunos años
vicepresidente de una de las secciones del Ateneo de aquella ciudad. A los 22
años logró en Madrid la investidura como doctor en Derecho y Filosofía y
Letras. Con un noble afán de saber, inicia los estudios de Teología en la Universidad Central ,
pero solamente puede aprobar dos cursos por suprimirse esta Facultad con motivo
de la Revolución
de septiembre de 1868, aunque posteriormente acaba doctorándose en la citada
materia. Así mismo hizo tres cursos en la Escuela Diplomática
para obtener el título de Archivero- Bibliotecario.
Cuando
estalla la revolución, que la historiografía liberal llama “La Gloriosa ”
en 1869, BARRIO Y MIER se presenta como tradicionalista por el distrito de
Cervera de Pisuerga, donde ejerció en 1866 uno de sus primeros trabajos como
promotor fiscal del juzgado. Aunque logra un merecido respaldo, no es
suficiente para alcanzar el escaño, ya que le faltaba un mes para cumplir los
25 años, que la legislación marcaba como edad mínima para ser diputado. Era en
aquel tiempo profesor auxiliar en la Facultad de Derecho en Madrid y los rivales,
afectos al Gobierno de turno, le castigaron por enfrentarse a ellos, privándole
de su puesto de trabajo como docente. Las represalias políticas le acompañarán
siempre.
En
1871 ganó, por oposición una cátedra en la Facultad de Derecho de Zaragoza, a la que
renunciará para sumarse a las tropas carlistas que luchaban en el norte. El rey
Carlos VII le nombró corregidor del señorío de Vizcaya y decano de la Facultad de Derecho de
Oñate. Finalizada la guerra se traslada a Francia y seguidamente a Alemania,
donde se dedicó a estudios de carácter jurídico y filológico.
A
su regreso alcanza la cátedra de Derecho Civil de la Universidad de Oviedo.
Allí dirigió las reformas de la biblioteca de la Facultad de Derecho y la
adquisición de conocidas publicaciones extranjeras. Defendió la extensión de la
educación a todo el pueblo y el acceso de todos a la Universidad.
En
1873 es desposeído en Vitoria de la cátedra que regentaba al haberse negado a
alistarse en el batallón de “Voluntarios”
de la Libertad
de la I República.
En julio de 1874 le despojan de la cátedra de Geografía e Historia en la Universidad de
Zaragoza. Y por causas políticas permanecerá alejado de las cátedras hasta
finales de 1881, cuando fueron repuestos los catedráticos separados durante el
primer gobierno de la
Restauración de Alfonso XII.
Compitió
con Julián GÓMEZ IGUANZO, siete veces diputado por Cervera de Pisuerga y es en
1871 cuando duplica los votos de su adversario y es designado secretario de las
Cortes. Un cronista palentino de las Cortes de aquella época, personaje que,
curiosamente, militaba en el partido diametralmente opuesto al de Matías apunta
que “demostró su apego a la causa tradicionalista, su inveterado odio a la
revolución y a la monarquía democrática por ésta establecida y, a la vez, un
puritanismo, en verdad, algo exagerado, pues se negó siempre a firmar cuantos
mensajes dirigieron las Cortes al monarca Don Amadeo, y rehusó también
tenazmente a asistir con la Mesa
del Congreso a las recepciones oficiales de Palacio”.
Comparece
nuevamente en la convocatoria de las Cortes de 1872, pero el Gobierno le priva
del escaño que obtiene. Poco tiempo después, en abril de 1874, al presentarse
los tradicionalistas, se retiran los doce diputados carlistas, a las puertas de
la que se denominaría la tercera guerra carlista. Aquel mismo año, mientras
descansa en Dueñas, en la casa de un amigo, concretamente el día 23 de julio, es
detenido por orden del Gobernador y, primero en tren, después en barco, es
desterrado a Francia, siendo despojado en aquel tiempo de la cátedra que había
ganado en Zaragoza. Pero Matías no se entrega al olvido y vuelve por sus fueros
a Estella, donde en abril de aquel año había instalado su corte el pretendiente
Carlos VII, siendo nombrado catedrático de Derecho Romano. Un año después, por
designación de Carlos VII, pasa a ser correguidor de Vizcaya, con poderes
civiles y judiciales, según los cánones de los antiguos fueros. Pero el
ejército carlista, ya muy debilitado no puede evitar la proclamación como rey
del llamado Alfonso XII en virtud del pronunciamiento militar del general
MARTÍNEZ CAMPOS en Sagunto a Alfonso XII.
BARRIO
Y MIER vuelve a Francia hasta que en abril de 1877 CÁNOVAS permite el regreso
de los exiliados que no fueran republicanos. Fue catedrático y decano de la Universidad Central ,
Catedrático en Vitoria, Zaragoza, Valencia y Oviedo, con bufetes de abogado
abiertos en Valladolid, Burgos y Madrid. En el escalafón de los catedráticos de
la Universidad
del Reino publicado en enero de 1902, figura con el número 48, ingresando en la Universidad como
profesor de Historia General del Derecho Español a los 30 años.
Entre
los temas tratados con ocasión de sus sucesivos mandatos parlamentarios, se
encuentra su petición ante el ministro de Fomento de la construcción de varias
carreteras en la provincia de Palencia: la de Torremormojón a Frechilla,
Villasarracino a Herrera de Pisuerga, Villamañán a Cebrones, Carrión de los
Condes a Moratinos y la de Cervera de Pisuerga a Saldaña y Riaño. En 1896,
Matías envía una carta en la que anuncia que han sido concedidas las 9.000
pesetas presupuestadas para levantar una iglesia en Alar del Rey.
Otros
temas abordados en las Cortes hablan de la inversión de un crédito
extraordinario para alivio de las desgracias ocasionadas por los temporales;
ampliación de la ley que concede derechos pasivos al Magisterio de primera
enseñanza, multas impuestas a los pueblos de Redondo y Villalba de Guardo por
supuestos delitos forestales; construcción de la estación definitiva de Aguilar
de Campoo, línea ferroviaria de Palencia a Santander y, por último,
intervención en la huelga de obreros en los talleres generales de la Compañía de los Ferrocarriles del Norte de
Valladolid.
A
primeros de 1900 le acusan de haber convertido el distrito de Cervera en “un reducto de ideas ya superadas”. Le
defiende de estas acusaciones la Liga Católica Nacional, recordando que llevaba
presentadas 30 proposiciones de ley, la mayoría relacionadas con Cervera, y
entre las que destacan el Plan General de Carreteras, el logro de que se
excluyeran los montes públicos de ser vendidos por el Estado y otras que ya
hemos mencionado. En 1903, Matías BARRIO Y MIER optaba a la reelección por el
distrito de Cervera de Pisuerga, apoyado por la Liga
Palentina , lo que crea confusión en aquellos momentos y
un distanciamiento de los dos diarios de Palencia, que terminan por dar
publicidad a los comunicados de ambos candidatos y a lamentar la competencia
entre el carlista BARRIO Y MIER y el sincero y convencido católico Ángel GÓMEZ
INGUANZO, que acudía representando al partido conservador y que obtuvo una
amplia victoria.
Hallándose
en Oviedo, en 1871, contrae matrimonio con la joven de Llanes, Maximina MARCOS
SÁNCHEZ. Tuvieron cuatro hijos, José que llevará el nombre del abuelo, Carlos,
Jaime y Blanca.
Se
sabe que Matías murió en el campo abierto entonces denominado “Las Ventas del Espíritu Santo”, en el chalet de un cliente y amigo. Conoció
ese amigo a través de un sacerdote, pues hallándose enredado en pleitos que no
avanzaban, éste le aconsejó que se pusiera en contacto con el bufete de Matías.
Así lo hizo y poco después nuestro hombre desatascaba el expediente y ganaba el
juicio. BARRIO Y MIER le pasó una nota diciéndole: “Mis haberes, son 500
ptas.: si le parecen excesivos, rebaje lo que quiera”. El agradecido
cliente le envió 2.000 ptas. y, sabedor de sus problemas de salud, le cedió el chalet que poseía en Las Ventas.
Don
Matías BARRIO Y MIER fue, en palabras de sus biógrafos, “un sabio impar, un católico
sin tacha y un caballero español del Siglo de Oro” (Diario Palentino, 25-VI-1909).
Breve extracto
del artículo La aventura política de
Matías BARRIO Y MIER, de Froilán de LÓZAR, recogido en Publicaciones de la Institución «Tello Téllez de
Meneses» nº 78 (2007), pp.
165-264.
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