PISA Y EL SISTEMA EDUCATIVO DE FINLANDIA: ¿FALACIA POST HOC, ERGO PROPTER HOC?

Gabriel Heller-Sahlgren, director del Centre for Education Economics. 

La falacia del tipo “post hoc, ergo propter hoc” se designa también con los términos correlación coincidente o causalidad falsa. Se trata de un razonamiento sofístico que consiste en afirmar o asumir sin más que si un hecho o fenómeno se produce después de otro, el segundo es necesariamente consecuencia del primero. El error viene de extraer una conclusión basándose exclusivamente en la secuencia temporal de los acontecimientos, lo cual, por sí mismo no es un criterio de razón suficiente. Es decir, en toda relación de causalidad se produce una sucesión temporal de fenómenos, pero no toda sucesión temporal de fenómenos constituye o pone de manifiesto una relación de causalidad entre ellos.

Gabriel Heller-Sahlgren, un Ph. D. canditate de origen sueco, que está desarrollando sus trabajos en la London School of Economics and Political Science, dentro del think tank «Centre for Education Economics», ganó en 2014 el Premio Charles Douglas-Home Memorial por su investigación sobre Finlandia.

En 2001 se hicieron públicos los resultados del primer informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA). Entre decenas de países, destacaba por encima del resto uno en el que nadie había reparado hasta ese momento, Finlandia, que se encontraba en los primeros puestos en matemáticas, lectura o ciencia. Desde entonces, y durante más de una década, expertos educativos, profesores, periodistas y sociólogos se dedicaron a proclamar a los cuatro vientos las excelencias de su sistema educativo. Eliminación de exámenes y deberes, educación centrada en el alumno, exigente formación de profesores, autonomía de los centros… Finlandia, en definitiva, era un auténtico caso de éxito, un modelo a imitar.

A partir de 2009, no obstante, la situación comenzó a cambiar, y la línea ascendente comenzó a caer en picado. En matemáticas, por ejemplo, pasaron de 544 puntos en 2003 a 519. ¿Qué había ocurrido? Gabriel Heller Sahlgren trata de dar respuesta a este interrogante en su libro Real Finnish Lessons, donde lleva a cabo un análisis minucioso de toda la tramoya de leyendas urbanas que se había ido entretejiendo a lo largo de los últimos años en torno al sistema educativo de Finlandia. La tesis central de este trabajo podría resumirse en el siguiente aserto: el éxito del país escandinavo no fue consecuencia de las reformas educativas, sino que en realidad se produjo más bien a pesar de ellas. Las causas reales, los factores inobservables, son en realidad particularidades históricas. La importancia otorgada a la educación, el crecimiento económico y los métodos tradicionales fueron las auténticas claves de los resultados históricos registrados al inicio de la nueva centuria. Heller Sahlgren sugiere que fue en realidad el tradicionalismo del sistema educativo finlandés, construido en torno a la idea-fuerza de la autoridad del profesor, lo que le catapultó a la cabeza de los rankings educativos. “El análisis de sus resultados a lo largo del tiempo muestran que su ascenso empezó mucho antes de que sus políticas estrella entrasen en vigor”.

Finlandia tradicionalmente había dado gran relevancia al rol de los profesores, no sólo en el ámbito escolar, sino también desde un punto de vista social. Se trata de una nación muy joven, que, por tanto, se vio en la necesidad de transmitir los valores constitutivos de su identidad histórica a través de una educación que alcanzase no sólo a los niños, sino en general a toda la población. Antes de la Segunda Guerra Mundial, ya se puede constatar que había una gran proporción de profesores bien formados, lo que muestra el estatus del que gozaban durante los años 20 y 30. Sin embargo, no asistían a clases en la Universidad, sino que se formaban en seminarios. Por tanto, mantener que se trata de una mera cuestión de formación de los docentes es una explicación que peca de simplista.

Finlandia fue plantando las semillas de su éxito a lo largo de la historia. Hay que recordar que era un país muy pobre: en los años 50, todavía no había superado el umbral del 60% del PIB de Suecia y Dinamarca. Entonces se produjo el milagro económico, y Finlandia creció a tasas similares a las de los países de Extremo Oriente, pero a este rápido proceso desarrollo no le acompañó un vuelco repentino de valores hacia el progresismo, tal y como sucedía en Suecia, Noruega y Dinamarca. Mientras estos últimos países parecían planificar y diseñar sus sistemas educativos siguiendo las pautas del Emilio de Rousseau, centrándose en la felicidad de los niños, su autoexpresión y demás, Finlandia siguió siendo muy tradicional hasta finales de los años 90 y principios del siglo XXI. Esas costumbres que consolidaron la relevancia social de la educación, un rápido crecimiento económico que facilitó que los padres estuviesen mejor formados (lo que influye positivamente en los niños) y la perduración de los métodos tradicionales de enseñanza, que hoy por hoy son políticamente incorrectos, son los tres ingredientes que explican los buenos resultados de los estudiantes fineses a principios del siglo XXI.

En realidad, los resultados óptimos se registran desde mucho antes del establecimiento del nuevo sistema educativo y, de hecho, es a partir de la implantación de este último cuando empiezan a decaer sensiblemente. Basta con analizar con detenimiento los datos registrados. El descenso en el ranking educativo de Finlandia entre los años 2006 y 2015 es significativamente el mayor entre todos los países del Norte de Europa. En la década de los 90 Finlandia también comenzó a participar en el Trends in International Mathematics and Science Study (TIMSS); pues bien, entre 1990 y 2011 los alumnos de séptimo grado (13 años) bajaron 38 puntos, lo que equivale a más de un año completo de escolarización. En otras palabras, los buenos resultados registrados en el año 2000, que llevaron a la comunidad internacional a considerar a Finlandia como el referente, el modelo educativo a seguir, se produjeron precisamente cuando los scores de este país ya se estaban desplomando.

En definitiva, trasladar en estos momentos el modelo finés a los sistemas educativos de otros países tendría – de hecho, ya está teniendo – consecuencias o efectos claramente negativos. Una vez obtenida la evidencia empírica, tratar de imitar un sistema educativo cuando se ha constatado que, en realidad, éste está haciendo empeorar los registros del país en que ha sido implantado y que los buenos resultados registrados hasta hace poco en ese mismo país deben atribuirse a la pervivencia de ciertos elementos del modelo anterior, constituye sencilla y llanamente un auténtico disparate.

Las causas de ese deterioro del rendimiento escolar responden a múltiples factores. Finlandia se ha convertido en un país rico, se ha asimilado culturalmente a las naciones de su entorno. Se ha aburguesado, en cierto modo, y piensa que los niños no deberían estudiar tanto en el colegio. Los informes de PISA entre los años 2002 y 2009 apuntan a que el tiempo dedicado a la lectura por la población en edad escolar ha descendido significativamente. Los mantras de la nueva pedagogía predican que a los niños les va mejor en el colegio si estudian menos, y por eso la jornada escolar se ha reducido sensiblemente. Desde principios de la década de los 90, el movimiento en pro de una enseñanza en el que el protagonismo descansa sobre los niños, corriente que proviene en última instancia de Suecia, está imponiéndose. Analizando los nuevos currículos puede comprobarse que los alumnos los encargados de determinar su contenido. La cantidad de niños que han participado en este diseño ha sido históricamente muy reducida, aunque se ha duplicado entre 2009 y 2016, … casualmente el período de tiempo en el que empeoran los registros. Existe pues evidencia robusta y consistente de que el sistema tradicional desaparece al tiempo que decaen los resultados escolares.

El mito de que los resultados mejoran cuando se mandan menos deberes no es sino otro argumento falaz. La jornada escolar es más breve; si haces más deberes, obtendrás mejores resultados, pero si tienes más horas de clase en el colegio probablemente también. Lo que en realidad parecen indicar los resultados de PISA y TIMSS es, de nuevo, que los niños finlandeses han sacado buenas notas a pesar de no hacer muchos deberes. No existe evidencia de que reducir los deberes, per se, constituya un factor positivo, pero es una manifestación más de buenismo estúpido, que se pretende imitar. En Escocia, sin ir más lejos, se ha tratado de seguir el ejemplo finlandés, eliminando los exámenes (estandarizados o normalizados): los resultados han sido catastróficos. Las investigaciones ponen de manifiestos que los exámenes mejoran el aprendizaje, y ésta y no otra es la razón de su pervivencia secular.

En cuanto al papel de otro mantra como es el de la “equidad”, a estas alturas de la película está claro que la reforma orientada a la escuela comprehensiva emprendida a partir de los años 70 ha producido resultados exiguos. Lo único que hizo fue incrementar el número de años de escolarización, de modo que cabe contar en su haber el hecho de que la primera generación de PISA tenía padres que, en general, habían disfrutado de un mayor acceso a la formación. En este sentido, puede pensarse que quizá más gente se incorporase durante más tiempo al sistema educativo y ello haya producido un impacto positivo sobre los niños a largo plazo. Con carácter general, no hay muchos datos sobre los avances en términos de equidad, por lo que es difícil pronunciarse sobre el papel de este vector en el funcionamiento del sistema educativo. Finlandia ha registrado una buena ejecutoria, pero es dudoso que estos resultados positivos traigan causa principal o exclusivamente de las reformas educativas implantadas. Los programas de educación especial crecieron sensiblemente entre los años 70 y 90, lo que puede haber contribuido a la mejora del rendimiento general, al centrarse en los niños con peores resultados. Pero el hecho, de nuevo, es que los registros nacionales mejoraron significativamente en las etapas en que las clases y el modelo educativo en general respondían a las grandes líneas del sistema tradicional. En todo caso, no está ni mucho menos constatado que la cacareada igualdad del sistema finlandés fuera el verdadero secreto del éxito.

Es ciertamente poco riguroso y, más aún, arriesgado y perfectamente inútil, empeñarse en crear “modelos estrella” cada pocos años. Estonia, a este respecto, ha resultado ser un caso de estudio de extraordinario interés. Lo están haciendo francamente bien. En muchos sentidos se parece a Finlandia. Son países pequeños, con lenguas muy similares, con un rápido proceso histórico de crecimiento, … Pero también hay rasgos diferenciales decisivos de cara a tomar ciertas decisiones en el ámbito educativo. En Estonia hay dos grupos de población a tener en cuenta: los que hablan ruso y los que hablan estonio. Han optado por instrumentar dos tipos de sistemas educativos equivalentes, exactamente iguales en su estructura, pero de hecho los resultados en uno y otro caso están siendo diferentes: los rusos rinden al nivel de Suecia, los estonios al de Japón. Es difícil llegar a conclusiones robustas a este respecto. Los condicionantes culturales de cada país son múltiples y muy diversos, por lo que las soluciones que han adoptado son útiles para aprender, nunca para importar sin más. Hay regiones de España que están al nivel de Finlandia, ¿por qué no tomarlas como un modelo más próximo y más adaptado a nuestras necesidades y expectativas? Antes de intentar mejorar nuestro sistema educativo, debemos analizar qué es lo que están haciendo otros países, pero no para copiar sin más, sino para aprender de sus aciertos y también de sus errores. En este ámbito, no existen las fórmulas magistrales, las recetas infalibles para el éxito.

Por otra parte, hay que saber valorar adecuadamente los resultados que nos ofrece el informe PISA. Existen distintos métodos de análisis y medición de resultados de los sistemas educativos. PISA tiene la ventaja de que presenta una fuerte correlación estadística con otras matrices de rendimiento. No hay que centrarse exclusivamente en los resultados de las pruebas, pero existe una evidencia extensa en el espacio y continua en el tiempo de que lograr un rendimiento mayor constituye un factor clave para el crecimiento económico. En sucesivas ediciones, las pruebas van incorporando progresivamente otras habilidades distintas de la pura y simple medida de los conocimientos adquiridos, como la conciencia social, la capacidad para trabajar duro - el valor del esfuerzo, que decimos por estas latitudes -, y algunas otras que se estiman relevantes para el futuro de las nuevas generaciones en el mercado laboral.

El problema, en realidad, no reside en los resultados, sino en las recomendaciones que a partir de los mismos formulan muchas veces la OCDE y otras organizaciones internacionales. Estas recomendaciones no responden en ocasiones a ninguna evidencia científica, sino a la mera observación de los resultados, con poca o ninguna investigación detrás que les sirva de soporte. Es absurdo, por simplón, limitarse a analizar los rankings para acabar fijándose en el que tiene buenos resultados y copiar punto por punto su sistema educativo, implantándolo ad pedem litterae en el propio país.

JAVIER ALONSO DIÉGUEZ


Véase la entrevista de Héctor G. Barnés a Gabriel Heller Sahlgren, publicada en la edición de 4 de abril de 2018 de El Confidencial, con el título El hombre que ha desmontado la educación finlandesa: “Es un peligro imitarla.


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