Los enemigos de Cristo, a través
de su barcaza demoníaca flotante de la
ONU , lo ven cada día más claro. La técnica: el diferido; así
informa (con fecha de 11 de febrero), el digital Argentinatoday.org:
“La ONU
manda que para el 2030 toda la humanidad tenga un chip en el cuerpo, sino será
excluido”.
Lucifer,
el señor del NOM, opera con cautela y precisión infalible sobre sus descocados
cabritos; su técnica es la del liberalismo conducente a la socialdemocracia: dos
pasos hacia adelante, uno hacia atrás. El imperio del mal crece, progresa
democráticamente, al tiempo que el bien se achica y debilita. La masa de
perdición, ebria en su fiebre hedonista-nihilista, necesita de nuevos juguetes
y tónicos para vigorizar su ipseidad maltrecha.
El
contubernio luciferino de la ONU
sabe todo esto y mucho más; el mundo de las ideas necesita de estos
laboratorios para abrirse camino. La idea de colocar el consabido chip de
identidad universal a todas las personas del globo para el año 2030 (tesis
difundida alegremente por unos medios y desmentida con no menor ímpetu por
otros), no tiene nada de extraña, todo lo contrario, puesto que apela a una lógica
tecnológico-estructural natural en el NOM: al imponer el sistema biométrico universal
(suerte de panacea burocrática que hubiera hecho las delicias de un Fouché), se
permitirá con suma facilidad al Sistema contabilizar a la comunidad humana
planetaria como a las gambas de ojos saltones de una piscifactoría, con un
registro integral exacto, y con todas sus informaciones personales
actualizadas.
Esta
brutal medida totalitaria no sólo perpetraría una clara violación de la
privacidad de los individuos, sino la definitiva vuelta de tuerca del proyecto
luciferino en marcha: la implantación de la “Marca de la Bestia ”, con su numeración
debidamente encriptada (!); en Apocalipsis 13:16-18 podemos leer la
profecía de lo que viene: “Y asimismo que a todos, humildes y magnates,
ricos y pobres, libres y siervos, se les marcara sobre su mano derecha o sobre
sus frentes. De suerte que nadie pudiera comprar o vender, sino el que
estuviera marcado con el nombre de la
Bestia o con su nombre cifrado. ¡Aquí quien sea sabio!
Calcule el que tiene ingenio el número de la Bestia , pues es cifra que corresponde a un
hombre. Es su número: seiscientos sesenta y seis”.
La
cuestión filosófica pertinente, en fin, sería la siguiente: ¿acataría usted
sumiso cual borreguillo de matadero o gamba de ojos saltones -en el supuesto de
una inminente implantación del biochip- esta imposición totalitaria sobre su
propia piel? ¿Se dejaría marcar… el 666?
José Antonio Bielsa Arbiol
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