Taxonomía de las feministas (extrapolable a las demás "causas" progres)


Foto: LEVANTE - El mercantil valenciano

En la liga de baloncesto de Valencia a una iluminada edil feminazi se le ocurrió mezclar el agua con el aceite, o sea que la liga fuera mixta como demostración palpable de la igualdad de mujeres y hombres. Ocurrió lo que tenía que ocurrir, la mezcla no es posible como los menos capacitados intelectualmente saben.

 Ofrecemos a continuación unos interesantes párrafos del artículo publicado por Candela Sande en Actuall que aclaran lo de la inteligencia para aplicar medidas como la que nos ocupa y preocupa.

«(...) conviene saber que hay tres tipos de feministas. No es una taxonomía exclusiva del movimiento, sino que puede aplicarse a cualquiera de las sucursales monográficas de la izquierda: ecologismo, movimiento LGTB, animalismo, indigenismo, y lo que ustedes quieran.

El primer tipo es la feminista profesional. Es la que mueve todo el cotarro, vive del feminismo o espera vivir de él, y tiene clarísimo de qué va, es decir, que si quiere durar en su puesto tiene que ignorar cuidadosamente toda muestra de machismo en la izquierda, por flagrante que sea, salvo instrucciones precisas del alto mando.

Es un personaje realista, y su objetivo es un cargo o algún tipo de bicoca o, en todo caso, beneficiar a algún partido o grupo de izquierdas. En el mejor de los casos, cree que las políticas feministas pueden dar ventajas a las mujeres y ella, al fin, es una mujer. No tiene que ser necesariamente, ni suele serlo, el genio de la lámpara, pero sí es lo bastante lista para saber que la inmensa mayoría de lo que dice es falso.

El segundo tipo es la grouppie. Constituyen el grueso en la diversas movidas, marchas multitudinarias y mensajes en redes sociales. Su feminismo tiene la profundidad de un charco. Es feminista porque mola ser feminista y porque decirlo puede atraer la atención sobre ella momentáneamente, e incluso hacerla parecer inteligente. Es absolutamente gregaria y abandonaría el feminismo en menos tiempo del que tardo yo en decirlo si no estuviera de moda o le hiciera quedar mal. De hecho, en su vida personal el feminismo, fuera de algunos comentarios acabados en “tía”, no pinta absolutamente nada, ni en su relación con sus congéneres, ni con su familia ni con los chicos. Cero.

Y el tercer grupo son las true believers, las fanáticas, las que se creen todo el rollo ocultista conspiranoico del Patriarcado Opresor y echa la culpa de todos los males al aborrecible sexismo, empezando por sus innumerables fracasos personales. Esta es un peligro, y por eso, aunque se la usa con largueza como fuerza de choque, no se le deja que se acerque a puesto alguno de responsabilidad.

La primera, pragmática, sabe que la regla esencial es no poner nunca a prueba la teoría. Hay que gritar que las mujeres son idénticas a los hombres en todo y que el género es un ‘constructo cultural’ y repetir la pretenciosa sandez de la Beauvoir, esa geisha de Sartre, de que “una no nace mujer, sino que se hace”, pero sin forzarlo. Se hablará de que las mujeres están tan capacitadas como los hombres para ocupar puestos directivos, pero exigiendo cuotas, no animando a las mujeres a que lo peleen; se pedirá la paridad al 50%, pero en el Parlamento o el Consejo de Administración, no entre los poceros o los peones de albañil. En general, no se pondrá a sí misma en ridículo ni su teoría poniéndola realmente a prueba.

A la grouppie el asunto, más allá de explotarlo para su lucimiento o diversión, no puede importarle menos.(...) »

El artículo a que se refiere la autora en el suyo podemos leerlo en LEVANTE - El mercantil valenciano

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