Los visigodos nos demuestran lo antigua que es la nación
española y lo rica que es nuestra historia. Contra lo que se suele creer no
eran un pueblo rudo sino muy culto. En esa época emergen figuras majestuosas
como San Isidoro de Sevilla, una de las principales luminarias de esa
generación. Es importante conocer la historia de este pueblo, porque ayuda a
profundizar en las raíces de España y su esencia católica. La conversión a la
fe de Recaredo determinará la catolicidad de España en siglos venideros.
José Javier Esparza, en su último libro Visigodos, con su
precisión habitual y con su don para la divulgación, nos adentra de forma clara
y muy amena en la apasionante historia del pueblo visigodo en la península
ibérica. En esta entrevista resume, a modo de pincelada y aperitivo, algunos de
los aspectos más interesantes de su libro.
¿Por qué un libro sobre los Visigodos?
En buena medida la España visigoda es una
especie de cajón secreto de la memoria colectiva española. La mayor parte de la
gente sabe que existió, pero poco más, porque ya apenas se enseña. Ni siquiera
la cansina lista de los reyes. Y sin embargo, es una historia fascinante. Con
este libro he intentado ofrecer una visión completa de su huella sin perder el
ánimo divulgativo, para que todo el mundo lo pueda entender.
Como usted bien explica no eran tan bárbaros...
Bárbaro equivale a “extranjero” en griego. Por eso se denomina
“invasiones barbaras” a la entrada masiva de pueblos germánicos en el imperio
romano a partir del siglo IV. Con frecuencia se trata de pueblos mucho más
primitivos que Roma. Pero, de entre todos ellos, los godos eran los más
romanizados y deliberadamente buscaron construir estructuras políticas y
culturales más evolucionadas que las de los demás germanos. Por ejemplo, esa
idea de que el reino es una entidad distinta al patrimonio personal del rey, de
tal modo que a la muerte de este no se reparta el territorio entre sus hijos.
¿Por qué están tan mal vistos en el discurso políticamente
correcto?
Porque son la demostración viva de que España constituyó una
entidad política singular e independiente en fecha muy temprana. Eso es difícil
de asumir para quienes tratan de convencernos de que España es una especie de
accidente fatídico.
Háblenos de la importancia de la conversión de Recaredo.
A mediados del siglo VI se plantea una situación dramática:
hasta ese momento, los visigodos habían gobernado Hispania bajo la autoridad
nominal de Roma, pero las cosas habían llegado a un punto insostenible. En la
práctica, aquella España eran dos: una gran masa de población hispanorromana y
católica con sus propias leyes, y una casta dominante hispanogoda y arriana con
sus propios códigos también. El rey Leovigildo ve claro que es preciso soltar
lazos con Roma y crear su propio espacio soberano en Hispania, y así abre
conscientemente un proceso de fusiones (en lo social, en lo jurídico, en lo
religioso) para construir una sola comunidad donde antes habían dos. La
unificación religiosa, obra de Recaredo, hijo y sucesor de Leovigildo, fue en
este sentido un paso decisivo.
Se dieron cuenta que sin abrazar el catolicismo no podrían
pacificar la península...
Leovigildo busca ante todo la unificación de las dos
comunidades, goda y romana, y en el plano religioso trata de hacerlo primero a
través del arrianismo, y después mediante una suerte de “pasarela teológica”
que sintetice los dos credos, pero nada de eso funciona. El catolicismo romano
es, además, la religión ampliamente mayoritaria de la población, incluidos los
grandes clanes terratenientes del sur. El asunto llega a ser tan grave que hay
un levantamiento del propio hijo de Leovigildo, Hermenegildo, cabeza de la
facción católica. Hermenegildo pierde, pero su hermano Recaredo saca las
conclusiones oportunas y cuando llegue al trono no tardará en impulsar la
conversión formal del reino al catolicismo romano.
¿Era una sociedad teocéntrica?
Yo no sé si el término “teocentrico” es adecuado. Era una
sociedad eminentemente religiosa en la que el cristianismo se había convertido
en el horizonte cultural común y la
Iglesia actuaba cada vez más como legitimadora y al mismo
tiempo limitadora del poder.
¿Qué importancia tuvo la figura gigantesca de San Isidoro de
Sevilla, con obras tan maravillosas como su Laus Hispaniae?
San Isidoro fue el mayor sabio de su tiempo y es un perfecto
testimonio del nivel cultural que había alcanzado la España visigoda. Sabemos
además que no fue un caso aislado por su correspondencia con discípulos como
San Braulio o reyes como Sisebuto, cuyos textos, por cierto, nos muestran a un
sabio guerrero que componía en hexametros latinos y conocía a la perfección la Astronomía de
Aristóteles. La Loa
à España de San Isidoro, por otro lado, es un claro exponente de la ideología
del Reino de Toledo: la fusión de lo germano y lo Romano en un reino con
identidad propia.
¿Qué importancia tuvieron los Concilios de Toledo?
A partir de la conversión del Reino con Recaredo, los concilios
empiezan a convertirse en algo así como la Constitución de la España visigoda, y también
una suerte de Cortes. Los concilios hacen intocable la figura del rey, y al
mismo tiempo limitan expresamente su poder con cortapisas de tipo tanto
material como moral. Ningún otro reino germánico había sido capaz de
desarrollar una estructura institucional de este tipo.
¿Por qué no pudieron los visigodos contener la invasión musulmana?
Los musulmanes del otro lado del Estrecho llegan aquí en una
atmósfera de crisis gravísima donde se mezclan las consecuencias de la peste de
diez años antes y la sucesión de malas cosechas y hambrunas, con una guerra
civil entre dos facciones de la aristocracia goda y un agudo proceso de
fragmentación del poder. Una de esas facciones en lucha llama a los árabes en
su socorro y esta resuelve el combate en Guadalete, pero los dos bandos
visigodos sufren tal quebranto que el Reino queda desarmado. Los musulmanes se
encuentran con que no tienen enfrente ningún poder digno de ese nombre y obran
en consecuencia: se apoderan del pastel. Así murió el Reino visigodo de Toledo.
¿Quiere añadir algo?
La herencia visigoda resucitará setenta años después de
Guadalete en Asturias, cuando Alfonso II reivindica expresamente el “orden
gótico” para dar forma a su Reino. Por eso la huella visigoda no se perdió. Hoy
sigue siendo parte de nuestro patrimonio colectivo, de nuestra identidad.
Javier Navascués Pérez
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