por Joseph Pearce
04 marzo 2019
Se dice, y es verdad, que quienes
no aprenden de los errores de la historia están condenados a repetirlos.
Otra forma de decir lo mismo es
decir que quienes ignoran el pasado se condenan a sí mismos y a los demás a sus
locuras y tragedias. Esto debería ser tan obvio que no habría que decirlo. Si
una persona no aprende las lecciones de su pasado y comete una y otra vez los
mismos errores patéticos, malogrando su vida y la vida de sus amigos, la
mayoría le reprocharíamos su ignorancia culpable. Y sin embargo, el laicismo
nunca aprende las lecciones de su pasado y comete una y otra vez los mismos
patéticos y espantosos errores, malogrando la vida de sus millones de víctimas
una generación tras otra. Es tiempo, pues, de señalar al laicismo con el dedo acusador y reprocharle
sin ambages su incorregible y culpable ignorancia.
El problema del laicismo (uno de
sus problemas, más bien, porque está lleno de ellos) es que lucha contra su
pasado. Anclado en el orgullo y el
prejuicio -lo cual lo asemeja psicológicamente al racismo-, considera que el
pasado y las personas que vivieron en él son intrínsecamente inferiores.
Se cree ilustrado, y se permite por tanto considerar el pasado como una edad
oscura. ¿Por qué aprender de personas primitivas como nuestros antepasados?
¿Qué tienen que enseñarnos?
Armado solo con las modas y
tendencias de su tiempo, el laicismo desprecia el pasado y pone su fe en
fantasías ideológicas sobre un futuro mítico. Desprecia la fe religiosa y la filosofía racional,
valiosos frutos de la civilización, y critica todas las guerras
de religión. Solo un credo sin raíces, ignorante del pasado, podía creer
seriamente que la religión - y no la ambición secular - está detrás de las
guerras que han asolado continuamente la historia del hombre. Cualquier estudio
de la historia muestra que es el secularismo y no la religión quien causa las
guerras. Incluso las llamadas "guerras de religión" fueron
los frutos cancerosos de la ambición secular, y que los gobernantes ricos y poderosos utilizaron el conflicto
religioso como una excusa o una cortina de humo para
encubrir su forma maquiavélica de manejar el poder.
¿Y qué hay de la propia historia
del credo laicista? El rechazo a la religión y la aceptación del ateísmo,
¿desembocaron en una era de paz?
No precisamente.
El primer gran alzamiento
laicista, la Revolución Francesa,
fue una revuelta anticristiana inspirada por el cientificismo ciego de la Ilustración y su
desprecio a la fe religiosa, y también por el desdén iconoclasta hacia la
civilización occidental inherente a las elucubraciones proto-hippies de Rousseau. ¿Produjo esta primera gran
Revolución laicista un tiempo de paz? Pues casi que no... Dio lugar a un Reino del Terror y al asesinato a
sangre fría de personas a un nivel raramente visto en los desdichados anales de
la Historia. En
su estela, y como consecuencia directa, Napoleón implantó
su dictadura y condujo a Europa a casi veinte años de guerra sangrienta. La era
del laicismo había desembocado en una era de guerras.
No queriendo aprender de los
errores del pasado, el siglo siguiente se condenó a repetirlos, con una plétora
de frustrados alzamientos socialistas que culminaron en la Revolución Bolchevique de 1917. Como
su antecesor laicista en Francia, la Revolución Rusa siguió un idéntico y predecible
patrón, y condujo a un Reino del
Terror en el que decenas de millones de personas fueron
sacrificadas en el altar del ateísmo.
Imitando las Revoluciones de
Francia y Rusia, el comunismo chino exigiría
decenas de millones de vidas más, cada una de ellas sacrificada en nombre del
“progreso” laicista.
Y esto nos lleva a los
nazis, los nacional-socialistas, tan
anticristianos y laicistas como sus rivales internacional-socialistas en Rusia.
Al igual que los socialistas franceses y rusos antes que ellos, los
nacional-socialistas hundían sus raíces intelectuales en las filosofías
laicistas anticristianas de los siglos XVIII y XIX, aunque los nazis preferían
el anticristianismo de Nietzsche al
anticristianismo de Marx.
Como otros laicistas, los nazis creían que los grandes problemas exigían un
Gran Gobierno para resolverlos; como otros laicistas, los nazis impusieron un
plan de estudios y forzaron a todos los niños a ser “educados” según las
creencias del gobierno; como otros laicistas, los nazis creían en la eugenesia
y en la eutanasia e impulsaban el aborto (salvo de los miembros de la Raza Suprema ); como
otros laicistas, los nazis odiaban el cristianismo, y condenaron a un enorme
número de cristianos a los campos de concentración.
Las pruebas son bastante
claras: el laicismo, en cualquiera de
sus versiones, es letal. Y, sin embargo, a pesar del catálogo
de horrores que ha desencadenado sobre la humanidad, la misma y peligrosa marca
laicista está creciendo tanto en Europa como en Estados Unidos. ¿Cuándo
aprenderemos? La inquietante respuesta es que no aprenderemos mientras no
aprendamos a respetar la historia y las lecciones que nos enseña.
Publicado
en el National Catholic Register.
Traducción
de Carmelo López-Arias.
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