Derecha



Si esto fuera un artículo de antropología, podríamos relatar cosas sorprendentes como que todas las culturas han conferido al término Derecha un valor positivo frente al término Izquierda. Y ello queda reflejado en mil costumbres como interdictos respecto al lado izquierdo del cuerpo; la prohibición en muchas culturas de tocar la comida con la mano izquierda, o simplemente el saludo universal con la mano derecha.

Incluso el lenguaje nos advierte de que hay personas diestras y siniestras, en referencia a usar la mano derecha o la izquierda. Pero trasladado a la política nos produce cierto pavor (en italiano a la izquierda se le domina la siniestra). Incluso la palabra Derecho (Right, en inglés), son homónimos de “derecha”. Y por las mañanas si uno no funciona bien decimos que se ha levantado con el pie izquierdo. Para colmo, el día del juicio final, Jesucristo, a los salvados los pondrá a su derecha y los condenados a su izquierda. De ahí viene, dice una tradición, que los jacobinos quisieron sentarse a la izquierda de la presidencia de la Convención para manifestar su rebeldía anticrítica.

Como ya viene siendo costumbre en esta tribuna, no puedo sino empezar con reflexiones aparentemente ajenas al tema a tratar; pero las necesito para no entrar de golpe en temas que escuecen. Hablando de la Francia revolucionaria y su “derecha”, hemos de recordar que ésta, reunida en torno a los girondinos, votó a favor de la ejecución del Rey. Francia se dividió en dos: la Francia católica contrarrevolucionaria y tradicionalista, por un lado; y, por otro, la revolucionaria, con sus dos o tres caras: entre las que se encontraban la derecha, la izquierda jacobina (que para colmo fue la moderada y la más sangrienta) y la ultra izquierda o diputados de la llamada “Montaña” o parte de superior de la Convención. Si uno no tiene claro que la “Derecha” era la versión conservadora y moderada de la Revolución, pero revolucionaria al cabo, nunca entenderá nada de Política (con mayúscula). Los girondinos pensaban que cediendo ante las presiones de los jacobinos y cediendo a sus exigencias, salvarían el cuello. Pero después de la del rey, caerían sus cabezas. Pues ese es el destino natural de la derecha: servir a la izquierda hasta que ésta puede prescindir de aquélla.

Lo relatado cae algo lejos en tiempo y espacio, pero es análogo de lo que acontece en la España democrática actual. La llamada Derecha (y no nos referimos a los sufridos votantes que ven como el partido por antonomasia les apuñala elección tras elección), no es ni más ni menos que la forma acomodaticia, acomplejada y conservadora, de la izquierda. Desde el nacimiento de la UCD, pasando por AP, y sobre todo en las diferentes etapas de deriva del PP, los programas y praxis de la Derecha política han ido a la saga de la Izquierda. Y ello, no sólo ocurre por acomplejamiento respecto a la hegemonía cultural de la izquierda, sino porque la Derecha no deja de ser una forma digerible para que durante 40 años el votante de “derechas” de siempre, acabe votando programas de izquierdas escondidos tras logos de partidos de derechas. Pero claro, tanto digestivo, al final provoca diarreas. Y en este caso, la derecha española, tras cuarenta años está en plena diarrea mental.

Stanley Payne, afirmaba hace poco que España es el único país de Europa que no tiene una Derecha política de verdad. Yo -con todo cariño- le contestaría que España tiene una Derecha de verdad, de la buena. Porque la finalidad política de la derecha, es vencer las resistencias sociales para que en ella se filtre el pensamiento y la praxis de izquierdas. En España, el partido que ha secuestrado a la derecha sociológica durante décadas, también la ha tornado vacua, reblandecida y desnortada. Durante décadas, el votante de derechas español ha ido penetrándose del programa, lenguaje, ideas y correcciones políticas propias de la izquierda. Con otras palabras. La casta de la política de “Derechas” ha transformado a la mayoría de sus votantes en izquierdistas de facto, aunque no se hayan enterado ni se enterarán jamás. Por eso, los pocos resortes que le quedan a la derecha política para distinguirse de la izquierda es apelar a sentimientos como el patriotismo, el materialismo económico y unos abstractos valores que nadie sabe concretar. Y si atendemos a sus niveles de corrupción, esa casta política de derechas no es que sea precisamente ejemplo de “valores” ni de nada.

Por eso podemos explicar un paradójico fenómeno. Cuando en Europa los partidos de derechas empiezan a flaquear por desgaste del tiempo, surgen por su derecha nuevos movimientos políticos, que a los expertos les gusta denominar populismos pero que al menos ofrecen nuevas categorías de “pensamiento fuerte”. En cambio, en España, cuando el partido por antonomasia de derechas ya da muestras de desgaste y agotamiento final, le surge como competencia un partido programáticamente de izquierdas y votado en buena parte por gentes de derechas. No hace falta decir que ese partido es Ciudadanos.

En cambio, ante el desgaste del PSOE, emerge un partido que le hace la envolvente por la izquierda y no por la derecha. Así, la anorexia política que está sufriendo el PP, está llevando a España a un corrimiento cada vez más acelerado hacia la izquierda. Si alguien piensa que defender la unidad y uniformización del Estado es de derechas (eje principal del discurso de Cs), que estudie la Revolución francesa y verá que ese era precisamente uno de los objetivos de la izquierda una vez hizo rodar la cabeza de Luis XVI: construir el gran estado francés, igualitario por definición y Unificado bajo los criterios educativos y legislativos de un Estado central.

          Por eso tampoco sorprende que la casta derechoide española actual haya sido la aliada más fiel de las directrices mundialistas y a la vez de los partidos nacionalistas disgregadores, con los que no ha cejado de pactar durante años de gobierno. Sí, en España hay más derecha que en Europa, si entendemos ésta como “la derecha de la izquierda”. Su labor ha sido tan eficaz que ha disuelto lo que quedaba de verdadero sentir tradicional, antirrevolucionario, verdaderamente patriótico y espiritual en muchas gentes que se denominaban de derechas, aunque en realidad sin saberlo simplemente eran el resto de lo que siempre había sido España. Pero que ahora les han hecho creer que España es el Estado español y la salvación de España pasa por armar un Estado según el modelo jacobino. Lo dicho, si no entendemos el verdadero y profundo sentido de la casta que ha monopolizado e instrumentalizado el concepto de “Derecha”, no entenderemos por qué el programa actual del PP es más radicalmente de izquierdas que el del PSOE de los ochenta del siglo XX. Y de paso, nunca seremos capaces de entender quién y por qué nos está traicionando, acuchillando y desangrando, con una sonrisa y una pegadiza melodía electoral.

Javier Barraycoa


Artículo publicado en LA GACETA el 14 febrero de 2018

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