El
esclavo Epicteto es, junto al emperador Marco Aurelio y el abogado Séneca, uno
de los tres grandes filósofos del estoicismo romano. Al igual que Sócrates, con
el que presenta no pocos puntos de contacto, Epicteto no dejó nada escrito. Fue
uno de sus discípulos, Arriano de Nicomedia, quien anotó las palabras de su
maestro, posibilitando la pervivencia de éstas. En este artículo revisaremos el
Enquiridión o “Manual” de Epicteto, que Arriano redactó como síntesis del
pensamiento de éste.
Filósofo de acusada actualidad, Epicteto es uno de los nombres
fundamentales del pensamiento estoico del siglo I de nuestra era, cuya
doctrina, lejos de desaparecer con él, no ha dejado de influir en los más variados
frentes (derecho romano, moral cristiana) y autores posteriores (Boecio,
Pascal).
Sin el Enquiridión, su obra capital, una
parte del ser humano habría quedado sin explicar. Esto es lo que, y con
independencia de su propia vinculación como pieza constituyente del estoicismo,
acrecienta para nosotros su interés, minimizado sin duda de cara al auditorio
por la historia oficial en beneficio de pensadores de mayor relieve filosófico,
aunque no menor aliento humano.
Consideramos así pertinente detenernos en esta figura hoy
algo olvidada, y no tanto por su mera condición de rareza como por todo cuanto
pudiera ofrecernos de nuevo a la luz del siglo XXI: sí, a unas “alturas” de la
historia en las que presuntamente todo ha quedado explicado. Sea como fuere, el
intento no habrá sido en vano.
I
EL FILÓSOFO: UN ESCLAVO LLAMADO EPICTETO
Escasos son los datos que poseemos en torno a la biografía
de nuestro autor, ajustando las fuentes su cronología vital entre los años 50 y
138 d. JC., habiendo nacido esclavo en Hierápolis, ciudad de Frigia, provincia
del Imperio romano. Llevado a Roma al parecer siendo todavía un niño, fue
vendido o entregado a Epafrodito, quien terminaría dándole la libertad.
Los primeros contactos de Epicteto con la filosofía los
adquirió asistiendo a las sesiones que impartía el filósofo estoico Musonio
Rufo, influencia decisiva que encaminaría a nuestro autor a adherirse a la
escuela de su maestro. Así, a los cuarenta años de edad, previa investidura de
las ropas propias del filósofo, comenzó a profesar públicamente el estoicismo.
Casi un lustro después, el año 94, las circunstancias
políticas obligaban a Epicteto a cambiar de residencia, marchando a la ciudad
griega de Nicópolis, en el Epiro. Comenzaba de este modo una nueva etapa. Allí
abrió una escuela y empezó a enseñar la doctrina estoica. Al margen de su
actividad intelectual, y pese a que llegó a gozar del favor del emperador
Adriano, vivía austeramente “en una casucha ruinosa, sin puerta y sin más
mobiliario que una mesa, un camastro y una lámpara de metal que, cuando se la
robaron, sustituyó por otra de barro”. Su vida contemplativa en Nicópolis
trascurrió así hasta su fallecimiento.
El lugar de Epicteto en la Escuela estoica
El esclavo Epicteto es, junto al emperador Marco Aurelio y
el abogado Séneca, uno de los tres grandes filósofos del estoicismo romano, el
llamado estoicismo nuevo, tercer y último período -además del más fructífero-
de la escuela estoica, cuyo origen estuvo en Grecia, aunque terminó por
sobrepasar sus fronteras, instalándose en Roma, donde difundió su doctrina a
través de figuras tales como Musonio, Hierocles, Atenodoro de Tarso, Apolonio
de Calcedonia y Antipatro de Tiro, entre otros. Sin duda, las obras más
difundidas del estoicismo romano son los magnos Tratados morales de
Séneca y las Meditaciones de Marco Aurelio; la obra de
Epicteto, en consecuencia, se ha visto ciertamente ensombrecida por el gran
cuerpo de éstas, pese a que en esencia en poco difiera de las mismas, tal y
como el Enquiridión nos confirma: el fin último de la
doctrina estoica es la búsqueda de la felicidad por medio de la sabiduría y la
virtud. Es, por tanto, una meditación esencialmente moral, aunque no por ello
los estoicos omitieran de su estudio las parcelas de la física y de la lógica.
José Antonio Bielsa Arbiol
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