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John Senior John Dewey |
En su ensayo La
restauración de la cultura cristiana (1983), el católico John Senior cita
extrañamente al influyente filósofo ateo John Dewey, quien dijo aquello de que
“las escuelas son instrumentos de cambio social más bien que de educación, y
esa es la razón por la cual Juanito o María no leen, ni escriben, ni sueñan, ni
piensan. Las verdaderas escuelas son, precisamente, lugares de no cambio, de
cosas permanentes”; curiosamente, o no tanto, la cita del mentado pedagogo
socialista/comunista contiene una gran verdad, y es que las verdaderas
escuelas ya no existen.
Hoy, en la postrimerías de la
catastrófica España del Régimen del 78, nuestras amordazadas instituciones de
enseñanza han devenido grandes cementerios del espíritu, centros de ingeniería
social púber donde, con mayor o menor eficiencia, la novísima generación está
siendo sometida a una inenarrable serie de “experimentos pedagógicos”
encaminados a consolidar la agenda global del Nuevo Orden Mundial (en España,
en Europa, en el Orbe todo); observamos estremecidos cómo las más tiernas
cabezas, tan maleables, han normalizado la deriva nihilista dentro de sí. Este
cambio de paradigma mental es un hecho innegable, aunque científicamente no
demostrado: negarlo será propio de cobardes o de hipócritas, pero no de gente
despierta y sensata atenta a los movimientos del espíritu; afirmarlo,
meramente, confirmará la maldad propia del sujeto que asiente ante esta quiebra
sin precedentes.
Vituperamos toda prolijidad
innecesaria en periodismo. Por ello, nos proponemos concretar dichas mutaciones
en base a una serie de diez escolios y reflexiones, puntales prototípicos de
este nuevo escenario de cambio social que amenaza destruir nuestra Patria para
hacer de ella el perfecto laboratorio NOM que ya casi es, modelo de sociedad
esclavizada a los intereses de la oligarquía iluminista que dirige desde la
sombra este entramado apenas cognoscible.
1.- Puesto que
todos son iguales…
Conviene partir de la premisa
fundamental/fundacional: el mito de la igualdad. Premisa tremendamente
injusta y desigual, por cuanto nivela siempre hacia abajo, malogrando de
inmediato cualquier conato diferenciador que posibilite la irrupción de una
personalidad o una inteligencia descollante. En el actual Sistema educativo
(léase en abstracto, es decir en conjunto), la virtud democrática de la
igualdad es simplemente la negación del ser por la vía de una mediocridad
normativizada, puesto que “el que se mueve no sale en la foto”.
2.- Un “nivel”
cada día… más bajo
Año tras año (sin necesidad de
informes PISA ni demás simulaciones preparadas) se confirma una marcada
tendencia a la baja, no sólo en la cartilla de conocimientos, sino también en
el CI (medio) del alumnado (medio): el “nivel” (sic) académico desciende, y lo
hace porque para que un sistema tan fallido como el presente se perpetúe, es
precisa su retroalimentación con tónicos degradantes que lo
vigoricen/desvigoricen en su caída libre ¿hacia el 0 absoluto? ¡Cuánto peor,
mejor!
3.- La democratización del talento… y la
pérdida del mismo
La vida, escuela de jerarquías, no
es demócrata. Sólo la muerte lo es. El sistema democratizador favorece la
multiplicidad de inteligencias para devaluar la inteligencia misma. El cultivo
del talento exige el ejercicio de la auto-exigencia y el esfuerzo sin
recompensas inmediatas. Amén del hábito del silencio, inaccesible en las
actuales instituciones donde el ruido, cual agresión perpetua, lo inunda todo.
Por eso siempre habrá algo espurio, indeseado, en recurrir a todo tipo de
“inteligencias” para justificar, por ejemplo, los altos ratios de suspensos en
matemáticas (cita: “no tiene inteligencia matemática, pero es muy buena en
inteligencia emocional”).
4.-
Profesionales de la enseñanza… sin motivación ni estilo
No es de nuestro interés hablar
sobre la desprestigiada figura del maestro o del profesor, devenidos en el
grueso de las ocasiones autómatas desmotivados o robots-funcionarios que
cumplen con sus obligaciones en aras a la percepción de la nómina de rigor.
¿Por qué las figuras del maestro y del profesor ya no inspiran ese respeto que
inspiraban antaño entre el pueblo llano? Sencillamente porque han renunciado en
gran parte a lo que el ejercicio de la profesión docente implica en su esencia:
la verdadera formación del espíritu a partir de la predicación con el ejemplo.
Y esto, en efecto, el Sistema no lo alienta: todo lo contrario. Sólo así se
entiende que el docente de nuestro tiempo, privado de la menor sombra de
autoridad, sólo inspire indiferencia o tedio risible al pupilo inoperante.
5.- El fracaso
de la educación mixta y la represión del principio masculino
Una de las pruebas más flagrantes de
este fracaso (alentado y programado por el Régimen del 78) es la educación
mixta. Los más avezados pedagogos advierten de la torpe, e ineficaz fijación,
por mezclar niños y niñas en un mismo espacio de cohesión social (el aula como
simulacro), máxime sabiendo que tanto los unos como las otras participan de
diferentes desarrollos cognitivos, intelectuales, emocionales e incluso
cronológicos en un contexto tan complejo, y tendente al caos (de no mediar una
rígida disciplina militar), como es el aula. Si a ello sumamos la marcada
tendencia hacia la seudo-feminización del medio, comprenderemos lo nocivo de la
imposición de unos estándares direccionales seudo-femeninos (del arco que va de
las lecturas a los juegos), que han usurpado por así decir el espacio de la
virilidad y las conductas masculinas, censurando progresivamente estas últimas
y recompensando las primeras, todo ello mediatizado además por la agenda LGTBI.
Un sistema educativo cuyo credo no es otro que el marxismo freudiano, con su
marcada tendencia a domeñar al sujeto sobre el denominado “principio de
castración”, necesita de estos procesos para imponer sus peculiares medidas
coercitivas.
6.- La trampa de
la diversidad
Edad de confusión por antonomasia,
la infancia (y, en menor grado, la adolescencia) acusa la plasticidad de las
personalidades en formación. Al anteponer el problema de la diversidad
(un término sin un sentido claro) se pretende desestabilizar los polos de
atracción que han garantizado la pervivencia de una concepción académica
duradera en el tiempo (“Quod natura non dat, Salmantica non praestat”),
generando una mixtura de velocidades en el aprendizaje contraproducentes. ¿Es
realmente satisfactorio mezclar en la misma aula alumnado PAI con alumnado TEA?
La diversidad en el aula perjudica además el rendimiento de los más dotados y/o
capacitados intelectualmente, teniendo que ir a remolque de los rezagados, los
desmotivados e incluso los absentistas. Claro que en no todos colegios e
institutos operan estas mixturas.
7.- Ética
laicista
El triunfo de la ética laicista
(masónica) sólo podía significar el advenimiento de la moral satánica. El
mandamiento único destinado a estas nuevas generaciones tan sólo es un nuevo
credo totalitario y desalmado que reitera con insistencia: “Todo es relativo”.
De forma soterrada y apenas visible, sus estragos han devastado en las últimas
décadas la dimensión cristiana del horizonte colectivo, que por así decir
apenas cuenta, desempeñando más bien un papel meramente ornamental (colmado por
las fachadas de las iglesias y los campanarios visibles de las urbes). Este
vaciado de contenidos se ha trasladado incluso a la asignatura de Religión
“Católica”, que apenas desempeña hoy un triste y crepuscular papel de aliada de
las asignaturas netamente masónicas, como Educación para la ciudadanía, Valores
éticos, Cultura científica, etc. Puesto que el hombre se adora a sí mismo, la
palabra tabú es “Dios”.
8.- Materialismo
El grueso de los jóvenes modernos
sólo creen en lo que pueden ver (y tocar), especialmente si es un teléfono
móvil celular de última generación. Sin embargo, aquello que frecuentan y que
por ende suelen ver (y tocar), es tan mezquino, y feo, que no les permitirá
salir de ese rudo estado de no-contemplación que domina el mundo moderno, todo
fealdad e instrumentalización (¿al servicio del mal?), en cuyos espacios son
inmolados sus espíritus ante la habitual indiferencia de sus compañeros, sus
padres y el mundo.
9.- Imposición
de los modelos de la cultura de la muerte
Muchos niños de once años se
declaran abiertamente abortistas, y aprueban la eutanasia para sus mayores sin
el menor rubor. El Sistema, incapaz de alumbrar genios y santos, puede darse
por contrapartida el gusto de producir/proyectar pequeños aspirantes a
psicópatas sin un átomo de empatía encima. La implantación de este tipo de
modelos, tóxicos y nocivos en adultos, resulta catastrófico de ser aplicado a
semejantes edades. Podemos afirmar que la generación adulta de mañana no tendrá
reparo, a tenor de estas urdimbres, de firmar con su pasividad de Eloi
los más horrendos crímenes sin inmutarse un ápice.
10.- Integrar
desintegrando
A falta de una personalidad
potencial que dignifique ese sujeto en ciernes, la pedagogía del Sistema
practica una suerte de desintegración gradual del sujeto, de modo que cuando
éste abandone el centro educativo aparezca a los ojos del mundo como un
perfecto número intercambiable, sin nada que lo diferencie del resto de la masa
amorfa. Se han visto programas para niños de cinco años de edad (sin todavía
saber leer) en torno a la aplicación de monográficos trimestrales tan
maliciosos como “Kandinsky” (arte abstracto a-significativo) o “El cuerpo
humano” (antesala precoz al libertinaje pornográfico).
Juzguen ustedes y alcen la voz
insatisfecha de las buenas gentes amordazadas que, antes de transigir bobamente
con las imposiciones de su verdugo, prefirieron plantar cara a éste
retorciéndose como poseídos antes de poner el cuello en la piedra sacrificial.
José Antonio Bielsa Arbiol
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