Por
Javier ALONSO DIÉGUEZ
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Al comenzar el verano de 1934, Francisco LARGO CABALLERO
consiguió ser reconocido como jefe indiscutido del socialismo en España, siendo
conocido popularmente como “el LENIN
español”. Una escalada de huelgas y el descubrimiento de varios depósitos
de armas, puso en alerta al Gobierno que, pese a las evidencias presenciadas y
los efectos incautados, se mostraba poco decidido a evitar los acontecimientos
cuya producción podía razonablemente presumirse.
En la revista Renovación de 28 de julio de 1934, se podía leer lo siguiente:
“¡
Arriba el puño, jóvenes camaradas ¡ El Estado burgués se aterra de su energía y
quiere prohibir que nuestros brazos en alto tracen una línea rebelde sobre
España. ¡ Arriba el puño ¡ En nuestras manos cerradas, que se alcen a compás,
va el anatema contra el capitalismo, contra el Gobierno, contra la República burguesa. Van
nuestros afanes revolucionarios. Nuestras ansias de luchas. Nuestro ardor de
combate. El puño es símbolo de fuerza creciente, y sus músculos respaldan la
energía con que cogerá el proletariado revolucionario las culatas de los
fusiles para acabar con toda esta podredumbre que ahoga a España. Nuestro puño
es nuestra fortaleza. Vean cómo penden de él todos los fantoches que alienta el
Estado burgués: clérigos, terratenientes, fascistas, monárquicos. A una se
conciertan para abatirlo. Les duele en los ojos, en la carne y en el alma. Y
mandan a su lacayo para que acabe con esta visión. SALAZAR ALONSO, perro sucio
de la burguesía, manda y ordena a sus secuaces que nos impidan alzar el puño,
anatemizar a la sociedad burguesa con el brazo tenso. No importa, jóvenes
socialistas, el puño en alto: ¡ Frente a la burguesía ¡ ¡ Por la revolución ¡”
Durante los meses de julio y agosto de 1934, se
sucedieron las huelgas, asesinatos y otros actos de violencia a ritmo
creciente, alcanzando su grado máximo en el mes de septiembre. El día 8 de este
mes fue clausurada la Casa
del Pueblo de Madrid, porque en ella se encontraron depósitos de armas de
consideración. Al día siguiente, la Guardia Civil descubrió un importante alijo de
armas transportadas a bordo del barco de nombre «Turquesa», fondeado para tal
menester en la ría asturiana de Pravia. Una parte de las armas había sido ya
desembarcada y, siguiendo órdenes de Indalecio PRIETO, conducida en camiones a la Diputación Provincial ,
a la sazón bajo el control del PSOE. Este alijo fue el más importante de entre
los hallados por el Gobierno, incluidos otros numerosos depósitos de armas. El
alijo fue interceptado cuando estaba siendo objeto de carga en camiones de la Diputación Provincial ,
dándose el buque a la fuga con dirección al puerto de Burdeos. Hallándose
presentes en el lugar de los hechos Indalecio PRIETO y Juan NEGRÍN, no fueron
detenidos. Estaba claro que esta operación era un preparativo para una
inminente insurrección violenta. El escándalo salpicó directamente al PSOE,
cuyos líderes, inquietos, comenzaron a enfrentarse entre sí tratando de eludir
su responsabilidad personal. La captura de este alijo facilitó, como ya hemos
apuntado, la investigación y el hallazgo de otros depósitos de armas.
En su edición del 25 de septiembre El Socialista lanzaba proclamas de este
tenor: “Renuncie todo el mundo a la
revolución pacífica, que es una utopía; bendita la guerra”. Dos días más
tarde, la misma publicación añadía: “El
mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas
duras. La responsabilidad del proletariado español y sus cabezas directoras es
enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado”. Antes de
concluir este mes de septiembre, el Comité Central del PCE anunciaba su apoyo a
un frente único revolucionario.
El 1 de octubre la CEDA retiró los votos con los
que apoyaba y sostenía al Gobierno. Era necesario formar un nuevo gobierno. Las
izquierdas reiteraron su advertencia: si eran nombrados ministros de la CEDA , el partido político que
había ganado las últimas elecciones, desencadenarían una revuelta armada. En la
lista que Alejandro LERROUX, nuevo Presidente del Gobierno, presentó a Niceto
ALCALÁ ZAMORA, Presidente de la
República , en la tarde del 3 de octubre, figuraban tres
miembros de la agrupación de derechas: el regionalista navarro Rafael AIZPÚN,
para la cartera de Justicia; el sevillano Manuel GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, que se
había declarado expresamente republicano y que defendía la puesta en marcha de
la reforma agraria, para la de Agricultura; y el catalán y antiguo catalanista
José ANGUERA DE SOJO, en Trabajo.
El 5 de octubre, tras la entrada de
los ministros anteriormente mencionados en el Gobierno, se convocó en diversas
ciudades una huelga general como protesta, huelga que tuvo una incidencia
desigual en los diferentes territorios. Asturias y Cataluña fueron los núcleos
más importantes del movimiento insurreccional.
En Asturias el movimiento adquirió
desde el principio un cariz netamente revolucionario, llegando ser asumidas por
los insurrectos algunas funciones básicas del Estado: abolición de la moneda y
de la propiedad privada, control de la producción y abastecimientos, formación
de un ejército proletario,… La Alianza Obrera ,
formada por socialistas, comunistas y anarquistas, dirigió el movimiento, que
tuvo como epicentros las zonas mineras de Mieres, Sama y La Felguera (estas dos
últimas pertenecientes al municipio de Langreo) y culminó con el dominio de
casi toda la ciudad de Oviedo, con la
excepción de algunos focos de resistencia gubernamental como la catedral, el
Gobierno Civil y el Cuartel de Pelayo.
El Gobierno envío a Oviedo al
general Eduardo LÓPEZ OCHOA, quien entre los días 10 y 17 de octubre tomó la
ofensiva y consiguió la rendición de los revolucionarios asturianos el día 19.
El general Francisco FRANCO había propuesto al ministro de la Guerra , Diego HIDALGO
DURÁN, de quien actuaba como asesor, el envío de la Legión y aconsejó asimismo
que fuera el teniente coronel Juan YAGÜE quien la dirigiese, como así fue, a
partir del día 7. Entre los principales detenidos figuraba, como no, Francisco
LARGO CABALLERO, así como Ramón GONZÁLEZ PEÑA, destacado dirigente minero de la UGT en Asturias.
Indalecio PRIETO TUERO tuvo una
participación muy activa en la preparación de la huelga general revolucionaria
de octubre de 1934 declaraba años después en una conferencia pronunciada en Ciudad
de México el 1 de mayo de 1942:
“Me
declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España
entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro como
culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la
génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo.
Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi
escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro
«Pardiñas», el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista ,
lo que creí que debía ser el programa del movimiento. Y yo – algunos que me
están escuchando desde muy cerca saben a qué me refiero – acepté misiones que
rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba no sólo el riesgo de perder la
libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo, las asumí”.
En Cataluña, la actitud del gobierno
presidido por LERROUX en contra de la
Ley de Contratos de Cultivo, aprobada por el Parlament de Cataluña, precipitó la
participación del gobierno de la
Generalitat en el movimiento revolucionario. El 6 de octubre,
el presidente Lluís COMPANYS proclamó el Estat
Català dentro de la
República Federal española. Los dirigentes nacionalistas
desconfiaban de la Alianza Obrera , que no
fue armada, y además la CNT
no se sumó al movimiento, lo que facilitó la represión de los insurrectos a
manos de las tropas del general Domingo BATET. El 7 de octubre el gobierno de la Generalitat era
detenido y se suspendía el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Finalmente, fue
arrestado también Manuel AZAÑA, que en aquellas fechas se encontraba en
Cataluña, acusado de instigador de la sublevación.
El dirigente republicano Salvador de
MADARIAGA levantó acta de lo que acababa de suceder en aquella revolución
finalmente frustrada:
“El
alzamiento de 1934 es imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder
a la CEDA era
inatacable, inevitable y hasta debida desde hacía ya tiempo. El argumento de
que José María GIL-ROBLES intentaba destruir la Constitución para
instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falsa. Hipócrita, porque todo el
mundo sabía que los socialistas de LARGO
CABALLERO estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la Constitución de 1931
sin consideración alguna para lo que se proponía o no GIL-ROBLES; y, por otra
parte, a la vista está que el presidente COMPANYS y la Generalitat entera
violaron también la
Constitución. ¿Con qué fe vamos a aceptar como heroicos
defensores de la República
de 1931, contra sus enemigos más o menos ilusorios de la derecha, a aquellos
que para defenderla la destruían? Pero el argumento era, además, falso, porque
si GIL-ROBLES hubiera tenido la menor intención de destruir la Constitución del 31
por la violencia, ¿qué mejor ocasión que la que le proporcionaron sus
adversarios políticos alzándose contra la misma Constitución en octubre de
1934, precisamente cuando él, desde el poder, pudo, como reacción, haberse
declarado en dictadura? (...) Con la rebelión de 1934, la izquierda española
perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936” (España. Ensayo de historia contemporánea.
Espasa-Calpe, Madrid, 1979, p. 362).
APÉNDICE
En la publicación “ESCRITOS DE LA REPÚBLICA. Notas
históricas de la guerra de España (1917-1940)” [Edición, estudio preliminar
y notas de SANTOS JULIÁ. Editorial Pablo Iglesias, Madrid, 1985], se recogen,
entre otros documentos, las instrucciones de Francisco LARGO CABALLERO para la
insurrección.
INSTRUCCIONES PARA INICIAR LA SUBLEVACIÓN ARMADA
CONTRA LA REPÚBLICA
INSTRUCCIONES PRELIMINARES
“1º. Se prohíbe en absoluto sacar
copias de estas instrucciones y se hace responsable de la custodia y reserva de
las mismas a la persona a quien se le entreguen.
2º. La Junta de provincia se
encargará de constituir juntas locales en cada uno de los pueblos, a cuyo
efecto se pondrá en relación con la persona de más confianza que pueda
encargarse de formar la Junta
local encargada de organizar todos los trabajos de relacionarse con la
provincial.
3º. El número de miembros de estas
juntas será de tres, solamente ampliable en caso de absoluta necesidad.
4º. Las juntas provinciales
residirán en la localidad de la provincia que se crea más conveniente para el
desempeño de su misión y serán las únicas que mantengan relación con la Junta Central.
5º. Las juntas provinciales se
hallan investidas de autoridad plena sobre toda la provincia, y las juntas
locales sobre todos los individuos de la localidad.
6º. Debe evitarse, en todo lo
posible, poner en circulación instrucciones u órdenes escritas, y cuando sea
indispensable usar este medio, utilizar claves o lenguaje convencional.
7º. Los miembros de la Junta están obligados a
guardar la más rigurosa reserva. No hablarán de los propósitos, instrucciones,
y órdenes, sino lo absolutamente indispensable, y esto, solamente con las
personas con quienes tengan que mantener relación para los fines que se
persiguen. Ninguna confianza con nadie más.
8º. Las juntas provinciales no
deberán atender otros avisos e instrucciones que las que reciban de la Junta Central , ni
acatar otras órdenes que las de ésta, sin excepción alguna. Las juntas locales,
las que reciban de las provinciales.
9º. Ningún rumor, noticia, hecho, ni
circunstancia, puede justificar la declaración del movimiento en un pueblo o
provincia sin haber recibido la orden precisa de las juntas exclusivamente
facultadas para ello. El faltar a esta instrucción puede acarrear graves daños
al movimiento general.
10º. Todas las juntas deben vigilar
que la organización se haga con toda escrupulosidad, y que se observe una
rígida disciplina, base esencial del éxito.
11º. Donde no existan personas de
absoluta confianza, las juntas deberán abstenerse de constituir grupos o dar
instrucciones.
12º. Conviene tener dentro de las
organizaciones enemigas personas de confianza que nos faciliten información
fiel de sus planes y medios.
13º. Las juntas de provincia tendrán
convenidas con las de los pueblos contraseñas especiales, no sólo para cursar
las órdenes relativas al movimiento, sino para garantizarse la visita de los
delegados y para evitar que una orden falsa pueda provocar un movimiento a destiempo.
14º. Conviene estar prevenidos
contra las noticias falsas que el Gobierno o los enemigos de todas clases
puedan esparcir por medio de la prenso o de la radio, tales como “el movimiento
está dominado”, “sus directores detenidos”, etc., etc. Cada pueblo debe hacerse
a la idea de que tiene que ser un firme sostén de la insurrección, sin ocuparse
de lo que ocurra en otros lugares. La debilidad ajena no justifica la propia.
El triunfo del movimiento descansará en la extensión que alcance y en la violencia
con que se produzca, más el tesón con que se defienda.
15º. Los grupos de acción han de
convertirse en guerrillas dispuestas a desarrollar la máxima potencia. En esta
acción nos lo jugamos todo y debemos hallarnos dispuestos a vencer o morir. Una
vez empezada la insurrección no es posible retroceder.
INSTRUCCIONES GENERALES.
16º. Corresponde a las juntas
provinciales:
a) Asumir la organización y
dirección de todo el movimiento en la respectiva provincia.
b) Mantener relación con la Junta Central y las
locales.
c) Constituir una Junta Local en
cada pueblo, con arreglo a la instrucción número 2.
d) Organizar las fuerzas de la
capital.
e) Velar por la observancia y
cumplimiento de las instrucciones y órdenes que reciba y transmita.
f) Relación con entidades.
17º. Informarse de las que se hallan
decididamente dispuestas a secundar un movimiento revolucionario, y contando
con su concurso, adoptar todas las previsiones para que una vez declarado pueda
mantenerse indefinidamente; sobre todo en lo que concierne a los servicios más
importantes e indispensables.
18º. Con los individuos más
decididos y de mayor confianza dispuestos a ejecutar sin discusión las órdenes
que se den, se formarán grupos de diez, dos de los cuales serán designados como
jefe y subjefe. Estos grupos deberán estar armados y sus jefes les instruirán
en ejercicios de tiro y en táctica militar.
19º. La potencia revolucionaria de
las fuerzas habrá de valorarse convenientemente para dividirlas en dos clases.
Hombres capaces de batirse y de ejecutar órdenes. Hombres dispuestos a cooperar
en otros servicios. Con los primeros se constituirán las milicias en grupo de
diez. Con los segundos pueden cubrirse servicios de poco riesgo.
20º. Deben constituirse grupos
técnicos de los servicios de Gas, Electricidad, Alcantarillado, Teléfonos,
Telégrafos, etc., etc., capaces de formalizar y llevar a cabo planes para, en
caso necesario, suprimir estos servicios en la población en forma de que no
puedan ser fácilmente reanudados por otros.
21º. El movimiento debe afectar a
todos los servicios, pero principalmente a los de vital importancia
(alimentación, transportes, agua, gas, etc.), y los grupos de acción cuidarán
de anular a los que se presten a evitarlo.
22º. Cualesquiera que sean las
circunstancias de una población y por débil que sea la fuerza organizada, el
movimiento debe ser lo más extenso posible. Los grupos técnicos con los de acción
cuidarán de lograr por todos los medios la paralización de industrias y
servicios y dominar en la calle.
23º. Las relaciones con los demás
sectores afines serán cordiales sin el menor confucionismo; sin facilitarles
datos concretos de nuestra organización y nuestros planes, procurando que ellos
hagan su organización propia, y comprometiéndose a respetar la dirección del
movimiento que siempre debe ser nuestra.
24º. Todos los grupos que se formen,
por medio de sus jefes, estarán bajo el mando de la Junta local y provincial.
25º. Debe ponerse interés en
organizar servicios sanitarios para atender rápidamente a los que puedan caer
heridos en la lucha. Las mujeres, en el momento oportuno pueden prestar a este
servicio un concurso valioso.
Fuerza pública al servicio del
Estado.
26º. Precisa conocer la fuerza
pública que exista en cada localidad. Militares, Guardia Civil, Asalto, Seguridad,
etc., etc. Armamento de que disponen. Condiciones defensivas de sus cuarteles,
medios de apoderarse de ellas, inutilizarlas o, por lo menos, inmovilizarlas.
27º. Con el mayor cuidado debe conocerse la manera de pensar de jefes, oficiales, y clases, procurando establecer relaciones con algunos que merezcan plena confianza, y recomendarles que, independientemente de nosotros, formen ellos su Junta.
28º. Nuestros jóvenes no deben
perder el contacto, discretamente, con los amigos que se hallen en filas.
29º. En cada provincia debe
conocerse con la mayor exactitud el número de jefes, oficiales y clases de la
guarnición con sus nombres, domicilios, y significación para actuar en cada
caso como las conveniencias aconsejen.
30º. También deben conocerse los
depósitos de armas y polvorines y los medios de apoderarse de ellos o, en otro
caso, inutilizarlos.
31º. Los elementos auxiliares de
confianza que haya dentro de los cuarteles deben facilitar con exquisita
discreción toda la información que les sea posible respecto a órdenes,
preparativos, estado y disposición de la fuerza, medios por los cuales puede
hacerse la incautación de las armas o su inutilización en caso contrario; modo
de impedir la salida de las fuerzas de los cuarteles y cuanto sirva a
contrarrestar estos elementos.
32º. Cuanto haya inteligencia entre
las fuerzas militares y la Junta
local, se formalizará el plan de acción combinada de ambas fuerzas, para lo
cual deberán celebrar reuniones que no sean numerosas. Bastará con que se reúna
un individuo de cada parte.
33º. Triunfante el movimiento, las
fuerzas militares adictas tendrán una representación oficial en la Junta local.
Grupos de acción.
34º. Los grupos de acción se
formarán con arreglo a la instrucción número 18, bajo las órdenes del respectivo
organismo directivo local al que obedecerán sin discusión.
35º. Además de instruirse
convenientemente para el momento de la acción, se encargarán de facilitar a la Junta local los nombres y
domicilios de las personas que más se han significado como enemigos de nuestra
causa, o que puedan ser más temibles como elemento contrarrevolucionario. Estas
personas deben ser tomadas en rehenes al producirse el movimiento, o suprimidas
si se resisten.
36º. En el momento de la acción,
cada grupo tendrá señalado de antemano el lugar donde debe actuar y a donde
debe trasladarse después de concluida su primera misión. Estas instrucciones se
las darán sus jefes oportunamente. Las juntas cuidarán escrupulosamente de no
dar órdenes contradictorias a los jefes de grupo para que todos los movimientos
se produzcan ordenadamente, sin barullo, y sin confucionismos.
37º. Deben determinarse los
edificios y calles que conviene ocupar para mejor resistir los ataques de la
fuerza, o para evitar que los elementos enemigos escapen.
38º. Fórmese una relación de los
automóviles y demás medios de transportes que haya en la población, lugares en
donde se encierran y lista de los individuos que pueden conducir en caso
necesario.
39º. Conocer los depósitos de
gasolina, dinamita y armas, y planear el medio de apoderarse de ellos en el
momento preciso. Previamente debe adquirirse y guardar en lugar seguro
dinamita. Cada individuo puede tener en su casa sin compromiso para uso
doméstico [sic]
un bidón de gasolina.
40º. La gasolina y dinamita empleada
inteligentemente pueden servir para desmoralizar al enemigo con incendios y
petardos.
41º. Hay que dificultar con gran
rapidez los movimientos de adversario cortando líneas de ferrocarril,
inutilizando puentes, interceptando carreteras, todo ello respondiendo a un
plan bien meditado por los elementos previamente designados y que imposibilite
que la fuerza pueda acudir a todas partes.
42º. En principio, se llamará la
atención de la fuerza pública, donde así convenga, con incendios, petardos u
otros medios, para que se vea obligada a acudir donde se produzcan. Estos
momentos se aprovecharán para cortar las líneas de comunicación, o inutilizar
aparatos, etc., y asaltar centros oficiales y políticos. En éstos, incautarse
de ficheros y archivos.
43º. Rápidamente apoderarse de las
autoridades y personas de más importancia, y guardarlas en rehenes.
44º. Preferentemente hay que
inutilizar la fuerza pública de los pueblos desarmándola totalmente, aunque
prometa permanecer neutrales.
45º. Se tomarán las salidas del
pueblo. Se requisarán automóviles y otros medios de locomoción. Se incautarán
de los depósitos de gasolina y, grupos armados, recorrerán las casas de los
enemigos para apoderarse de las armas que tuvieren y armar con ellas a los
amigos que no las tengan.
46º. Apoderarse, lo antes posible,
de los establecimientos donde se vendan armas, municiones y explosivos.
47º. Los bancos y archivos se
vigilarán estrechamente. Se impedirá, por todos los medios, que en las iglesias
se toque a rebato.
48º. Haciendo una buena distribución
de fuerzas por toda la población deberá hacerse una guerra de guerrillas. Nunca
deben presentarse grandes masas frente a la fuerza pública, procurando así que
toda sea distribuida y hostilizándola sin cesar hasta rendirla por agotamiento.
Atacar siempre, que sea posible, desde lugares seguros.
49º. Las casas cuarteles de la Guardia Civil deben
incendiarse si previamente no se entregan. Son depósitos que convienen
suprimir.
50º. Caso de que por cualquier
motivo se produzcan bajas en las juntas provinciales o locales, serán cubiertas
nombrándolos los jefes de grupo en los pueblos y los organismos provinciales en
las capitales.
51º. Si fuerzas superiores del
Gobierno intentasen reconquistar un pueblo, y éste no ofreciese condiciones de
resistencia, los revolucionarios lo abandonarán llevándose los rehenes y
buscarán en el campo o la montaña el lugar más favorable para defenderse e
intimidar al enemigo.
52º. Los grupos deben estar
numerados en cada localidad; o sea: Grupo número 1, Grupo número 2, etc., y se
les distinguirá de este modo a todos los efectos.
53º. Triunfante el movimiento en un
pueblo, se adoptarán las medidas necesarias para asegurar su dominio
estableciendo vigilancia armada y asegurando bien los servicios y la defensa y,
si sobrase elemento armado, se acudirá en auxilio de los pueblos próximos donde
aún no se hubiese triunfado.
54º. Cuando una ciudad caiga en
manos de los revolucionarios, nada debe justificar su abandono. Aunque la lucha
se prolongue no debe desmayarse. Cada día que pase aumentará el número de
rebeldes. En cambio, la moral del enemigo irá decayendo. Nadie espere triunfar
en un día en un movimiento que tiene todos los caracteres de una guerra civil.
En este movimiento, el tiempo es el mejor auxiliar.
Medios.
55º. Procurarse armas hasta donde
sea posible. La Junta
Central , por medio de las provinciales, facilitará las
informaciones que posea.
56º. Para dificultar los movimientos
de la fuerza, pueden cerrarse bocacalles con alambre de espino y otros medios
y, al mismo tiempo regar todo el ancho de la calle con gasolina dándole fuego y
desde puntos o casas inmediatas atacar a la fuerza cuando trate de quitar estos
obstáculos.
57º. Levantar barricadas entre las
cuales se oculten aparatos explosivos conectados con la corriente eléctrica o
sustituida ésta por pilas y cuando la fuerza llega a la barricada hacerlos
explotar formando un corto circuito desde una casa o lugar próximo, y
aprovechar la sorpresa para atacar a la fuerza que queda y coger sus armas.
58º. Acumular carros, coches o
camionetas a la salida de los cuarteles o en las calles en que sea obligado el
tránsito de la fuerza y atacarla desde lugares seguros y por distintos flancos.
59º. Lanzar botellas de líquidos
inflamables a los centros o domicilios de las gentes enemigas.
60º. Cortar las comunicaciones en
forma de difícil arreglo por parte de las fuerzas enemigas.
61º. Volar puentes. Cortar
carreteras. Líneas de ferrocarril. Imposibilitar el traslado de fuerzas para
concentrarlas.
62º. Estropear los neumáticos y de
los motores de aquellos vehículos que no puedan ser utilizados por nuestras
fuerzas.
63º. Donde haya estación de emisora
de radio, si no puede incautarse, incendiarla o volarla. Si no hay adentro
personal adicto, inutilizarla.
64º. Imposibilitar que los jefes de
las fuerzas que no vivan en los cuarteles puedan incorporarse a sus puestos,
deteniéndolos a la salida de sus domicilios, y atacándolos si se resisten.
65º. Donde sea posible, utilizar
uniformes del ejército, incluso de oficiales, para dar la impresión de
insubordinación militar.
66º. No gastar inútilmente las
energías ni los medios de ataque.
67º. Tomar y mantener la ofensiva es
siempre infinitamente más eficaz que quedarse a la defensiva. Se domina mejor
al enemigo, pero debe evitarse cometer imprudencias que pueda aprovechar el
adversario.
Después del triunfo en la lucha.
68º. Triunfante el movimiento
revolucionario, lo primero que debe asegurarse es el dominio absoluto de la
población, perfeccionando las milicias armadas, ocupando los sitios estratégicos,
desarmando totalmente a las fuerzas contrarias y ocupando los edificios
públicos.
69º. Se restablecerán rápidamente
las comunicaciones y se dará cuenta a la Junta de la capital y ésta a la Central de la situación.
70º. Se procederá a la incautación
de los víveres, o bien se controlará al comercio para que éste los facilite al
vecindario, evitando enérgicamente todo abuso.
71º. Siguiendo las instrucciones y
órdenes de la Junta
local se nombrará una Junta administrativa y de defensa del pueblo cuyas
órdenes se acatarán sin discusión y, si fueren abusivas, se acatarán también,
pero denunciándolas inmediatamente a la Junta provincial que deberá proceder rápidamente
a enviar a un delegado suyo con plenos poderes cuyas resoluciones se acatarán.
72º. Los bienes de la gente pudiente
servirán para garantizar las necesidades del vecindario hasta que se dicten
medidas por el Poder Central. Nadie debe quedarse sin comer en tanto haya en el
pueblo recursos para proporcionarlo.
73º. Durante el movimiento revolucionario
toda la energía y todos los medios serán pocos para asegurar el triunfo. Una
vez que éste se haya logrado, debe ponerse la misma energía para evitar
crueldades innecesarias ni daños, sobre todo en cosas que puedan ser luego
útiles o necesarias para los fines de la revolución”.
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