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La destrucción de Sodoma |
1984, de George Orwell —inspirada en la novela rusa de
Yevgueni Ivánovich Zamiatin, Nosotros,
de 1920—, es una conocida novela política de ficción especulativa, publicada en
8 de junio de 1949, que divulgó los conceptos de poder vigilante omnipresente,
control social mediante la creación de una “neo lengua”, —que reduce y
transforma el léxico con fines represivos— y policía general sobre el
pensamiento.
Llevamos ya un tiempo viviendo en lo que se
conoce como la tiranía de, lo que Federico Wilhelmsen llamó, la “ortodoxia
pública”[1], sociedad
donde, por medio de un “neo nominalismo positivista” de obligado uso, sólo
deben expresarse ideas ajustadas a la ideología que dictamine el poder, que
manipula la información, practicando una masiva vigilancia y represión política
y social, promulgando leyes en las
que se define qué se puede y qué no se puede pensar y decir.
Esto supone una “re significación” de las
cosas. Cuando se ha logrado imponer el uso generalizado de una palabra,
comienza a utilizarse con un significado re asignado, diferente al original,
con la finalidad de subvertir y anular el “viejo orden” natural y las
instituciones naturales fundamentales, dedicando todos los esfuerzos a imponer
la instauración de un “orden nuevo”.
No en vano, cuando en círculos íntimos, de
amigos y familiares, se expresan determinadas ideas, conceptos u opiniones con
la claridad del lenguaje llano y cotidiano, en román paladino, sin tanto
eufemismo ni retórica absurdos, se recibe, a menudo, la crítica de que “no se pueden decir las cosas de esa manera”,
o que “no se puede hablar así”,
haciéndose efectiva, no ya la censura de la “ortodoxia pública”, sino una
adquirida “ortodoxia íntima” también. En apariencia, la crítica se centra en
las formas, no el fondo de lo que se argumenta, con lo que, en cierta medida
podrían estar de acuerdo. El problema estriba en que, en la supuesta fórmula
alternativa de “corrección”, según la “neo lengua” reduccionista y de léxico
transformado, resulta imposible expresar lo que se tenía intención de expresar.
No hay mayor control.
Quien quiera expresar ideas y conceptos ajenos
a los prescritos, quien se resista a pensar por su cuenta, se verá obligado a
utilizar las palabras de la “vieja lengua” y, por el mero hecho de usarlas,
pasar a ser considerado “bulto sospechoso” y peligroso, habrá de ser excluido,
perseguido, considerado criminal y, por tanto, poder ser detenido y hasta
“neutralizado”. Inmediatamente se le cuelga el sambenito que corresponda,
criminalizándolo como “reaccionario”, “carca”, “fascista”, “machista”,
“sexista”, “retrogrado”, “intolerante”, “ultra”, o incluso tachándolo de
enfermo, como “homófobo” (ejemplo de neo significado impropio, pues
literalmente es fobia a lo igual, además, de que toda fobia es, por definición,
como poco, un desorden psiquiátrico), etc. La cuestión es amedrentar al
pensamiento discordante para que ni “chiste”, ni se “menee”. No son, pues,
necesarios argumentos, sino sólo descalificación personal inmediata, usada como
reflejo condicionado social, para así no entrar en materia.
Esta metodología no es nada nuevo, ha sido
utilizada por socialismos totalitarios, nacionalismos secesionistas y
últimamente por todas las nuevas pseudo ideologías de género (también de re
significación impropia). De este modo, las ideas totalitarias que imponen las
pseudo ideologías de género, se expresan mediante una jerga (“neo lengua”), por
la que quien se salga de lo estrictamente dictado como “políticamente
correcto”, pasa a ser estigmatizado y vigilado, tomándose medidas represivas
“correctivas”, por legislaciones inicuas. ¿Hay mayor integrismo que la
imposición coercitiva de una ideología única? ¿Hay mayor intolerancia que
tratar de impedir pensar y expresarse libremente sin que la “ortodoxia publica”
imponga qué pensar y cómo decirlo? Y hasta a esto se le ha dado una nueva re
significación impropia ya que, “intolerancia” está referida a la intangibilidad
de un sistema.
Existe, en esta cuestión de las nuevas pseudo
ideologías, una serie de contradicciones internas de juicio imposibles.
Mientras se pretende que el sexo no
es relevante y que lo relevante son únicamente eso, tan cursi, de
los “roles sociales”, basado en
la teoría del egoísmo,
reconvertido en egocentrismo —exagerada
exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la
atención y actividad generales—, se abre con ello la puerta a la subversión del
orden por la teoría del odio de
la “lucha de clase”, entendida como lucha de contrarios, presentándose siempre
como “colectivos”.
En primer lugar, se hace del sexo y la sexualidad,
cuestión única fundamental, en torno a lo cuál se pretende que gira toda la
existencia en la especie humana (que, como es obvio, no es cierto, ya que tiene
otras muchísimas facetas), lo que es una premisa (freudiana) absolutamente
falsa. Según ésto, se pretende que sea aceptada la falacia de que la
homosexualidad es una «una condición “natural” que“no se puede elegir”».
¿La “condición
y orientación” sexual se elige o no? El término “condición”
implica, en su significado posible, una situación modificable; pero, además no
es, ni puede ser concorde con el orden natural aquello que va contra la propia
naturaleza de las cosas (la finalidad natural de la sexualidad, tanto animal y
vegetal, en general, como humana, en particular, es perpetuar la especie, en
tanto que el diseño y función de los órganos fisiológicos sexuales y de la
acción hormonal vinculada, conducen a esa finalidad natural), por lo que tal
premisa es infundada. La segunda afirmación falsa de esta premisa, que “no se puede elegir”, se contradice a sí
misma, primero, porque, si bien es verdad que el sexo lo determina la
naturaleza biológica, estamos hartos de oír que se “reclama
poder elegir”, artificialmente, el sexo, apoyado en un emotivismo
extremo que sublima el “sentimiento” que, por definición —estado afectivo del
ánimo—, es siempre voluntarista y mudable … ¿En qué quedamos?
Segundo, se trata intencionadamente de
confundir sexo con sexualidad, como acción (apetito sexual, propensión al
placer carnal), dando un significado re asignado impropio a los términos “condición y orientación sexual” (la OMS recomienda oficialmente
emplear como término “correcto” el de “orientación”),
que se expresa como “sentimientos sexuales”.
¿Es, entonces, esto también aplicable a otros “comportamientos
o sentimientos sexuales” que, igualmente, alegan no poder controlar sus
impulsos, como sádicos, pederastas, etc.? ¿Acaso no se entiende la sexualidad
como algo ligado a momentos, contextos y estados de ánimo determinados, todas
ellas cuestiones contingentes, voluntarias y por tanto elegibles?
Otro de esos confusos términos de re
significación impropia ideológica es la pretendida diferencia entre
homosexualidad y homosexualismo, haciendo analogía con los términos, también
impropios, de la pseudo ideología feminista. Estando en el ámbito del lenguaje
es la Real Academia
Española de la Lengua ,
como entidad supuestamente independiente, la que puede dar alguna luz sobre los
significados. Al menos, de momento, si vamos al Diccionario de la RAE , “homosexualismo”,
por influencia anglófila, ésta definido escuetamente como homosexualidad. Esto
es, son sinónimos.

Aunque hoy día, no supone ninguna garantía, ya que la
presión política del “neo nominalismo positivista” puede obligar a una re
asignación de significado para adecuarla al léxico de la “neo lengua” de
“ortodoxia pública”, como, por desgracia, ha ocurrido recientemente en algunos
casos. Lo hemos visto, p. ej., con la palabra “género”,
que comenzó a utilizarse, impropiamente, como sinónimo de la palabra “sexo” (inicialmente considerado como una
mala transcripción del término inglés “gender”
frente a “sex”). Cuando se hubo logrado
imponer su uso generalizado, “género”
ya no era sinónimo de “sexo”, sino que
apelaba a un “rol social” ligado al sexo.
Admitido ésto y por las leyes promulgadas de “políticas de género” ha pasado a
significar, ya con un sentido absolutamente impropio, la designación de uno
solo de los sexos, las mujeres, al
parecer, a los hombres, se les ha despojado, “por ley” de género alguno,
como puede constatarse en la última Circular 7/2019, de 14 de mayo, de la Fiscalía General
del Estado, BOE Núm. 124, de 24 de mayo de 2019, sobre las pautas para
interpretar los delitos de odio, del tenor literal siguiente (sic):
«h) Razones
de género.
»Como
recuerda el Preámbulo de la LO
1/2015, la palabra «género» ha de ser entendido de conformidad con el Convenio
n.º 210 del Consejo de Europa, sobre prevención y lucha contra la violencia
contra las mujeres y la violencia doméstica, aprobado en Estambul por el Comité
de Ministros del Consejo de Europa el 7 de abril de 2011.[…]
»No
obstante, hoy en día está
ampliamente aceptado que la mención al «género» ha de entenderse referida a las
mujeres».
No creo que a nadie le resulte extraño ya, la
idea de la “discriminación por medio del lenguaje”, sancionada por leyes
positivas indignas, utilizadas como criba para “eliminar” la disidencia. Este
hecho se convierte, en manos de los victimistas,
en norma, siendo esgrimido para obtener, no igualdad como predican, sino privilegios graciosos[2] y privilegios odiosos[3].
Entonces ¿por qué tratar de diferenciar
homosexualidad y homosexualismo?
Plantea una falsa dicotomía entre el
homosexual como individuo y el homosexualismo como supuesta ideología. La
respuesta está en la tergiversación emotivista y sentimentalista de la “neo
lengua” y la re significación impropia, trasladando el ámbito argumental al
emotivo, pretendiendo que, incluso quien no vea con buenos ojos las aberrantes
acciones colectivas, a las que se les concede el carácter de ideológicas, se
vean artificiosamente forzados a aceptar el falso concepto de “inclinación”
sexual de un individuo como “opción” humanista y verdaderamente liberal,
cualidades que se arrogan, quien se oponga es un “enemigo de la libertad y
hasta de la humanidad”.
Es una maquiavélica y burda estrategia
psicológica que crea una falsa sensación de culpabilidad inexistente obligando
a aceptar la práctica homosexual, (incluso por quienes no tienen ninguna
tendencia homosexual, pero practican el sexo homosexual). La subversión de
principios morales contra el orden natural es la misma.
Otra falacia es pretender la asepsia moral, “debatir esta cuestión sin buscar implicaciones
morales”, lo que es del todo imposible pues, por su propia naturaleza
lleva aparejado implicaciones morales, de donde surge una nueva acusación como
si fuera deleznable:
—“está Vd.
haciendo un juicio moral”;
la contundente respuesta debería ser: —Si y ¿qué?
Por supuesto que es una cuestión moral, de
moral natural y de moral universal. Claro, los “neo nominalistas positivistas”
no pueden aceptar los universales y su moral se reduce a lo que esté aprobado
por las leyes, de ahí su obsesión por aprobar legislación en la que basarse
para justificar sus posiciones. Un ejemplo de este tipo es la retirada de la
homosexualidad de las listas de enfermedades y trastornos psiquiátricos de la
personalidad, realizada por imposición ideológica y legal en EE.UU., no por
criterios médicos que se utiliza como demostración taxativa extensiva a todo el
mundo, como si la legislación estadounidense o de ideologizados organismos
internacionales tuviera que ser aceptada como dogma de fe.
Pero para fe ya tenemos una mejor que nos dice que fue
inmoral el vicio de Sedom (Sodoma)(derivado
de la raíz hebrea sod [secreto])
y para no acudir al AT y ser tachados de antiguos perjuicios judíos nos
remitimos al NT, donde sus argumentos aparecen cristalinamente:
Romanos
1
«24Por
eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que
deshonraron entre sí sus cuerpos;
26 Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues
sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la
naturaleza;
27 igualmente los hombres, abandonando el uso natural
de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la
infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su
extravío.
28 Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero
conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran
lo que no conviene:
29 llenos de toda injusticia, perversidad, codicia,
maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de
malignidad, chismosos,
30 detractores, enemigos de Dios, ultrajadores,
altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres,
31 insensatos, desleales, desamorados, despiadados,
32 los cuales, aunque conocedores del veredicto de
Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente
las practican, sino que aprueban a los que las cometen».
[«24 Propter
quod tradidit illos Deus in concupiscentiis cordis eorum in immunditiam, ut
ignominia afficiant corpora sua in semetipsis,
25 qui commutaverunt veritatem Dei in mendacio et
coluerunt et servierunt creaturae potius quam Creatori, qui est benedictus in
saecula. Amen.
26 Propterea tradidit illos Deus in passiones
ignominiae. Nam et feminae eorum immutaverunt naturalem usum in eum, qui est
contra naturam;
27 similiter et masculi, relicto naturali usu feminae,
exarserunt in desideriis suis in invicem, masculi in masculos turpitudinem
operantes et mercedem, quam oportuit, erroris sui in semetipsis recipientes.
28 Et sicut non probaverunt Deum habere in notitia,
tradidit eos Deus in reprobum sensum, ut faciant, quae non conveniunt,
29 repletos omni iniquitate, malitia, avaritia,
nequitia, plenos invidia, homicidio, contentione, dolo, malignitate,
susurrones,
30 detractores, Deo odibiles, contumeliosos, superbos,
elatos, inventores malorum, parentibus non oboedientes,
31 insipientes, incompositos, sine affectione, sine
misericordia.
32 Qui cum iudicium Dei cognovissent, quoniam qui
talia agunt, digni sunt morte, non solum ea faciunt, sed et consentiunt
facientibus»].
I
Corintios, 6
«9 ¿No
sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis!
Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
homosexuales,
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,
ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios».
[«9 An
nescitis quia iniqui regnum Dei non possidebunt? Nolite errare: neque
fornicarii neque idolis servientes neque adulteri neque molles neque masculorum
concubitores
10 neque fures neque avari, non ebriosi, non maledici,
non rapaces regnum Dei possidebunt»].
Luis B. de PortoCavallo
[1] WILHELMSEN,
Federico ;La Ortodoxia Publica
y los Poderes de la
Irracionalidad ; Rialp, Madrid, 1965; 81 págs.
[2] Privilegio gracioso. Privilegio que se concede sin
atención a los méritos del privilegiado, sino sólo por gracia o parcialidad del
superior.
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