Un mexicano que vive en España tumba las sandeces de
López Obrador.
El presidente de Mexico, el masón López Obrador, ha enviado
una carta al Rey Felipe VI pidiendo que España se disculpe por la
conquista de México hace 500 años; han corrido a sumarse rufianes, batasunos y
podemitas, que tampoco se soportan a sí mismos.
Nosotros (Dolça Catalunya) hemos recibido carta de un mexicano vecino de
Barcelona:
“Gracias, España, por nuestra fe, por nuestro Diosito,
nuestra Virgen de Guadalupe, nuestras procesiones, nuestras cofradías, todas de
nombre español.
Gracias, España, por nuestros misioneros, nuestros
frailes y jesuitas que llegaron de España para educar nuestros cuerpos y
nuestras almas; por la primera misa en Cozumel, por los 12 franciscanos de fray
Martín de Valencia, por fray Motolinía, fray Andrés de Olmos, fray Bernardino
de Sahagún, fray Gerónimo de Mendieta, el penitente fray Antonio de Roa, fray Juan
de Zumárraga; por los beatos mártires de Tlaxcala, indios cristianos asesinados
en 1527 por confesar a Cristo; por el beato Sebastián de Aparicio, el de las
carretas; y por San Felipe de Jesús, mexicano mártir en Japón a los 24 años en
1597; por San Pedro de San José, por los mártires jesuitas ensanchadores de
México; y por fray Antonio Margil el de los pies alados; y hasta San Junípero
Serra, el misionero del norte.
Gracias, España, por estar por encima de tu tiempo y
de la Inglaterra
u Holanda, y subordinar los objetivos mercantilistas de la Conquista a “la
predicación del Evangelio” y al ascenso civilizatorio, como estableció Felipe
II en sus Ordenanzas de 1573.
Gracias, España, por nuestros reyes, que nos dieron las
Leyes de Indias para ordenar a virreyes, presidentes, audiencias,
gobernadores y justicias reales, arzobispos y prelados eclesiásticos “no
recibir agravio alguno en nuestras personas y bienes, y ser justamente
tratados”, mientras en las 13 colonias inglesas se masacraba a los indios.
Gracias, España, por el exagerado Bartolomé de Las
Casas y el justo Francisco de Vitoria.
Gracias, España, por nuestra raza, por mezclar tu
sangre con la nuestra, desde Martín Cortés -hijo de Conquistador y doña Marina,
que recibió del rey el hábito de Santiago- hasta el virrey José Sarmiento,
conde de Moctezuma; por rechazar el exterminio y la xenofobia que practicaron
los anglosajones en el norte.
Gracias, España, por librarnos del tirano Moctezuma que
esclavizaba a 371 pueblos mexicanos y los sometía al ídolo antropófago
Huitzilopochtli / Huichilobos, al que sacrificaba cada año 20.000 corazones
humanos.
Gracias, España, por darnos a nuestro heroico fundador,
Hernán Cortés, que conquistó Tenochtitlán con apenas 900 hombres frente a
150.000, y quien se tenía en nada porque “una obra tan grande se acabó por el
más flaco e inútil medio que se pudo hallar, porque sólo a Dios fuese
atributo”.
Gracias, España, por nuestra Real Universidad de México
de 1551 que copiasteis de Salamanca, y la de Mérida, y la de Guadalajara,
y los colegios y escuelas donde se formó nuestro pueblo.
Gracias, España, por traernos la primera imprenta de
América, sucursal de la imprenta sevillana de Cromberger, y el primer libro
americano, ‘La Escala
espiritual’ de San Juan Clímaco.
Gracias, España, por nuestros autores del Siglo de Oro,
por nuestro historiador Fernando de Alva Ixtlilxochitl -hijo de los reyes de
Acolhuacán y Tenochtitlán-, que recogió por orden del virrey la historia de
nuestros pueblos indígenas; por nuestro Ruiz de Alarcón nacido en Taxco,
comparable en tantas cosas a Lope de Vega y Tirso de Molina; y por Bernardino
de Sahagún, que recogió nuestra etnografía en náhuatl en el mismísimo siglo
XVI.
Gracias, España, por nuestros Sessé y Mociño, que nos
catalogaron más de 1.000 especies de plantas.
Gracias, España, por la Escuela de Minería, el Observatorio Astronómico,
el Museo de Historia Natural y otros, que hicieron decir a Alexander von
Humboldt que “ninguna ciudad de este continente, sin excepción de las de
Estados Unidos, presenta establecimientos científicos tan grandes y
sólidos como los de la capital de México”.
Gracias, España, por nuestros conventos y campanarios, por
las ciudadesrectangulares, con su plaza mayor, por Chihuahua, Guanajuato,
México, Veracruz, Mérida o Acapulco, por la magnífica Casa de Cortés en
Cuernavaca, inspirada en el palacete de Piedras Albas de Trujillo, o el precioso
ayuntamiento de Tlaxcala a la andaluza, por las vecindades, por los
templos-escudo, por los conventos de Acolman, Ixmiquilpan, Actopan, Zacualpan,
Atlizco o Huejotzingo; por la catedral de Puebla que es como la de Valladolid,
o la herreriana de México, y la de Guadalajara, Oaxaca y Mérida, tan parecidas
a la de Jaén.
Gracias, España, por tus pueblos-hospital como los
que levantó Vasco de Quiroga en Michoacán, donde aprendimos fe y oficios.
Gracias, España, por las joyas barrocas del
Sagrario de la catedral de México, el convento de Tepozotlan, Santa Prisca de
Taxco, Santa Rosa de Querétaro, el retablo de Ocotlán o Santa María de
Tonantzintla en Puebla.
Gracias, España, por nuestras fiestas, nuestros
carnavales, semanasantas, romerías, sanisidros, peregrinaciones,
corpuschristis, santiagos, diademuertos, patronales y Navidad.
Gracias, España, por los toros que corremos desde
que Cortés llegó de Honduras; por Gaona, Arruza y el Maestro de Saltillo.
Gracias, España, por nuestro corrido y mariachi, nacidos
del sobrio romance español octosílabo; por nuestro son, nuestro jarabe, nuestra
tapatía y toda nuestra música zapateada, derivada del folclore español; por los
autos sacramentales y los villancicos, por las misa con cantos y bailes aztecas
de fray Pedro de Gante.
Gracias, España, por aceptar nuestros tomates y maíz, y por
traernos nuestro trigo para tortillas, cebada, centeno, avena y mijo, vid
y olivo, lentejas, habas, guisantes y garbanzos, lechugas, escarolas, cardos,
acelgas, berzas, coliflores, cebollas, puerros, espárragos, alcachofas,
espinacas, berenjenas, nabos y zanahorias, café, perejil, laurel, comino,
jengibre, calabazas, pepinos, limones, sandías, naranjas, melones, limas,
manzanas, peras, melocotones, cerezas, granadas, higos, fresas, almendros,
avellanos, piñoneros.
Gracias, España, por obligarnos a dejar de comernos unos a
otros, y por traernos la ganadería, caballos, vacas, gallinas, puercos,
bestias de carga y leche, mulas, burros y borricos, y la Mesta trashumante, y la
hacienda y el rancho, y hasta el gusano de seda.
Gracias, España, por nuestra gastronomía mestiza, que
junta la cocina indígena con los pucheros, asados, carne de puerco y carne
desecada a la española.
Gracias, España, por nuestros vestidos, porque a la
fibra de maguey juntamos la lana y el algodón en los tornos de hilar españoles,
y nos pusimos sombrero, y llevamos al hombro mantas rayadas como las alforjas
españolas, y usamos vuestro cuero en zapatos y atelajes.
Gracias, España, por darnos la cerámica de Puebla y
el vidriado que trajisteis de Talavera de la Reina.
Gracias, España, por traernos las ferias y mercados como
el de Veracruz o Jalapa, y el Camino Real de Querétaro, Guanajuato, Zacatecas y
Chihuahua, por los buhoneros, maromeros y varilleros.
Gracias, España, por nuestra lengua española de
más de 600 millones de hablantes, por habernos dado gramáticas que dignificaron
y conservaron nuestras hablas indígenas, por las 109 obras escritas entre
1524-1572 en náhuatl, tarasco, totonaco, otomí y matlazinga.
Gracias, España, por nuestra hidalguía de dones y
doñas.
Gracias, España, por los juegos de cañas, de
sortijas, por las carreras, los naipes y la montería.
Gracias, España, por la misteriosa Llorona, que nos
vino de la Serrana
de la Vera en la
sierra de Gredos.
Gracias, España, por la familia extensa, con abuelos,
tíos y primos, por el compadrazgo, por las tertulias a la puerta de la casa,
por nuestros apellidos españoles, por defendernos de la minoría criolla
amasonada que quiso despotizarnos ilustradamente.
Gracias, España, por dejarnos un territorio mucho mayor del
que supimos mantener tras la independencia.
Gracias, España, por hacer México.
Y gracias, España, por traernos al abuelo del populista
Andrés Manuel López Obrador, que aquí se ganó la vida sin pensar que un día su
nieto acusaría miserablemente a sus abuelos, tíos y primos de asesinos y
expoliadores”.
Pues ¡Que viva México! Andrés Manuel y que te den.
Fuente: Dolça Catalunya
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