Carlistas de Aragón - Marco de Bello III

EL PRIMER CARLISMO ARAGONÉS



III

Una prueba del carácter de Marco de Bello es el interés que siempre demostró en tratar bien a las poblaciones de su territorio y obró en todo momento con justicia, equidad y respeto a todos los intereses legítimos; lo que ha llevado a algunos historiadores a pensar que Marco de Bello fue en realidad mejor administrador y jefe político que militar. Entre otras cosas Manuel Marco consiguió que sus voluntarios cobrasen la mitad de haber por día que valencianos o catalanes con el único fin de que los pueblos no fueran esquilmados. Nuevamente Oyarzun nos dice: “ Era más un padre que un general”.

Posteriormente, llegados a noviembre de ese mismo año, Marco realizó dos incursiones por las provincias de Teruel, Zaragoza y Guadalajara, consiguiendo importantes recursos y aumentando sus fuerzas hasta los 4000 hombres.

Al salir de Cantavieja Marco se dirigió a Molina de Aragón, pequeña ciudad afecta al carlismo y que contaba con una regular guarnición que huyó al llegar al Pobo la columna aragonesa.

En Molina fue recibido con gran entusiasmo y se le unió el valiente y fiel coronel D. Andrés Madrazo, con 110 hombres que formaron bajo su mando el tercer batallón aragonés, cuyo mando le fue confiado.

Posteriormente las tropas carlistas aragonesas al mando de Bello se dirigieron a Daroca, la que atacó y tomó tras una dura lucha, los defensores liberales se atrincheraron en fuertes pero esto no impidió que las tropas carlistas tomaran importantes pertrechos, caballos y armamento y lograran salir tranquilamente con su botín.

En este momento además de los problemas militares de Marco se suma la indisciplina de algunos otros jefes carlistas sumándose el problema que determinadas partidas carlistas valencianas entraban en su territorio para recaudar contribuciones lo que dejaba a Marco poco dinero para operar.

De Daroca con una columna que ya sumaba más de 4000 hombres, marchó hacia Ateca, plaza que no pudo tomar debido al auxilio de una fuerte división republicana que le obligó a retirarse.

De ahí vuelve a Rubielos de Mora donde se le une D. Juan Bautista Pellicer, jefe de la zona de Caspe que debido a su prestigio y limpia historia tenía un gran ascendente entre la población de la comarca, donde consiguió levantar a más de 300 jóvenes de los alrededores de su pueblo.

Pellicer había servido hasta entonces a las órdenes de Vallés de quien se separó para unirse a Marco que era aragonés como él.

En enero de 1874, Marco avanza por la provincia de Guadalajara siendo derrotado en Checa debido a la retirada de uno de sus subordinados. Una expedición a Caspe con el objeto de conseguir contribuciones con las que proseguir las acciones bélicas se saldó con un significativo fracaso al ser atacado por sorpresa por la columna de Despujol y perder en esta acción cerca de 200 hombres lo que provocó críticas de otros jefes para apartarlo del mando y acarreó deserciones.

Poco después de la acción de Guadalajara Marco ordenó fortificar Cantavieja, lo que no impidió que a finales de Abril tuviera que dirigirse allí a marchas forzadas para protegerla de un ataque republicano. Varios meses más tarde marchó a Morella impidiendo la entrada de un convoy liberal en la plaza, pero su compañero Palacios no acudió a tiempo y nuestro personaje tuvo que retirarse tras un breve combate por no tener fuerzas suficientes para parar al enemigo.

En Julio de 1874 y siguiendo las ordenes del infante Alfonso Carlos, jefe del ejército carlista del centro, realizó un ataque nocturno a Teruel pero el asalto fracasó por culpa de Villalaín, que mandaba las fuerzas rebeldes y que desobedeció sus órdenes de atacar. Este contratiempo dio lugar a mutuas recriminaciones entre Villalaín y Marco en las que el infante D. Alfonso Carlos se puso claramente del lado del primero y junto a los rivales de Marco lo que provocó su destitución y arresto al considerarlo responsable del fallido intento de tomar Teruel.

Marco de Bello, muy querido entre las tropas aragonesas, fue apoyado por los jefes y oficiales de la división carlista de Aragón que pidieron su puesta en libertad. A pesar de estas peticiones D. Alfonso no sólo las desoyó sino que ordenó el traslado de nuestro personaje de Cantavieja a Horta (Tarragona) donde carecía de apoyos.

En Horta permanece recluido y custodiado en el mismo pueblo permitiéndole alguna esporádica salida de caza pero siempre acompañado. Este cautiverio termina el 1 de marzo de 1875 pero no se le vuelve a dar el mando de las tropas aragonesas.

En estas fechas se le ofrece el cargo de intendente general entre otros, cargo que rechaza al considerar a Villalaín responsable de su detención y negarse a aceptar ninguna responsabilidad hasta que este fuese apartado del mando de las fuerzas carlistas. A partir de este momento la estrella de Marco decae, se traslada a Fortanete donde es molestado y tiene que escribir una amarga carta a su jefe para después marcharse ese mismo día. Después de esto pasa a Navarra donde intenta, sin éxito, reagrupar a las tropas aragonesas.

Poco más se sabe de la vida de Marco de Bello tras el fin de la guerra, teniendo tan sólo la noticia de su muerte en su localidad natal en 1885.

Marco fue una persona expansiva, jovial y de carácter abierto, buena persona, con fuertes convicciones, lo que le hizo ganar la simpatía de sus tropas y de muchos de sus contemporáneos. Quizá la mejor descripción de Marco sea la que realizó Carlos VII de el: “Era un hombre leal, franco e inteligente, aunque de modales un poco bruscos”.

Esta es la semblanza de un aragonés del que se puede decir sin ningún reparo que fue un ejemplo de fidelidad a la Tradición y la Santa Causa que defendió con heroísmo durante las tres guerras en las que participó el carlismo durante el siglo XIX.


Gloria a los mártires de la Tradición.

S. Benito

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