CÓMO HACER FRENTE A LA MANIPULACIÓN



Podría pensarse que un señalamiento preciso del sesgo reduccionista o de la ideología subyacente en el adoctrinamiento escolar bastaría para contrarrestar sus efectos perversos. La experiencia histórica muestra que esto no es así, no es tan sencillo. En la formación de las personas tan decisiva es la iluminación de la inteligencia, del entendimiento, como el fortalecimiento de la voluntad, sin olvidar la necesidad de integrar adecuadamente la dimensión afectivo-emocional del ser humano. De hecho, la educación es la principal herramienta de que disponemos para hacer frente con éxito a los programas de reingeniería social instrumentados por los grupos políticos dominantes. Siempre, claro está, que esa educación sirva decidida y eficazmente al propósito de la mejora, del desarrollo personal y a la configuración de comunidades de base social genuinamente humana. Siguiendo a Oliveros F. Otero (en su obra Educación y manipulación, particularmente por lo que respecta al epígrafe La manipulación como condicionamiento ambiental), podríamos cifrar este concepto de educación, en el doble sentido clásico de educare (criar, alimentar, nutrir; es decir, guiar, instruir, informar) y educere (sacar de, extraer; es decir, actualizar todas las potencialidades del ser humano, sacar algo mediante procedimientos interrogativos – socráticos – de dentro de cada ser humano), en algunas ideas-fuerza:

1/ La mejora en el ser-hacer: es el criterio básico que distingue la verdadera educación de cualquier suplantación manipuladora. Si los alumnos y los profesores, si los hijos y los padres no mejoran algo en algo, no hay auténtica educación

2/ La claridad en las ideas y en la acción: toda ambigüedad, todo confusionismo echa por tierra el empeño educativo, su propósito formativo – performativo -. Se necesita claridad en el ejemplo, en la palabra, en los planteamientos, en la participación de los diferentes miembros de la comunidad educativa y en el ejercicio de la autoridad.

3/ El razonamiento en las soluciones: los problemas, las cuestiones a mejorar, suelen tener más de una solución. En cualquier caso, hay que evitar los falsos atajos, es decir, las soluciones pretendidamente radicales o simples, que en la práctica suelen eliminar – ignorar o hacer abstracción – de alguna de las circunstancias, variables o condicionantes reales del problema en cuestión.

4/ Apoyarse en las “fortalezas” del ser humano: siempre hay que ayudar a cada persona a mejorar a partir de lo que está haciendo bien, poniéndole de relieve sus posibilidades.

5/ Un optimismo práctico: es preciso desarrollar la capacidad de descubrir lo que es posible hacer, contando con las limitaciones personales y con las que impone el entorno. En ningún caso esto supone renunciar a metas altas, sanamente ambiciosas. Hay que tender hacia ellas, pero partiendo de la realidad, y disponiendo los medios de forma adecuada y razonable, en términos de esfuerzo requerido y asumible, para poder alcanzarlas.

6/ El fomento de la congruencia en la conducta, de la responsabilidad como corolario necesario de la libertad, de la integridad moral como valor. En este contexto, es importante inculcar el valor humano de la rectificación.

7/ El ejercicio de la autoridad como servicio en todo el proceso educativo, en el itinerario de la mejora personal. Hay que rechazar con firmeza los paradigmas alternativos del afán de dominio – la socialización como colectivismo puro y duro – y de la sustitución del sujeto de la educación en el proceso de aprendizaje.

Partiendo de estas premisas, educación y manipulación resultan ser conceptos excluyentes, opuestos, contradictorios. Quienes desempeñan cualquier tarea o función educativa deberían tenerlas muy en cuenta, pues nadie se encuentra a priori sustraído de la posibilidad de ser manipulado. En todo caso, un esfuerzo sostenido en estos puntos puede convertir a la educación en el mejor antídoto contra la manipulación, la masificación y el gregarismo.

JAVIER ALONSO DIÉGUEZ

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