PUNTUALIZACIONES SOBRE LA CUESTIÓN DEL CIERRE DE LA CENTRAL TÉRMICA DE TERUEL (ANDORRA)



En el post publicado en este blog el pasado 19 de marzo, con el título “La farsa democrático-autonómica española”, hacíamos una referencia al problema del cierre de la central térmica de Andorra (Teruel) y a las ayudas que al mismo tiempo se estaban instrumentando para el tránsito a marchas forzadas de la tecnología basada en el motor de combustión al nuevo modelo de movilidad basado en los vehículos eléctricos. En ese post no hacíamos referencia a los mecanismos que las autoridades pretenden poner en marcha para hacer frente a los efectos del desmantelamiento completo de la industria carbonífera en España y, singularmente, en Teruel.

Desde instancias comunitarias, la Asociación de Comarcas Mineras Europeas (EURACOM), integrada por regiones pertenecientes a República Checa, Alemania, Rumanía, Estonia y Polonia, puso en marcha la Coal Regions in Transition Platform” que está tratando de arbitrar medidas que garanticen una “transición justa” en las economías de las regiones afectadas. En España, el liderazgo del proceso fue asumido desde el primer momento por las comunidades autónomas de Asturias y Castilla-León, y Aragón se sumó in extremis a los trabajos de la plataforma europea, evidenciando una aparente falta de interés político por este problema,…hasta que se puso de manifiesto el volumen de ayudas que podían estar en juego, o en otras palabras, el coste potencial de oportunidad de esa falta de interés.

Entre tanto, el sedicente gobierno de España ha elaborado un Anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, estableciendo una hoja de ruta inapelable con plazos perentorios para el tránsito al nuevo modelo energético. Pero, claro, el ir a remolque del dinero que ponga el Estado, procedente de la UE, para todos los grandes proyectos de inversión, asumiendo las comunidades autónomas únicamente el papel de gestores de las ayudas correspondientes, tiene además de sus ventajas, ciertos inconvenientes. El gobierno de Aragón se queja de que el artículo 23 del texto del Anteproyecto de Ley citado implica que, en la práctica, los gobiernos autonómicos pueden ser “obviados” – léase completamente ignorados – en la determinación de las condiciones y objetivos que han de integrar el contenido de los convenios a suscribir con las comarcas mineras en calidad de planes para una transición justa al nuevo escenario energético. Insisten en la necesidad de no favorecer a ENDESA, convertida en el gran chivo expiatorio de toda esta situación, lo cual resulta cuando menos curioso, porque es obvio que una empresa pública privatizada finalmente vendida, casi de saldo, a una empresa pública de otro Estado miembro evidentemente no va a tener ni de lejos el mismo interés que una empresa pública o privada nacional en el mantenimiento de la actividad y el empleo en la zona. Y así, el Gobierno de Aragón, en un nuevo brindis al sol, nunca mejor dicho, insta a promover una libre competencia que permita a las empresas aragonesas optar a los proyectos de energía fotovoltaica que sustituirán la potencia térmica de la central de carbón: toda una declaración de intenciones, sin duda. Existen razones para dudar seriamente de que las empresas que finalmente opten a los proyectos de energía fotovoltaica sean siquiera en su mayoría aragonesas y, desde luego, es una afirmación de carácter sci-fi, en el estado actual de la técnica, pretender que la producción de la central térmica de Andorra vaya a ser reemplazada sin más, en un horizonte de medio plazo, por la que se derive de un conjunto de plantas fotovoltaicas, que por el mismo motivo ya apuntado, necesitarán de una garantía de potencia adicional de origen no renovable.

De modo particular, y en relación con el citado artículo 23 y la disposición adicional cuarta del Anteproyecto de Ley, se cuestiona que se permita al titular de una central térmica o termonuclear obsoleta el cierre, con reserva de la capacidad de evacuación, que no revertiría a la red en perjuicio de otros operadores. El gobierno de Aragón aboga en sus alegaciones por el establecimiento de “criterios de transición justa que, en el ámbito de la libre competencia, favorezcan el desarrollo y la vertebración territorial, incorporando valor añadido al territorio, que tiene los recursos y sufre el cierre de centrales térmicas convencionales”. Estos objetivos son muy razonables, y resulta difícil no compartirlos, la cuestión es que nos encontramos en una situación límite a la que hemos llegado fruto de una desidia prolongada durante décadas, décadas en las que, simultáneamente, se ha venido invirtiendo un volumen astronómico de  ayudas en la provincia de Teruel, ayudas cuya eficacia real estamos visualizando, y por si todo esto fuera poco, ahora nos lanzamos a un cambio apresurado de estructura productiva, primero por decreto y a continuación tratando de tranquilizar a los agentes económicos con la promesa de nuevas ayudas. Este criterio afectaría además, según el ejecutivo autonómico aragonés, también a las centrales hidroeléctricas, cuyas concesiones de aguas queden extinguidas en los próximos diez años (unas 45), garantizándose a sus titulares acceso preferente a nuevas concesiones. Por tanto, los titulares de todas estas centrales, térmicas, termoeléctricas, hidroeléctricas, podrían sustituir, sin sujeción a competencia alguna, sus instalaciones por otras nuevas de generación a partir de fuentes renovables. ¿Se reconoce, pues, que hasta la fecha la liberalización de los mercados energéticos en España no se ha llevado a su puro y debido efecto? ¿Se han incumplido, entonces, las sucesivas Directivas comunitarias en la materia? Pero no hemos sido condenados en tal sentido, con carácter general, ni por la Comisión, ni por el Tribunal Superior de Justicia de Luxemburgo.

Damas y caballeros, juzguen por sí mismos los resultados reales del proceso liberalizador en el importe de sus facturas energéticas y, en general, en la evolución reciente del sector desde el colapso de finales de 2013 que precipitó la aprobación de una nueva Ley reguladora de cabecera, cuyos exiguos logros también aparecen a la vista de todos. A ello añadan el anatema furibundo e inapelable del Ministerio para la Transición Ecológica contra lo que, aunque sea remotamente, recuerde a hidrocarburos. Las invocaciones genéricas a la competencia constituyen una suerte de burla cruel al consumidor y, de hecho, el producto estrella de los últimos años ha sido el bono social y otras medidas similares, que sufragamos con cargo a impuestos y que tratan de hacer frente a fenómenos de “pobreza energética”.

Lo cortés no quita lo valiente, y por eso son dignas de elogio las medidas del gobierno dirigidas, a través de la administración educativa, al reconocimiento de competencias profesionales de los empleados de la central y de las empresas subcontratadas, destinadas a favorecer su reciclaje profesional y su reincorporación al mercado de trabajo en condiciones favorables. Pero este esfuerzo tan encomiable puede quedar frustrado si finalmente no se logra atraer o mantener nuevas inversiones productivas en las zonas afectadas, que permitan diversificar la actividad económica a través de proyectos viables que respondan efectivamente a los recursos y a las capacidades disponibles. 


JAVIER ALONSO DIÉGUEZ

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