EDUCACIÓN EN PERSPECTIVA CLÁSICA O TRADICIONAL (y III)

La Escuela de Atenas, de RAFAEL

¿Cómo ordenar, pues, la enseñanza? «La edad y las aptitudes bastan para crear diferencias que la enseñanza debe tener en cuenta: cada oficio requiere un aprendizaje distinto. Pero la razón y la inteligencia, cuyo uso es el oficio principal del hombre, ¿no requieren acaso una formación común? Sin duda es así, responde, en cuanto a lo que se halla en el fondo de la enseñanza, una vez que se le ha desembarazado de lo superfluo».

La enseñanza primaria tiene por fin enseñar la lógica a la razón completamente virgen de los niños: «sus ejercicios fundamentales son el análisis lógico y la regla de tres». El dictado de «un texto que instruya a los niños en muchas cosas prácticas y morales que es necesario hacerles conocer y practicar» servirá para el análisis gramatical y lógico y para enseñar la ortografía. «Los niños están dispuestos en un principio a escindir las palabras en dos o tres porciones, o a reunir otras y esto es grave, pues prueba que ninguna imagen o idea responde a su sentido y utilidad». En este sentido, la ortografía «es, pues, el medio para aprender a distinguir las ideas usuales: razonamientos simples, análisis de los términos del lenguaje—nombre, verbo, adjetivo—; tal es el fondo de la enseñanza primaria». Completada con nociones prácticas, «lección de cosas, de orden general acerca de lo que el niño puede encontrar en la vida y otras con relación al oficio ejercido en el país».

La enseñanza secundaria ha de servir para precisar el sentido de las palabras. Su etimología puede servir de aprendizaje de las ideas. Pero si «la enseñanza primaria enseña a razonar sobre hechos muy simples y de una formación lógica elemental», «la enseñanza media tiene por misión enseñar la extensión y la comprensión de las ideas. Continúa la formación del pensamiento. La regla de tres es admisible para la formación lógica, pero no es suficiente porque opera con cantidades. Evocamos aquí la distinción profunda que PASCAL describió entre el espíritu geométrico y el de finura. Porque la inteligencia del hombre trasciende de la cantidad, y también su vida afectiva e incluso sus sensaciones».

Cuestión fundamental para es la relativa a la adecuada coordinación entre las enseñanzas media y técnica. En este punto, conviene recoger dos observaciones, una acerca de la formación completa y la especialización y otra referente al carácter práctico que la enseñanza debe tener.

La primera cuestión presenta una doble vertiente que no puede desatenderse, pues en su centro cada una difiere de la otra, como el día y la noche. Con un oficio, con un arte, con el ejercicio de una profesión se puede conseguir una formación completa, mientras que hoy ésta no se logra con una enseñanza superior especializada.

La distinción es clara para Marie Madeleine MARTIN (1): unos obreros, unos artesanos, con un admirable sentido de la profesión, forjaron «el pueblo de antes, constructor de catedrales y poseedor de los “secretos” que constituyeron la clave de tantas obras inigualadas». Hoy, en cambio, «el Estado-maestro de escuela, el Estado propietario de la formación de las inteligencias, decide como jefe omnipotente el alimento dado a las inteligencias y decreta que el especialista limitado suplantará cada vez más al hombre completo, al formado por un humanismo superior». La formación plena de una inteligencia por un oficio hasta distinguir las ideas, abstraer y generalizar, ha sido claramente observada por H. CHARLIER: «En cada arte hay un pensamiento. Por esto un ebanista aprende a pensar haciendo su aprendizaje, y muy profundamente si es un gran ebanista: después de una teoría de las ensambladuras, puede pensar en una teoría de las teorías; e incluso en las fuentes del conocimiento.»

Simone WEIL, continuando con su ejemplo acerca de la enseñanza de la geometría, señala el modo de alcanzar los saberes abstractos a la vez que se realiza un aprendizaje. «Habría una manera sencilla—escribió—de introducir la necesidad geométrica en una escuela profesional, asociando el estudio y el taller. Podría decirse a los niños: “He ahí cierto número de tareas que han de realizarse (fabricar objetos que satisfagan tales, tales y tales condiciones). Unas son posibles; otras, imposibles. Ejecutad las posibles, y de aquellas que no ejecutéis tratad de convencerme de que no son posibles." Con este ardid toda la geometría puede introducirse en el trabajo. La ejecución es una prueba empírica suficiente de la posibilidad, pero de la imposibilidad no cabe prueba empírica; hace falta una demostración. La imposibilidad es la forma concreta de la necesidad.»

La segunda cuestión, acabará de llevarnos al núcleo del problema de la mano de H. CHARLIER: «Es un grave error haber querido hacer práctica la enseñanza media: no puede serlo, o mejor dicho, lo es si enseña a pensar, pues ese es su objeto. Pedirle que prepare para el comercio o la industria o incluso a lo que se llaman las grandes carreras, es un contrasentido. Sobrecargarla para esto es matarla, sin hacerla más práctica» ... «Si se quiere hacer cumplir a la enseñanza media su verdadera misión, que es la de instruir a la inteligencia para distinguir las ideas y enseñarla a formarse en los hechos concretos, es preciso descargarla de las funciones accesorias que se le han confiado. El problema de la enseñanza debe ser enfocado en conjunto, y la enseñanza media y la enseñanza técnica deben ser concebidas al mismo tiempo. Es preciso que sean complementarias.» Veamos cómo enlazar la enseñanza media con las enseñanzas técnicas —sean de primero, de segundo o superior grado—en las escuelas profesionales y corporativas.

Nota CHARLIER que «después de la caída del antiguo régimen, en todas partes la escuela reemplazó al taller en la formación de los jóvenes. Y así, en nuestros días, cuando una industria ha ido mal o ha encontrado difícilmente obreros cualificados porque el taller moderno, concebido únicamente con vistas a la concurrencia o al bajo precio, no está organizado para formar normalmente aprendices, se ha creado rápidamente una escuela» ... sin éxito, porque se queda en una rutina elemental y le falta sentido de la realidad práctica del oficio. Algo parecido observaba también Marie Madeleine MARTIN al recordar que «algunos observadores anunciaban hacia 1900 que estaba en trance de formarse una clase capaz de terminar con la dominación de la burguesía del dinero» y «la próxima supremacía, en el orden de las realidades económicas del contramaestre, del mecánico, del electricista, del jefe de equipo». «Pero esto, que debía constituir la resurrección de un cuerpo de trabajadores eminentes para la ciencia aplicada, por el conocimiento preciso, por la habilidad particularizada, se convirtió inmotivadamente en un programa para toda la nación.»

Los patronos, escribía Simone WEIL en la segunda posguerra, «han olvidado procurar la formación de buenos profesionales. La falta de obreros cualificados ha contribuido tanto como cualquier otro factor a la pérdida del país. Incluso en 1934 y 1935, en el punto más álgido de la crisis de paro, cuando la producción estaba en punto muerto, las fábricas de mecánica y de aviación buscaban y no hallaban buenos profesionales. Los obreros se lamentaban de que las pruebas eran demasiado difíciles; pero lo que ocurría era que no habían sido formados para poder realizar esas pruebas». «El olvido por los sindicatos obreros de este problema del aprendizaje es también escandaloso.»

La receta de H. CHARLIER es ésta: «Las profesiones son muy diversas. Unas necesitan pocos jefes y muchos obreros, otras piden de todos sus obreros un espíritu de observación y un saber de ingenieros. Por eso, al dejar a la profesión el cuidado de regular su enseñanza, el Estado impondría un nivel de estudios medios diferente.» La misión de éste sería la de «imponer un programa de estudios medios y vigilar la enseñanza».

No se olvide que los aprendizajes prácticos han de comenzarse siendo jóvenes. «Todos los jóvenes que tengan pronto una vocación imperiosa por un oficio activo – apunta CHARLIER -, o por la mecánica, o que se hallen llamados a suceder a sus padres en un oficio determinado, irán a las escuelas técnicas, donde recibirán una enseñanza media apropiada a su edad y a la duración de sus estudios.» El bachillerato completo propiamente dicho en el cual es precisa una «mejor cultura general, es decir, una adaptación de las antiguas humanidades renovadas, que por ellos [los bachilleres] penetrarán en todos los órdenes de la enseñanza y en el cual conviene que ellos sepan menos cosas, literarias o matemáticas, pero que las sepan mejor»—será exigido a «los futuros magistrados, médicos, notarios, profesores», etc. Ahora bien, conviene «que los muchachos bien dotados y trabajadores puedan con facilidad pasar de una escuela técnica a la enseñanza media y a la superior. Si el espíritu de los programas fundamentales es el mismo en todos, como pedimos, el muchacho no quedaría despegado; le bastaría probablemente el esfuerzo redoblado de un año».

En cuanto a la enseñanza universitaria, cree el mismo autor que en ella «hay que suprimir también la dirección estatal» ... «La primera reforma ha de consistir en dar libertad a las universidades para administrarse a sí mismas, elegir su rector y admitir por cooptación los profesores que deseen; para organizar las enseñanzas, hacer los planes, crearse...» En la enseñanza superior, «el taller es el aula; el banco de trabajo, una silla; el instrumento, un libro». Pero tampoco puede olvidarse la realidad viva: «el hospital continúa siendo la verdadera escuela para los médicos...», «la historia ha sido el gran medio de enseñar una metafísica del Estado». El olvido de aquélla se «sufre también en la economía política». A los estudiantes hay que enseñarles la disciplina, pero también hay que enseñarles «a trabajar», «a hacer investigaciones personales».

JUAN B. VALLET DE GOYTISOLO


Los textos de los tres posts provienen del capítulo XI, titulado “La cultura y las masas”, del libro Sociedad de masas y Derecho del doctor Juan B. VALLET DE GOYTISOLO.

El planteamiento puede parecer a algunos muy teórico o incluso utópico, pero no es así, ya existen conocidos “casos de éxito”. Quizá uno de los más conocidos en nuestra propia tierra sea el del municipio de Monzón, en el que se da una perfecta simbiosis entre un tupido tejido industrial y una completa y consolidada red de centros de formación profesional. Esto permite a las diferentes industrias disponer constantemente de una oferta de trabajo cualificado y arraigado en el territorio, y al mismo tiempo, por su parte, a los trabajadores poder hacer valer esa misma cualificación de cara a la negociación de sus condiciones de trabajo.


NOTAS
(1)        Marie Madeleine MARTIN, Les doctrines sociales en France et l’évolution de la société française du XVIIIe siècle a nos jours, Paris, ed. du Conquistador, 1963.

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