Por
Eduardo PALOMAR BARÓ
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Francisco LARGO CABALLERO (1927) |
Después de los
sucesos de 1917, España entró en una etapa revolucionaria durante la cual se
consumó la descomposición del sistema de la Restauración
canovista. Entre 1917 y 1923, se vivieron años de intenso malestar social,
manifestado en huelgas (como la de Correos o la de La
Canadiense ) y en la violencia de las agitaciones del
campesinado (especialmente en Andalucía). Los trabajadores, a través de los
sindicatos, consiguieron algunas mejoras en sus condiciones de trabajo: la
jornada de 8 horas, salarios fijos, etc. Sin embargo, la Federación Patronal
de Barcelona reaccionó decretando el cierre de las empresas (lock-out) por quiebra económica.
La
efervescencia del mundo obrero español también se debió a la influencia de la
triunfante revolución bolchevique en Rusia, aunque la afiliación a la III Internacional ,
promovida por los soviéticos, fue rechazada por la CNT , la UGT y el PSOE (de donde se
formó por escisión el PCE en 1921). El ejemplo bolchevique intensificó la
violencia y la acción del pistolerismo, de modo particular en la ciudad de
Barcelona. La dura represión llevada a cabo por el gobernador civil Severiano
MARTÍNEZ ANIDO y los asesinatos del abogado sindicalista Francisco LAYRET FOIX
y el líder anarquista Salvador SEGUÍ complicaron aún más la situación.
El 8 de marzo
de 1921 unos anarquistas asesinaban al jefe de gobierno Eduardo DATO, y en
julio del mismo año se producía el Desastre
de Annual en la guerra de Marruecos. Todos estos sucesos produjeron una
gran conmoción en la opinión pública, de forma que el general Miguel PRIMO DE
RIVERA, no tuvo nada más que redactar un telegrama desde Barcelona para dar el
golpe de Estado de 13 de septiembre de 1923.
Tras el
derrumbe de las antiguas monarquías e imperios europeos, las democracias
liberales se mostraron impotentes para hacer frente a la crisis social, una
crisis fundamentalmente de legitimidad, y comenzaron a sufrir el acoso del
socialismo marxista convencional y, a resultas de la reciente Gran Guerra,
también de un socialismo nacionalista heterodoxo conocido como fascismo.
Tras el golpe
de 13 de septiembre, ALFONSO XIII encargó a PRIMO DE RIVERA que formara
gobierno. El dictador dejó en suspenso la vigencia de la Constitución de 1876
y disolvió las Cortes, terminando así con el sistema inspirado por CÁNOVAS y
SAGASTA. Al principio, la dictadura no fue mal recibida, tuvo el apoyo de la masa neutra a la que ya había apelado
MAURA, cansada ya del caos civil y político, y al manifestar PRIMO DE RIVERA su
carácter provisorio, obtuvo el respaldo de otros sectores como la burguesía
catalana, los republicanos de LERROUX e incluso, hasta cierto punto como
veremos, de los socialistas.
En la
dictadura se han distinguido tradicionalmente dos etapas: el Directorio Militar
(1923-1925) y el Directorio Civil (1925-1930). En la primera cabe destacar como
hitos significativos la consecución de la paz social y el orden público, la
ordenación de la
Administración central, provincial y municipal, y el fin de
la guerra de Marruecos, gracias a la ayuda de Francia, que colaboró en el
desembarco de Alhucemas en pleno dominio de las cabilas rifeñas lideradas por
ABD-EL-KRIM. Tras estos logros, PRIMO DE RIVERA decidió continuar con la
dictadura contando con la colaboración en el gobierno de algunos ministros
civiles. Las figuras más destacadas fueron CALVO SOTELO y el CONDE DE
GUADALHORCE. La decisión de continuar con el régimen produjo el rechazo y las
críticas de muchos, como UNAMUNO que optó por el exilio en París.
La dictadura
buscó dar razón de sí misma en sus realizaciones, pues como muchos de sus
propios defensores reconocían, carecía de soporte ideológico. Además de las ya
comentadas, otras medidas decisivas fueron:
-
La creación de los comités paritarios,
integrados por obreros y patronos, para la regulación del empleo y las
relaciones laborales (contaron con el apoyo del PSOE y de su líder LARGO
CABALLERO);
-
La adopción de una política económica
intervencionista dirigida a superar la crisis de la primera posguerra europea:
se aumentó la protección arancelaria y se fomentó la producción nacional con
ayudas fiscales y crediticias, lo que supuso a medio plazo un fuerte incremento
de la concentración económica y de los monopolios, entre los que destaca la
creación de la
Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA).
-
Las industrias básicas como la siderúrgica, la
química pesada o el cemento aumentaron su producción. También se favoreció el
desarrollo del turismo, con la puesta en marcha de una red de Paradores.
-
Se abordó una ambiciosa política de obras
públicas, creando una amplia red de carreteras, mejorando los ferrocarriles,
aprobando los primeros planes hidráulicos e instituyendo las confederaciones
hidrográficas.
Esta política
económica se vio favorecida por los felices
años 20 en el contexto internacional, pero la deuda se disparó como
consecuencia de las Exposiciones de
Barcelona y Sevilla. Cuando ese contexto internacional favorable cambió
sustancialmente, el capital extranjero invertido se retiró y la peseta se
depreció, dando lugar a una caída general de la actividad económica.
Centrémonos
ahora en la cuestión del colaboracionismo
que el PSOE mantuvo con el régimen formalmente antiliberal del general PRIMO DE
RIVERA. La consecuencia fundamental de esta colaboración entre el socialismo
marxista y el corporativismo organicista del régimen primorriverista se ha
cifrado por la práctica totalidad de los historiadores solventes en la
hegemonía del PSOE y la UGT
en el ámbito político y sindical de la izquierda española. El PSOE obtuvo, como
contrapartida a su colaboración con el régimen, ventajas decisivas. El gobierno
persiguió duramente al movimiento anarquista, cuyo crecimiento fue
imposibilitado hasta tal punto que durante los años de la II República la CNT y la FAI fueron a remolque de la
izquierda marxista en las luchas sociales. Además, el PSOE adquirió la
notoriedad suficiente como para abortar el crecimiento del PCE que, durante la II República , apenas
pudo contar con un diputado en las Cortes en 1933.
Aunque Miguel
PRIMO DE RIVERA afirmaba su convicción de la necesidad de superar de la lucha
de clases, no dudó en buscar la colaboración del partido más aferrado a la
dogmática marxista, con el fin de mejorar las deplorables condiciones de
trabajo y de vida de muchos trabajadores españoles. Desde el punto de vista
socialista, análogamente a lo que sucedió entre el SPD y el gobierno de BISMARCK,
el PSOE llevó a cabo un acercamiento no exento de oportunismo hacia el
Directorio, mientras otros grupos como los cenetistas o y los políticos de la Restauración
(liberales y conservadores) eran expulsados del escenario político. A los pocos
días de entrar en funciones el Directorio militar, el general duque de Tetuán
visitaba la Casa del
Pueblo de Madrid, desde donde declaró emocionado: “en este centro se da al obrero una orientación de buena ciudadanía”.
Con esta visita, el sorprendente matrimonio entre socialismo y primorriverismo,
parecía quedar asegurado.
A pesar de la
oposición del sector liderado por Indalecio PRIETO, la mayoría del PSOE y de la UGT , de la mano de Francisco
LARGO CABALLERO, el futuro Lenin español,
decidió colaborar definitivamente con el Directorio militar. Esta colaboración,
constante y continuada a lo largo de toda la dictadura, fruto quizá de un
cierto temor mutuo, fue ratificada por los congresos del partido y del
sindicato celebrados en 1928. La doble colaboración – política y sindical – del
PSOE y de la UGT ,
consiguió que ambas organizaciones gozaran de una mayor cohesión y
operatividad, amén de librarlas de sospechas gubernativas. Los políticos del
PSOE inspiraban la abundante legislación social del régimen, mientras la UGT disfrutaba prácticamente
del monopolio de la actividad sindical.
Así, ya en los
primeros días del Directorio, los socialistas no secundaron la huelga cenetista
apoyada por el PCE. Por el contrario, destacados dirigentes socialistas
ocuparon cargos de gran relevancia durante el sexenio primorriverista: vocalías
del Consejo de Estado y del Consejo Interventor de Cuentas del Estado, asientos
en el nuevo Consejo Superior del Trabajo y en la Comisión de Corporaciones
del Ministerio de Trabajo, consejerías del Instituto Nacional de Previsión, del
Consejo de Información Telegráfica Comercial, del Consejo Superior Ferroviario,
representantes gubernamentales en la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), representantes en los
comités paritarios, en la Oficina Internacional de Ginebra, etc. El propio
LARGO CABALLERO logró entrar en el mismísimo Consejo de Estado. LARGO
CABALLERO, con el visto bueno de Julián BESTEIRO, aprobó y perfeccionó los
proyectos del general PRIMO DE RIVERA sobre los jurados mixtos y el arbitraje
laboral.
A este
respecto, resultan muy significativas las entrevistas que PRIMO DE RIVERA
mantuvo con el dirigente de la
UGT Manuel LLANEZA. El socialista Andrés SABORIT, entonces
miembro de la
Comisión Nacional Corporativa, señalaba en el XII congreso
ordinario del PSOE (1928) que “la
justicia obliga a reconocer que PRIMO DE RIVERA atendió la mayor parte de las
reclamaciones formuladas por LLANEZA”. En este sentido, cabe recordar aquí,
por lo que a Asturias se refiere, la financiación de la compra de la mina de
San Vicente para la explotación, en régimen de cooperativa, por el sindicato
minero asturiano, al que PRIMO DE RIVERA concedió, además, una subvención de 25
céntimos por tonelada de carbón explotada con la condición de que los fondos se
destinaran a obras benéficas.
Asimismo, la
dictadura subvencionó la creación de Casas
del Pueblo socialistas. Curiosamente, la organización de los comités
paritarios permitió que la UGT
durante la dictadura pasara de 208.170 afiliados en 1922 a 238.501 en 1929, permitiendo
la propaganda marxista, sueldos y dietas para sus militantes que participaban
en el tinglado.
Años después,
en una de las sesiones parlamentarias más radicalizadas de nuestra historia, el
15 de abril de 1936, varios diputados socialistas arremetieron despiadadamente
contra la dictadura de PRIMO DE RIVERA y CALVO SOTELO les echó en cara su
repentina amnesia en relación con su etapa de ferviente colaboración con el
dictador, y los grandes beneficios que habían obtenido con ella. De hecho,
cuesta encontrar dirigentes socialistas entre los conspiradores
antidictatoriales, que solían cobijarse más bien en los círculos liberales, los
ateneos republicanos y las logias jacobinas. En cambio, las Casas del Pueblo administraban su
particular “luna de miel” con la
dictadura, haciendo caja y fomentando las afiliaciones.
Cuando la
dictadura comienza su declive, a finales del año 1929, los socialistas empiezan
a plantearse abandonar el barco y pasarse a la oposición al régimen que tanto
les había favorecido. Pese a la caída final de la dictadura y la crisis de la
monarquía, la dirección del PSOE se opuso en un primer momento a colaborar en
la instauración de una república burguesa – democrática y parlamentaria -, para
después, a partir de septiembre de 1930, prestar su colaboración en sucesivas
huelgas revolucionarias. Previamente, algunos dirigentes del PSOE (Eduardo
ORTEGA Y GASSET, Indalecio PRIETO, Fernando DE LOS RÍOS y Felipe SÁNCHEZ ROMÁN)
habían hecho acto de presencia, a título personal pero sin ostentar una
representación formal del PSOE, en el célebre Pacto de San Sebastián.
El Pacto de San Sebastián tuvo lugar en la
capital donostiarra el 17 de agosto de 1930 bajo la presidencia del
representante de Unión Republicana, Fernando SASIAÍN. Se celebró, pues, una
reunión promovida por Niceto ALCALÁ-ZAMORA y Miguel MAURA, concurriendo a ella
casi todos los defensores de la República. El objetivo era derrocar a la
monarquía de Sagunto, encarnada en la figura de Alfonso XIII, por considerar
que el sistema llamado de la
Restauración era, en última instancia, el causante de la
profunda crisis que vivía el país. Después de almorzar en el Hotel Londres, los asistentes se
dirigieron a los salones de casino de Unión
Republicana. Tras una hora y media de deliberaciones se sucedieron varios
encuentros más, y aunque los acuerdos fueron secretos y no quedó constancia
escrita, trascendieron algunas cuestiones muy significativas:
-
En relación con la autonomía de Cataluña y otras
regiones que reclamaban este derecho, se acordó la presentación de un Estatuto
propio y particular ante unas Cortes constituyentes elegidas por sufragio
universal.
-
Se formó un Comité
Revolucionario, en contacto permanente con organizadores militares, bajo la
presidencia de ALCALÁ-ZAMORA. Su objetivo era establecer la República a través de un
pronunciamiento militar.
El nuevo jefe
de gobierno y también ministro de la
Guerra designado por Alfonso XIII fue el teniente general
Dámaso BERENGUER, a partir del 30 de enero de 1930. Si bien comenzó su gobierno
concediendo una amplia amnistía política, pronto se convirtió en un nuevo
dictador, en lo que se conoció como dictablanda.
Su convocatoria a elecciones inmediatas despertó la renuencia de la mayor parte
de los partidos, cuya estructura había quedado en buena medida desarticulada
durante la dictadura de PRIMO DE RIVERA.
Antes de que
el Pacto de San Sebastián pudiera
plantearse como una verdadera alternativa pacífica al cambio de sistema, los
partidarios más acérrimos de la instauración de la República se precipitaron
por la vía golpista. La guarnición de Jaca, instigada por diversos círculos
militares (agrupados en torno a la Unión Militar Republicana –U.M.R.), con el capitán Fermín
GALÁN y el teniente Ángel GARCÍA HERNÁNDEZ a su frente, se sublevaron contra la Monarquía y proclamaron la República. Cometieron
un grave error al no romper las comunicaciones con Francia, de modo que el
gobierno, enterado del levantamiento, pudo reaccionar a tiempo adoptando las
medidas necesarias para sofocarlo. Aislados los rebeldes, fueron hechos
prisioneros y sus cabecillas, GALÁN y GARCÍA HERNÁNDEZ fueron fusilados.
Los firmantes
del Pacto de San Sebastián fueron
represaliados. Manuel AZAÑA y Alejandro LERROUX permanecieron en Madrid, sin
ser vistos, y lo evitaron. La prisión fue el castigo para MAURA, ALCALÁ-ZAMORA,
Fernando DE LOS RÍOS, LARGO CABALLERO, CASARES QUIROGA y Álvaro DE ALBORNOZ,
mientras que Marcelino DOMINGO, Indalecio PRIETO, Nicolau d’OLWER y Diego
MARTÍNEZ BARRIO lograron huir a Francia.
En febrero de
1931, tras la dimisión de BERENGUER, la jefatura del gobierno pasó al almirante
AZNAR.
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