El pasado 25 de julio, en las columnas de opinión del Heraldo de Aragón se publicaba un artículo con la firma de Javier DELGADO ECHEVARRÍA, con el sugestivo título “Un peligro para la democracia”. La verdad es que, con semejante título, el artículo prometía. Personalmente me recordaba al de una novela de Philip Trower, Un peligro para el Estado, sobre la persecución a los jesuitas en el siglo XVIII. Lamentablemente, bajo tan pomposos términos se escondía la misma confitura de pamemas de siempre. Pero vayamos por partes.
La
entradilla introducida inmediatamente a continuación del título rezaba así: “El rifirrafe entre el PSOE y Podemos
aumenta el escepticismo de la población hacia la política de los partidos. Por
ahí pueden colarse tendencias antidemocráticas”. Lo que el autor designa
por “rifirrafe” no es sino la
constatación de la desembocadura natural de lo que el profesor Danilo
CASTELLANO llama en una de sus obras magistrales “la antifilosofía jurídico-política de la Modernidad ”, a
saber, el nihilismo puro y duro. Las diferencias entre el PSOE y Podemos no son de
orden, sino de grado. No son de estrategia, sino de táctica. No afectan a la Weltschauung ,
sino que ponen de manifiesto las luchas intestinas características de todo
proceso revolucionario que se fundamenta, desde el punto de vista de sus
protagonistas, en la voluntad de poder. El espartaquismo podemita es útil y
eficaz para conquistar el poder político, pero se convierte para el marxismo en
un problema cuando de lo que se trata es de gobernar, como ya apuntaba LENIN en
su célebre opúsculo El izquierdismo,
enfermedad infantil del comunismo.
“Dicho brevemente – concluye el columnista
-, está en cuestión la concepción del
desarrollo de nuestra democracia en el siglo XXI, una vez superada, creo que con
éxito, una etapa de cuarenta años de afianzamiento, asimilación e
interiorización en la mayoría de nuestra población, especialmente entre la
juventud. Los peligros, con todo, no vienen por ahí. Vienen, a toda velocidad,
galopando sobre un caballo mucho más potente que las dificultades de un diálogo
en la cúspide de los partidos políticos. El ya fino hilo que vincula a la
mayoría de la población con esas actividades de la actual vida política se ha
ido adelgazando de tal modo que no resultaría muy difícil cortarlo. (…). Lo que
puede volver a estar en peligro son todos esos elementos que en conjunto
llamamos civilización, entendidas como forma de vida cotidiana de la mayoría de
la población de un estado, de un continente… Y lo están al tiempo que peligran
los elementos que configuran la estabilidad de las instituciones políticas de
nuestro país”.
En 1861, Louis PASTEUR
realizó una serie de experimentos que desterraron para siempre la llamada
hipótesis de generación espontánea. Desde mucho antes y partiendo de una
perspectiva más amplia y general, la filosofía clásica y perenne ha defendido
el principio de causalidad. Y MELLA, lo hemos repetido en esta misma tribuna
una y mil veces, hablando de política, ha recordado aquello de que es estúpido “levantar tronos a las premisas y cadalsos a
las consecuencias”. El estado de cosas de que ahora nos lamentamos en
España no es sino el fruto maduro del sistema de ideas que se pone en marcha
formalmente con la promulgación de la Constitución española de 1978. La
democracia, en puridad, es un objetivo, un fin, un resultado perseguido, y no
un expediente de ocasión para dar carta de naturaleza a las francachelas de los
políticos. Nuestros políticos ponen la democracia, por el contrario, en el
origen, como fundamento, o sea, el carro
delante de los bueyes. Montamos los partidos, votamos y… ¿ya tenemos la
democracia? Al menos, eso es lo que nos han estado vendiendo los últimos
cuarenta años. Pero este concepto de democracia es, en el fondo, un
paralogismo, pues se trata de justificar actuaciones o decisiones políticas, de
alcance general, no en atención a su contenido, a su finalidad, sino
simplemente porque proceden de quien proceden. Quod principi placuit legis habet vigorem…
Hay “desafección” hacia las instituciones,
es terrible. ¿De verdad lo es? Depende de lo que entendamos por democracia. Si
la democracia se concibe al modo clásico como demofilia, como servicio efectivo al bien común, al pueblo
constituido en comunidad, no es una tragedia. Hay que usar los medios aptos
para alcanzar ese fin, y si las instituciones existentes no resultan idóneas,
si el país legal u oficial no se corresponde con el país real, si una parte significativa de
la población no se identifica con la monserga de ninguno de los partidos, o
experimenta intolerancia orgánica al soma
huxliano suministrado constantemente por la intelligentsia mediático-política del régimen, son las instituciones
las que deben cambiar, las que deben ser objeto de reforma. Porque igual que “no se hicieron los pueblos para los reyes,
sino los reyes para los pueblos”, tampoco el pueblo tiene que automalearse
a conveniencia del Sistema actual, sino que son las instituciones de ese
Sistema las que deben organizarse en la forma que mejor responda a las
libertades civiles concretas y reales, y en definitiva al bien común de los
pueblos y de cada una de las comunidades naturales que los integran. Porque a
lo mejor, lo que de verdad está sucediendo, es que la gente se está hartando de
que se subordine absolutamente todo a las instituciones que se autodesignan
como democráticas, que son
precisamente las que han arruinado otras instituciones sociales de benemérita
trayectoria secular, como las Cajas de Ahorro o la propia Universidad.
En consecuencia,
por mucho que se empeñe el autor y con él todo el establishment financiero, político y mediático, el problema no es
ni puede ser VOX, que no es sino un
partido político más, que está dando ya pruebas más que suficientes de que no
va a poner eficazmente en cuestión ninguno de los supuestos básicos del Sistema,
con tal de que le dejen participar en él. Ya lo hemos recordado recientemente,
y lo volvemos a repetir: “De cualquier
modo que se proceda, es seguro que el dinero es el que hace el poder en
democracia. Lo elige, lo crea y lo engendra. Es el árbitro del poder
democrático, porque sin él dicho poder vuelve a la nada o al caos. Sin dinero,
no hay diarios. Sin dinero, no hay electores. Sin dinero, no hay opinión que se
exprese. El dinero es el [pro]genitor
y el padre de todo poder democrático, de todo poder elegido, de todo poder
mantenido en dependencia de la opinión. Lo que explica el furor de las
discusiones parlamentarias cuando recaen sobre el punto de incidencia del
dinero y del elector, del dinero y de Ia opinión, del dinero y del gobierno.
Cada partido trata de deshonrar al otro. Pero todos quedan deshonrados en la
medida que son democráticos y que reconocen al poder el derecho de nacer como
nace. La multitud nada sabe de esto, que forma parte de la farsa. ¿Se trata de
informarle?; es otro capítulo de la misma irrisión. Como quiera que se acomode
y por protestas que formule, el pobre pueblo es gobernado por el oro o el papel,
por quienes lo detentan y por quienes lo venden, únicos que le fabrican sus
maestros de escuela y sus jefes” (Charles MAURRAS, Mis ideas políticas).
Cuestión muy
distinta es lo que el marxismo cultural entiende por cultura y por
civilización, y la interpretación que da a cualquier oposición, manifestada o
no a través de actuaciones o posiciones de los partidos políticos. “Un partido como VOX tiene cada día más
fácil meter ahí una tijera hecha de todos esos elementos que niegan la
convivencia democrática: machismo, malos tratos, violencia de género,
‘patriotismo’, nacional-catolicismo, xenofobia, homofobia, etc. (…).
Sobrevolando todas esas cuestiones, puede fácilmente plantearse la crítica no a
tal o a cual partido, sino la crítica al sistema de partidos, columna vertebral
de la democracia”. Aquí llegamos al nudo gordiano de toda la argumentación
con que la chicharra mediática nos ha
estado taladrando los oídos durante las últimas semanas.
Machismo y
violencia contra mujeres y niños. Mire, sr. DELGADO ECHEVARRÍA, esto se está
convirtiendo en una calamidad social, cada vez más personas se están viendo en
el trance de sufrirlo en sus propias carnes: ¿no decía usted antes que había
sido superada con éxito una etapa de cuarenta años de afianzamiento, asimilación
e interiorización en la mayoría de nuestra población, especialmente entre la
juventud, de la cultura democrática? Pues no, está claro que no, porque cada
vez se producen más crímenes, más salvajes, más bestiales, al tiempo que el
dominio estatal sobre la educación y, por ende, el político sobre la opinión se
hace más omnímodo e incontestado. Lea las crónicas y escuche las últimas
noticias de la vida en ciudades como Madrid, Barcelona, Pamplona o la misma
Zaragoza y saque sus propias conclusiones. Eso sí, no se le ocurra rebelarse
contra la imposición totalitaria de la ideología de género, porque entonces es
usted un radical, un populista, un peligroso antisistema, y lo meterán entre
rejas por delito de odio. Entretanto, en TVE se entrevista a OTEGUI, el “hombre
de paz” al que sólo le falta ya la portada de la revista TIME (todo se andará). Y mucha gente joven, al menos criada
completamente en democracia, comete
atrocidades, en comando o en manada,
o jalea con entusiasmo a quien las perpetra o ha perpetrado.
Se entrecomilla
el patriotismo, como algo sospechoso, de lo que hay que desconfiar, en el fondo
porque se afirma que por encima de la patria está la democracia con todos sus alifafes y aditamentos partitocráticos. En
cambio, al que injuria o ataca a España la fiscalía no le planta una querella
por delito de odio, por no hablar de la jefatura del Estado o de lo demás. Y es
que en realidad a nuestros próceres electos no les preocupan los ataques a la
patria, sino los ataques a la democracia,
al tinglado, al Sistema que reposa sobre una vasta red de intereses
clientelares creados. En estos momentos, cuando se homenajea a los criminales
más sanguinarios en tierras vascas, parece que las sedicentes autoridades del
gobierno de España empiezan a despertar y a instar de la fiscalía para que haga
algo: veremos en que queda todo esto.
Se llama a
rebato por el peligro de “nacional-catolicismo”,
cuando todos los partidos del Sistema están cumpliendo a rajatabla el famoso “pacto del capó”, muñido por D. Alfredo
PÉREZ RUBALCABA (q.e.p.d.), mediante la interdicción civil y la execración
pública de lo católico a todos los niveles de la Administración.
¿Ironía? ¿Hipocresía? Probablemente tenía razón MESSORI cuando afirmaba que el
anticatolicismo lleva camino de convertirse en el antisemitismo del siglo XXI. Que
los que nos confesamos católicos tratemos de ejercer nuestros derechos, como
conciudadanos suyos que somos, ¿también les molesta? ¿No pone eso en cuestión
la realidad de lo que llaman “convivencia
democrática”? ¿O es que al final resultará que los que no compartimos
íntegramente sus ideas y sus propósitos últimos en relación con la dignidad del
ser humano y las exigencias de la vida en sociedad no vamos a tener cabida en su democracia? Después de haber
extirpado sistemáticamente los principios cristianos de la formación de la
infancia y la juventud, y en general de la entera vida social, les supongo muy
satisfechos con los resultados. ¿No son ellos los principales protagonistas de
buena parte de la violencia callejera, ya no exclusivamente urbana? ¿No se
producen ahora más agresiones que nunca a través de contramanifestaciones
ateas, o mejor dicho antiteas, organizadas ad
hoc contra cualquier manifestación de piedad popular? ¿No son la locura
nacionalista y la demencia neocomunista sino algunas manifestaciones patentes
de los efectos deletéreos del sofocante adoctrinamiento ejercido sobre toda la
sociedad por las nuevas religiones seculares, las ideologías?
“Xenofobia”. A la gente no le gusta que
le asalten en plena calle o en su domicilio un grupo de “MENAS”. Tampoco les gustan las salvajadas de los turistas
británicos o alemanes que cometen aquí, en España - ¿dónde si no? -, las
fechorías que no les dejan perpetrar en sus países de origen. ¿Es esto
xenofobia? No lo veo yo así. Tampoco a los guardias civiles les gusta que les
caiga encima una avalancha de cientos de personas, no precisamente
desfallecidas, deshidratadas o desnutridas, equipadas con pinchos, cuchillos o
frascos de cal viva. Personas que vienen de otros países buscando trabajo, para
sacar adelante a sus familias, confiesan con asombro e indignación que han
tenido que imponerse a los asistentes de los servicios sociales autóctonos que
se empeñaban en darles ayudas, al tiempo que intentaban disuadirles de buscar
un empleo. El colapso del sistema público sanitario, el abono de ayudas a los “MENAS” por importe superior al salario
que percibe un maestro en su país de origen,… Si a alguien no le parece bien
esto, ¿es racista o xenófobo? No, desde el momento en que la actitud de
cualquier persona honrada y trabajadora es la de ayudar a quien viene aquí a
trabajar, a ganarse la vida.
“Homofobia”. El otro día, en un
difundido altercado en el seno de la corporación municipal, el sr. RIVARÉS se
indignaba afirmando que no se estaban respetando los derechos del colectivo
LGTB. Según tengo entendido, el altercado en cuestión se produjo, ¡cómo no¡, a
consecuencia de una intervención de una concejal de VOX. Creo que hay que
aclarar la cuestión, porque aquí, de nuevo, se está jugando con la carga
ideológica de los términos para acabar justificando lo que en realidad no es
sino una canallada o un conjunto encadenado de canalladas, a saber, el Sistema
de partidos, que según el sr. DELGADO ECHEVARRÍA constituye “la columna
vertebral de la democracia”.
El problema no
es que una persona pertenezca al colectivo LGTB, sino que esa condición deba
concederle ipso iure derechos
políticos y sociales cualificados, privilegiados. El problema real es el pesebrismo, lo que COSTA denominaba plebeyismo como degeneración de la
genuina democracia, y ORTEGA y GASSET simplemente democracia morbosa. Lo que realmente causa indignación en nuestro
pueblo, por radicalmente injusto, es el hecho de que existan “profesionales” de la democracia, sin
oficio o profesión honrada y conocida, sin una trayectoria previa de servicio a
la comunidad en la vida civil. Afirma el sr. DELGADO ECHEVARRÍA que “es urgente y necesario priorizar las
cuestiones que están en debate entre el PSOE y Podemos, hasta el punto que hagan
reconducir por ambas partes esa negociación. La reciente renuncia de IGLESIAS a
entrar en el gobierno de España no cabe duda de que, aunque tarde, ayuda mucho
a reconducir la situación”. Vuelvo al argumento anterior: no hablo de
currículos, no creo que sea imprescindible ser catedrático o ingeniero para
ocupar un cargo público, pero sí tener un oficio o profesión honrada y
conocida. No hablo de títulos académicos más o menos rimbombantes, hablo de la
necesidad de una labor profesional previa que es lo que nos confiere nuestro
lugar en la sociedad, al servicio de la comunidad a la que pertenecemos. ¿Ha
solucionado el sr. IGLESIAS el problema político, sacrificándose a favor de la
sra. MONTERO? Personalmente no lo creo en absoluto. En los currículos aparecen
o se alegan méritos curiosos: fulanito o menganita es “activista” de no se qué, o ha desempeñado tal o cual cargo en el
sindicato o en el partido, o tiene no sé cuántos másters o doctorados por la Universidad de
Cutanda. Al final, no sabemos en realidad quién es esa persona que dice
representarnos, aunque tampoco a él o a ella parece importarle quiénes somos
nosotros, sino tan sólo conseguir el número de votos que necesita para seguir
disfrutando de sus prebendas.
Por lo demás,
¿qué me dicen de su arrostofobia, de
su odio cerval al enfermo crónico e incurable, al anciano cuyo cuerpo o mente
ya flaquea, al bebé inesperado e inoportuno? ¿Es esta lo que ustedes llaman superioridad moral de la izquierda?
“La clave de la aporía (la no probable
superación de las contradicciones existentes) que han generado entre ambas
partes, y que comparten por encima de todas sus diferencias, está más allá de
los términos de su negociación: en esa distancia sideral en que están teniendo
lugar respecto a la mayoría del país. Lo que llamamos ‘desafección’. O se
vuelve la vista hacia la realidad profunda de la verdadera crisis presente o
pronto no habrá lugar ni para esas negociaciones ni para ninguna otra”. El
Sistema está colapsando, porque se opone diametralmente a la naturaleza de las
cosas, a la identidad histórica de las Españas. Un Sistema contra natura, inhumano por demasiado
humano, abstracto, pseudocientífico y antihistórico, está condenado a
perecer; el problema reside en las víctimas que entretanto puede llevarse por
delante.
JAVIER ALONSO DIÉGUEZ
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