Ni los asesinos ni los terroristas son verdugos



En la neolengua del sistema hay un término especialmente desafortunado, empleado desde los tiempos de los crímenes de ETA,  para nombrar a los asesinos: el  de "verdugos".

No es que se deba esperar mucho de la claridad conceptual ni del nivel intelectual de los servidores del Sistema como personas individuales, pero si que decepciona que la tremenda maquinaria partitocrática y de defensa de intereses partidistas que tienen detrás no les aleccione sobre el uso de algunos conceptos que están cargados de ideología.

Porque, por muy antipática que nos resulte su necesaria función, los verdugos son agentes de la  Justicia que ejecutan las penas, de forma significativa la Pena de Muerte.

No entramos  en la discusión sobre la legitimidad moral de la pena de muerte (en ocasiones legítima defensa social) y la todavía más discutida de la pertinencia en el sistema penal de un país (según el grado de desarrollo social puede ser innecesaria).

Ni a que delitos se aplica la pena de muerte o en base a que legalidad, legítima o ilegítima, se justifica (por ejemplo los asesinatos legales, ilegítimos, que, con el nombre de pena de muerte, se ejecutan en China o en EEUU)

Pero pena de muerte, y por tanto el concepto de verdugo, implica legalidad, juicio, delito, culpabilidad, defensa jurídica, etc...

Es decir, tras un juicio condenatorio de un tribunal legal, con garantías procesales y posibilidad de defensa legal, de un estado constituido con leyes penales, que juzga a un criminal, que ha cometido un delito, en el que la víctima inocente ha sufrido un daño,  el verdugo le aplica la pena dispuesta por la ley.

Llamar verdugos a los asesinos y terroristas es insultar a sus víctimas pues implica aceptar la legalidad de la organización que ampara al asesino y en el nombre de la cual actúa, y considerar culpable de algo a la víctima.

Que yo sepa ni un terrorista es un agente de un Estado, ni las víctimas son delincuentes que han cometido un delito por el que deban de ser castigadas.

Este es solo un ejemplo de cómo asumimos el lenguaje, que no es inocente y que lleva implícito el aceptar contenidos ideológicos, y nos hace ver que debemos estar siempre en guardia

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