El 28-A abre un nuevo paradigma



Ya está, se resolvió la incógnita. El resultado electoral es el que es. Punto. Quien ha ganado o perdido, de modo absoluto o relativo, está todavía por ver, y todo condicionado a la capacidad de ser relevante o decisivo, tanto para la formación del Poder Ejecutivo como, no lo olvidemos, para el Legislativo. En España han estado tan íntimamente ligados que no somos conscientes que quizá en esta legislatura podamos ver que son dos distintos.

Bajar mucho en escaños pero ser necesario para formar gobierno como en el caso de Podemos puede ser un éxito, subir mucho y no poder hacerlo como Ciudadanos, un fracaso. Justo lo contrario de lo que ocurrió en Andalucía. El PSOE dispone de la varita mágica.

Cuatro impresiones generales, fuera del análisis partitocrático, que obviamente hacen mucha referencia a VOX ya que es la novedad de estas elecciones y han condicionado el resultado.

¿División derecha-izquierda? Nuevo paradigma

A primera vista se podría decir España se mantiene dividida casi a mitades, 42,9% la «izquierda» y 42,8% la «derecha». Y que esa traducción en escaños no se da, simplemente, por la fragmentación de voto. ¿Es útil y real este análisis? Creo que no, y que los resultados de estas elecciones van a poner de manifiesto que usar esta simplificación no va a ayudar a análisis correctos.

Son el PNV y JxCat partidos, ¿de izquierdas?, cómo encajamos entonces el PSC. Ciudadanos, ¿de centro-derecha? ¿Es un partido como VOX de extrema derecha o de derecha extrema? Parece que no.

Esto supone que el análisis ha de ser multivariante, en el que la denominación específica será muy importante – liberal, socialdemócrata, conservador, comunista, socialista, …–. También que la cuestión de la «unidad de España» es un elemento importante, pero que en muchos casos no será el que condicione las leyes.

Una manera gráfica de verlo es que asistimos al fin del bipartidismo, que cae a su punto más bajo, el 45,38% de los votos.

La reducción a la división derecha-izquierda ya no sirve. O sólo sirve para decir que hoy, España, es mucho más de izquierda, signifique eso lo que signifique, desde el momento en que un partido como VOX es considerado como la derecha extrema. Un partido que analizado con esos criterios estaría a la izquierda de lo que lo que era Alianza Popular hace unas décadas. Así es España hoy.

Para España un malísimo resultado

Para España los resultados son malos, muy malos. No tanto por el posible gobierno, no es descartable alguna solución PSOE con Ciudadanos. Más bien por el terrible escenario que arrojan las urnas. En el País Vasco ni PP, ni Cs, ni VOX obtienen representación, todo ello empeorado por los cuatro diputados de Bildu.

En Cataluña PP sólo un escaño en las cuatro provincias, Ciudadanos baja mucho, y, sinceramente, muchas propuestas del PSC no difieren de las de CiU de hace décadas. Que en Galicia el partido que sirve como valladar sea el PP de Feijó no es un motivo de júbilo. Y los resultados en Baleares y el Reino de Valencia son para echarse a temblar para una «anschluss» pancatalanista.

Fin del voto cautivo y de la patrimonialización del voto

Algunos líderes del PP y especialmente periodistas afectos, han responsabilizado a VOX del resultado, como si los electores hubiesen traicionado al partido, y no al revés. Durante la campaña y después.

En el fondo de lo que se quejan es de que «han perdido el poder», o que lo ha ganado Sánchez, que para el caso es lo mismo. No más. Lo único importante. Los principios defendidos no eran tan importantes.

Varias décadas considerando que los votantes «eran» del Partido Popular, se hiciese lo que se hiciese, han dado pie a esa interpretación. Votantes que también han tenido su parte de culpa, todo hay que decirlo. Si después de la primera legislatura de Rajoy, para muchos considerada como la tercera de Zapatero, todavía Rajoy tuvo un eficaz resultado en 2016, no se le puede atribuir toda la responsabilidad al PP.

Con la seguridad con la que un padre le dice a un hijo adolescente «si no quieres hacer las cosas así, te vas de casa», Rajoy en 2008, en el congreso del partido dijo aquello de que «si alguien quiere irse al partido liberal o conservador, que se vaya». Un análisis de brocha gorda de los resultados puede darnos una idea, de los tres millones de votos perdidos, uno se va al partido liberal y otro al partido conservador.

Esta situación ya la vivió el PSOE las pasadas elecciones con Podemos. Es muy probable que en el futuro cercano este fenómeno, a derecha, izquierda y centro cambie el modo en el que los partidos políticos defiendan sus postulados. Los electores ya son más exigentes, el cambio de voto supone una ruptura en muchos casos también emocional, la política no volverá a ser igual. Una desvinculación afectiva que puede abrir oportunidades a nuevas formaciones políticas. Que sean aprovechadas o no dependerá de muchos factores.

Porque estas elecciones ponen de manifiesto también un cambio de tendencia en los motivos de voto. Ha saltado por los aires la convergencia en los programas electorales en temas morales y de valores, que podríamos sintetizar en los principios no negociables explicitados por Benedicto XVI y en el caso de España la cuestión territorial. Una convergencia que tenía que ser asumida sin rechistar por los electores.

Sorprendentemente, para los partidos políticos, los electores no se han movido por la economía, ni por las soluciones propuestas a aspectos técnicos. Que haya ocurrido esto con tanta virulencia hay que agradecérselo a VOX. Al margen de la identificación con sus propuestas, o con la intensidad de las soluciones que exponían, es indudable que es uno de los grandes éxitos de este partido. Se va a poder volver hablar de todo, a proponer todo. Se le ha perdido el miedo a la descalificación, a no ser aceptado por la corriente mayoritaria. En contrapartida, los electores nos volveremos más exigentes con el resultado del voto. Como mínimo se podrá «castigar», y ya se sabe que el miedo guarda la viña.

No es descartable que esta nueva situación también pueda ser aprovechada por nuevas formaciones políticas o refundación de antiguas. Soy optimista.

Adiós «partidos católicos», hola «católicos en política»

El cuarto aspecto que me parece más reseñable en estas elecciones es el fin de cierto grado de tutela que ejercía la jerarquía eclesiástica desde la Transición. Especialmente con «la derecha», aunque no sólo.

El panorama que se presenta, por primera vez, es el de la irrelevancia de lo que vulgarmente se llama «los obispos» en la vida política. Sería injusto no señalar que los responsables son ellos mismos con su actuación durante estas cuatro décadas. Pero no es el objeto del análisis.

Que los votantes «de la derecha» hayan dejado de ser rehenes del Partido Popular, mucho o poco, da igual, es gracias a VOX. Puede que en el futuro aparezcan otros, pero hoy lo es gracias a la aparición de un partido que con los criterios tradicionales podemos considerar a la derecha del PP.

Una alternativa que durante décadas ha sido desmotivada, cuando no dinamitada, por intereses eclesiásticos. Es un hecho al margen de la consideración que se tenga de esa actuación.

Un factor importante para la irrupción de VOX es que esta vez no se pidió permiso, no se dependió de la «bendición eclesiástica». Suena duro, lo sé. Antes de este VOX y los primero años de la formación política, parecía que el éxito de cualquier iniciativa de católicos debía pasar por la Conferencia Episcopal. Es fácil tirar de hemeroteca y comprobar los lamentos porque PopularTV, La 13 o la COPE no daban cobertura, en el mejor de los casos, cuando no un ataque directo.

Ha habido también un cierto clericalismo por parte de los partidos, en el peor sentido, en el de aprovecharse de lo que se consideraba un caladero de votos, un aprovechamiento de medios de comunicación o en el de creerse cada uno que era «el partido de los católicos»

Quizá dos anécdotas puedan visibilizar la nueva situación. La primera la inusitada carta del arzobispo de Granada, que muy al estilo eclesiástico, desaconsejaba el voto a VOX, aunque sin nombrarlo, y animando al voto útil al PP. VOX obtuvo en las elecciones andaluzas 46.952 votos (11,38 %), en las generales ha tenido aumentó a 73.542 (14,11%). El porcentaje del PP bajó.

La segunda, la queja del periodista Antonio Jiménez en 13TV de que Santiago Abascal no acudiese a su plató para una entrevista los últimos días de campaña, cuando la cadena había proscrito a la formación durante años.

Me parece que este cambio es positivo. También para la Iglesia en España que gana en independencia, abre el camino a otras iniciativas políticas y, por fin, se da un paso más en la responsabilidad de los laicos en la política sin servirse de la Iglesia.

Por contra, ahora, la Iglesia se encuentra con interlocutores políticos también más independientes en sus agendas. Más independientes y en la mayoría de los casos más hostiles: PSOE, Podemos, Cs,… Es muy probable que esto facilite un aumento de la autoridad moral y libertad en la denuncia.

Lo que es indudable es que en muchos aspectos estas elecciones tienen más repercusión de la simple formación de un gobierno de izquierdas. Está todavía por ver cuál va a ser el impacto de la tremenda disminución de cargos electos. Por un lado provocarán problemas internos y por otro no es descartable la aparición de nuevas formaciones que atomicen más la política.

También es una incógnita cuál va a ser el futuro de VOX, si se va a institucionalizar asumiendo el papel de partido conservador o seguirá con sus modos actuales. En unas pocas semanas, nuevas elecciones, que reconfigurarán todavía más el paisaje político.


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