Las redes etimológicas de la palabra
izquierda nos dicen todo sobre ella. Cualquier antropólogo sabe que la inmensa mayoría de lenguas y costumbres del mundo
generan una división ontológica entre el lado derecho y el lado izquierdo, sea
del cuerpo sea del cosmos. Por eso, cuando una persona es hábil, se dice que es
una persona diestra, igual que se aplica el término a los que utilizan la mano
derecha. En cambio, los zurdos usan la mano siniestra. Igualmente ocurre con el
inglés, la palabra right (derecho) se
puede aplicar a recto, a justo incluso a lo verdadero. En cambo la expresión
(que por cierto da nombre a una serie de televisión) leftlovers significa desecho o sobrante, lo menos querido.
Cuando una persona es sibilina
decimos que sabe manejarse con la mano izquierda. En cambio, si un hombre es
honrado decimos que una persona hecha y derecha. Incluso cuando alguien sabe
usar las dos manos perfectamente le otorgamos la categoría de ambidiestro (¿y
por qué no decimos ambisiniestro?). Lenin acusaba a los comunistas que decían
que eran de izquierdas. Eran famosas sus diatribas contra el “infantilismo de la izquierda”. Todo
ello se debe que en las lenguas eslavas, la raíz prav- significa tanto derecha como verdad. De ahí que el famoso
periódico comunista Pravda, vendría a
significar “la derecha” o “la verdad”. Como mínimo curioso título
para el periódico comunista por excelencia.
No podemos extendernos, pero en
miles de lenguas conocidas esta identificación de la derecha con la justicia y
el bien, y la izquierda con el mal y lo negativo es prácticamente universal.
Incluso en muchos pueblos tribales se prohíbe a las mujeres cocinar tocando la
comida con la mano izquierda, o bien se vigila que los camareros no toquen los
vasos con la misma mano siniestra pues la superstición hacer creer que se
envenenarían las bebidas. Cuando los musulmanes se sienten tentados por el
diablo, deben escupir a la izquierda pues según su creencia el ángel caído está
siempre en nuestro hombro izquierdo. Y en muchas culturas se considera que el
mal y las maldiciones siempre entra por el lado izquierdo del cuerpo y por eso
hay que protegerlo con anillos, pulseras y otros adornos, que no se colocan en
la mano derecha. El saludo universal con la mano derecha extendida implicaba
demostrar la intención de no esconder un arma, por tanto sinceridad y amistad;
no así el puño cerrado de la mano izquierda que denota desconfianza o peligro
de algo escondido en la mano.
Incluso en el Evangelio, en el relato
del Juicio final, se cuenta que Jesús llama a los salvados a su derecha y a los
condenados a su izquierda, igual que en su vida en la tierra mandó echar las
redes a sus discípulos por el lado derecho de la barca. Paramos aquí pues
tendríamos que escribir una biblioteca de antropología. Sólo tras la revolución
francesa, hubo un acto consciente de rebelión contra esta categorización
universal de la derecha y la izquierda. En un ataque de soberbia, y recordando
las palabras evangélicas del Juicio final, la izquierda se situó a la derecha
de la presidencia de la
Convención para autorrepresentarse como los condenados que se
habían rebelado contra Dios.
Desde entonces la izquierda, se ha
convertido en la asesina de la humanidad. Suena muy fuerte, lo sé. Pues lo diré
en otras palabras: la izquierda es genocida porque odia al hombre y odia al
hombre porque odia a Dios. La izquierda odia todo. Odia la historia y por eso
inventa las leyes de memoria histórica; odia el sexo y por eso ha inventado el
género y todas sus estrafalarias combinaciones; odia las patrias y por eso ha
inventado el internacionalismo; odia la catolicidad y por eso ha reinventado el
nacionalismo; odia la cultura y por eso ha inventado el multiculturalismo; odia
la tradición y por eso ha inventado la “derecha”
como sucedáneo letal para que a aquellos que les quedaba un poco de sentido
común, acaben creyendo que son conservadores y de derechas, pero acaban
pensando y actuando como dicta la izquierda. La izquierda odia la familia y por
eso se ha inventado mil tipos falsos de nuevas familias para confundir a las
buenas gentes; la izquierda odia la razón y por eso ha destruido la escuela
pública; odia la voluntad y por eso ha inventado la nueva pedagogía.
Seguiríamos, es interminable … pero
acabaremos con lo más importante: la izquierda odia la creación porque odia al
creador y por eso se ha inventado la ecología; y amando la ecología,
paradójicamente odia profundamente la vida y enmascara, bajo apariencia de
filantropía, el asesinato masivo de no nacidos, de ancianos y es la causante de
las mayores matanzas de la humanidad. La izquierda es simplemente genocida,
porque odia al hombre real; odia la realidad y por eso su crimen masivo lo
disfraza de utopía. Dice querer construir un hombre nuevo y una sociedad nueva,
pero lo único que busca es la destrucción de tradiciones, sociedades, cuerpos y
almas. Eso sí, ya lo hemos dicho, su mayor genialidad es haber inventado la “derecha” y el “conservadurismo” que son los reductos de los acomplejados que no
se atreven -por un extraño principio hipnótico- democrático- a levantar el
dedo, señalarles y sentenciar: ¡sois los asesinos de la humanidad!
Javier Barraycoa
Artículo publicado en LA GACETA el 20 junio de 2018
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