Foto: El Confidencial
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En
su edición digital del pasado 21 de junio, El
Confidencial publicaba un artículo firmado por Héctor G. BARNÉS con el
título que encabeza estas líneas. Las entradillas que aparecen inmediatamente a
continuación son muy expresivas: “¿RENTA
BÁSICA O CONTROL SOCIAL? Propuestas como la renta básica no tienen como
objetivo proporcionar más libertad a la población, sino solucionar los
problemas sociales a través del cambio interno del individuo”.
Monna MANNEVUO es una investigadora del “Centre
for Parliamentary Studies” del Departamento de Historia
Contemporánea, Filosofía y Ciencia Política de la Universidad de Turku
(Finlandia). Ha desarrollado múltiples trabajos en áreas tan diversas, y al
mismo tiempo tan conexas, como la teoría de los afectos, la historia de las
emociones, cibernética, historia del trabajo, neurociencia, estudios
culturales, “ciencia feminista”,
estudios sobre ciencia y tecnología o estudios críticos sobre procesos de
racionalización y “neuroculturas”.
En lo que ahora nos interesa, decidió en un momento
dado llevar a cabo una investigación en torno al experimento finlandés de
implantación de un programa de renta básica. Sus conclusiones resultaron
inquietantes: “nada era lo que parecía”.
En realidad, la cuestión decisiva no era la efectiva implementación de aquella
controvertida medida de protección social que durante décadas había estado en
el candelero académico-político. Se trataba, en realidad, del primer paso en
una serie de experimentos conscientemente diseñados con el objetivo de guiar al
rebaño de la población fracasada por el sendero correcto. Utilizando una
fórmula lapidaria, MANNEVUO habla de “organizar
a los desorganizados y controlar a los incontrolados”.
Se entrevistó con algunos consultores de TÄNK, el think tank que puso en marcha el experimento. Los expertos de esta
organización, evocando explícitamente a ciertos iconos de la cultura
audiovisual, la gente, en general, se parece más a Homer SIMPSON que al doctor
SPOCK, y “eso hay que tenerlo en cuenta
al hacer política”. “La gente es irracional que racional cuanto
toma decisiones (…). Sobre todo, si hablamos de la sociedad finlandesa, que
financia y sufraga los gastos médicos, por lo que es su responsabilidad
intentar que estos costes no se produzcan”.
El objetivo último de esta clase de experimentos
consiste en liberar al parado de la ansiedad y la depresión sin tener para ello
que cambiar el funcionamiento global del sistema en el que vive. La solución
que se instrumenta para eliminar esas externalidades
negativas de nuestras malas decisiones viene de la mano de lo que se
designa como “política de empujones”,
que consiste básicamente en empujar a
la población irracional para que haga
lo correcto. “Cuando entiendes las
falacias relacionadas con la toma de decisiones de la gente, sus sesgos y
atajos, la heurística, con su ayuda puedes guiarla”. La investigadora filandesa afirma que el caso de la
renta básica es una de las expresiones más claras del neuroliberalismo, el punto en el que se juntan los principios del
neoliberalismo económico con medidas sociales derivadas de los hallazgos de las
ciencias del comportamiento.
Un poderoso conglomerado, un siniestro lobby integrado por economistas y
psicólogos, trabaja sin descanso sobre la premisa de que la mejor manera de
conseguir que la sociedad funcione de manera supuestamente óptima ya no se
encuentra en la imposición coactiva de normas, sino en el diseño inteligene de
experimentos que desvelen los mecanismos que permiten corregir los
comportamientos inadecuados de cada cual, naturalmente “por su propio bien”.
Pura ingeniería social. La renta básica finlandesa, en este sentido, no tiene como
objetivo proporcionar una mayor independencia económica a sus beneficiarios ni
restar poder de negociación a las empresas, sino más bien curar psicológicamente a los desempleados.
En efecto, como apunta MANNEVUO, en la presentación más difundida del nuevo
programa del gobierno finlandés de renta básica “se presume que esta mejorará la salud mental y física y restaurará sus
recursos cognitivos sanando el sufrimiento causado por el desempleo”. “Por lo tanto, el estado neuroliberal ve un
gran potencial en la renta básica como una ruta hacia una inclusión social que
genere un sentimiento de pertenencia y que anime al emprendimiento”. Pertenencia, emprendimiento, salud mental. Todos
estos mantras suenan bien, extraordinariamente bien, suenan modernos y suenan
en plena sintonía con la corrección política imperante. En realidad, ahí reside
el auténtico problema: todos estos cambios se están perpetrando a través de una
paulatina, silenciosa y definitiva invasión y colonización de nuestras vidas,
en lo que todavía conservan de propiamente humano, de personal.
“Aunque el
programa del gobierno incluya este ensayo entre sus proyectos de bienestar y salud,
su objetivo explícito es ofrecer mayores
incentivos al empleo animando a los ciudadanos a que sean responsables
de sus propias vidas”, señala MANNEVUO. Es la respuesta que las sociedades
neoliberales han adoptado tras la crisis financiera de la pasada década y la
imposición de la llamada “austeridad”, otro término, de significado indudablemente
positivo, bajo el que frecuentemente se desliza, como de contrabando, la
perversa jerarquía de valores de los nuevos amos. En efecto, una cosa es no
gastar más de lo que se deba, como regla de funcionamiento ordinario de las
Administraciones Públicas, reservando el endeudamiento para acometer
operaciones de inversión, y otra, bien diferente, que se eliminen más y más
prestaciones de la cobertura del seguro público de asistencia sanitaria, al
tiempo que se incrementan los recursos destinados a la “cirugía de género”, al aborto y, finalmente, a la eutanasia. El
objetivo final de esta clase de experimentos es liberar al parado (o al pobre,
al marginado social) de lastres como la ansiedad y la depresión sin tener que
cambiar el sistema socioeconómico en el que vive. Resulta mucho más sencillo que los propios afectados decidan “libremente”, animados por suaves empujoncitos,
cambiar por sí mismos.
Uno de los libros de
cabecera de esta corriente es el de Cass R. SUNSTEIN y Richard THALER (Premio
Nobel de Economía 2017), asesores del presidente OBAMA, titulado precisamente Un nuevo empujón. “El impulso que necesitas para tomar mejores
decisiones sobre salud, dinero y felicidad”. “Cómo
nuestras percepciones y decisiones dependen del modo en que se organizan ante
nosotros las diferentes opciones”. En este contexto, los gobiernos y las empresas deben
ser quienes nos incentiven a tomar las
mejores decisiones. Si la gente no es capaz de ahorrar para su
jubilación, hay que empujarlos a un
sistema de aumento gradual del ahorro explotando su vagancia. Si no come fruta, hay que dejarla en un lugar donde sea accesible
eliminando otras opciones. Y si no es capaz de apuntar cuando orina, basta con
poner una mosca de plástico en el urinario, para que jueguen intentando
acertarle. Un empujoncito no es un
mandato. Se trata de que la mejor opción sea prácticamente la única que
podamos elegir.
El neuroliberalismo
señala como referentes doctrinales a figuras como Milton FRIEDMAN, Daniel
KAHNEMAN o el ya citado Richard THALER, asesor del presidente Barack OBAMA. El
psicólogo israelí-estadounidense Daniel KAHNEMAN recibió en 2002 el Premio
Nobel de Economía “por haber integrado
aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente
en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre”.
Distingue dentro de los procesos cognitivos entre los sistemas automáticos,
irracionales y predeterminados, y los conscientes y con significado. Concibe el
cerebro humano como una máquina, cuyo funcionamiento analiza y trata de
sintetizar. KAHNEMAN ha fascinado a multitud de legisladores y economistas del
mundo desarrollado, y de hecho se le cita en la propuesta de renta básica
finlandesa. En cuanto a Milton FRIEDMAN, su enfoque peculiar queda integrado en
este nuevo contexto según una lógica perversa: “La gente – concluye MANNEVUO - es
libre para tomar decisiones, siempre y cuando encajen en la arquitectura
postburocrática construida por el Estado”.
Finlandia sigue la estela de Reino Unido y EEUU a la
hora de adoptar esta clase de enfoque de reducción del gasto a través de la
observación y control de la población. La investigadora finlandesa apunta a los
mandatos de David CAMERON y en
el de Barack OBAMA como los hitos que señalan el giro copernicano de
la praxis política, que comenzó por entonces a buscar motivos de inspiración en
la neurociencia.
De acuerdo con los planteamientos del neuroliberalismo,
y como supuestamente confirmó la crisis, la teoría económica convencional, según
la cual todos somos homini economici
que toman decisiones racionales para maximizar nuestro beneficio, ha resultado
equivocada en este punto. La solución se encuentra en que el Estado, la empresa
o tu progenitor (A o B
poco importa en este caso) te guíe para que tu conducta sea la presuntamente
racional o correcta. ¿Qué es lo racional? Lo que dicta el “sentido común”, que en concreto se define a partir de lo que dicta
la ciencia de la felicidad, la neurociencia y la psicología conductista. ¿Cómo
sabemos si funciona? Realizando experimentos.
Y cuando no funcione la zanahoria, se utilizará el palo. Los gobiernos
castigarán a todos aquellos que sean incapaces de modular su comportamiento en
la dirección deseada. Esto, apunta de nuevo MANNEVUO, se parece demasiado a
utilizar a la población como cobayas. Estos experimentos “borran las fronteras entre la
medicina clínica y la política”. Como este tipo de programas se
testan y desarrollan de manera semejante a las pruebas de nuevos fármacos, sus
resultados pasan por ser “ciencia dura”.
En la misma línea, es interesante considerar los
efectos de estos “empujones” en relación
con los hábitos de consumo. Como recordaba Leslie ALBRECHT,
UBER ha utilizado esta clase de
mecanismos subliminales de manipulación para conseguir que sus conductores
trabajen más horas, por ejemplo, presentándoles a su próximo cliente antes de
que hayan llevado a su destino al anterior. Exactamente lo mismo que hace NETFLIX con las series. La neurociencia
les ha enseñado cómo funciona nuestra mente adicta.
La tecnología y el Big
Data han utilizado los “empujones”
para conseguir que le gente “compre
cosas”. Cabe la posibilidad de que los gobiernos comiencen a hacer lo propio,
castigando, como avizoraron FOUCAULT
y sus discípulos, a todos aquellos que sean incapaces de modular su comportamiento
en el sentido políticamente correcto,
como diríamos hoy. Se trata, en definitiva, de una manifestación escalofriante
de lo que MOROZOV ha designado como “solucionismo
tecnológico”, en este caso arbitrado a través de las herramientas de la
neurociencia. Éste parece ser el “bálsamo
de Fierabrás” de las llamadas sociedades avanzadas para combatir “la
depresión y la ansiedad en tiempos precarios”, a costa,
naturalmente, del expolio de lo genuinamente humano de los individuos y las
comunidades sociales, los elementos que propiamente configuran una existencia
inteligente y libre, con la vista puesta en su completa manipulación por la
simple vía de los reflejos condicionados.
JAVIER
ALONSO DIÉGUEZ
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