SIEMPRE GANA EL MISMO


Mucho se ha escrito, y seguirá escribiéndose en lo sucesivo, sobre los resultados de las recientes elecciones generales celebradas el pasado domingo 28 de abril. En cualquier caso, quiero aclarar que estas breves líneas no pretenden ser un análisis meramente político de tales resultados. Se insertan, más bien, en una suerte de consideración metapolítica de estos mismos resultados electorales.

La inspiración inmediata procede de un comentario escuchado al pasear por una conocida vía peatonal de la capital aragonesa. Mi propósito, declarado ya en este momento, consiste en elevar esa anécdota si no a categoría, al menos a elemento de reflexión seria y ponderada. Porque, pensándolo despacio, el argumento afecta, en mayor o menor medida, a todos los grupos políticos conocidos, de cierta relevancia.

Dos señoras, de mediana edad, caminaban por esa calle, en la que en aquel momento se encontraba instalada una mesa publicitaria o propagandística de la agrupación política “RECORTES CERO”. Dudo de si el comentario proferido por una de ellas respondía o no a la presencia de esa formación política en la vía pública o si, más bien, aquél se produjo con ocasión de esa presencia haciendo una reflexión más general. El caso es que la frase, aproximada, desde luego, no textual, fue algo así como “todos los políticos hablan de pagas, de prestaciones, de bienestar, …, ninguno habla ya de trabajo; personalmente, prefiero tener la oportunidad de ganarme la vida trabajando a tener que esperar a que los políticos me den de comer”.

¿Quién ha ganado las elecciones? El tinglado, el “sistema”. No se equivoquen, no ha ganado ni el partido tal ni el partido cual. Todo tiene que cambiar cada cierto tiempo, para que todo siga sustancialmente igual. Seguirá creciendo el poder del sector público, sobre los cada vez más exiguos despojos de sociedad civil remanente. Y cada paguita, cada prestación, seguirá autogenerando su cohorte de funcionarios o parafuncionarios destinados a gestionarla. Si hace falta – ¡para qué engañarse¡, con relativa frecuencia la hace -, se crea un “problema social” para gestionar el presunto remedio, mientras se dejan de lado o se “minimizan” en lo posible los problemas reales, entre ellos singularmente el volumen de desempleo en España. Lo que importa es que ni usted ni su familia, ni su comunidad de vecinos, ni la empresa en la que trabaja funcionen al margen de los designios de la gnosis pretendidamente tecnocrática imperante, que hagan lo que hagan todo esté perfectamente registrado y que tenga como condición ineludible de factibilidad el contar con el respaldo legal y económico del Estado o de cualquiera de sus terminales capilares.

JAVIER ALONSO DIÉGUEZ

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