BARRIO DE DELICIAS: ¿BRONX, HARLEM ... EL ABISMO DE HELM, ISENGARD,…?


Periódicamente – nunca mejor dicho -, al menos una vez al año, en torno al verano, se publican en el diario Heraldo de Aragón noticias sobre el deterioro patente de la convivencia en el barrio de Delicias. En la edición del pasado 4 de octubre, se llamaba la atención sobre las quejas de los vecinos en relación con el jaleo nocturno, las agresiones y peleas, y las pésimas condiciones de salubridad en las aceras. Todo ello parece ampararse en lo que eufemísticamente se designa por “ocio nocturno”.

Como vecino del barrio, no voy a desgañitarme tratando de enumerar todos los lances y sucesos a que nos estamos viendo expuestos quienes llevamos toda una vida viviendo aquí, algunos incluso por más de una generación, lo que, sin duda, nos da cierta perspectiva al contemplar el panorama presente. Simplemente diré que de forma patente sobre todo en la última década, el barrio se está convirtiendo en una auténtica sentina. Y esa constatación física no hace sino poner de manifiesto la realidad profunda del guetto, con todo lo que este concepto conlleva, en un sentido lato.

No voy a echarle toda la culpa al gobierno, ni siquiera al Ayuntamiento. Pero es evidente que mucho no ayudan, cuando el comercio tradicional tiene cada vez más problemas para salir adelante, mientras que los tugurios que ellos llaman “locales de ocio nocturno” proliferan sin descanso. Es una canallada impresentable que quienes quieren o tienen, por cualquier motivo, que vivir en este barrio no puedan descansar porque buena parte de sus vecinos llevan vida de murciélagos, teniendo que enganchar al trabajo sin haber pegado ojo en toda la noche. Luego se critica a las llamadas ciudades-dormitorio y se constata por las instituciones sanitarias que cada vez existen una franja más amplia de población sufre serios problemas para conciliar el sueño.

Quienes se lucran con este tipo de situaciones, tienen la consideración social de luchadores por la libertad. En el barrio, doy fe de ello, con la transición a la democracia llamaba la atención cómo se entendía la llegada de la libertad: lo que empezó a surgir por doquier fueron los famosos “pubs”, la tabernas de aspecto siniestro, las casas de mala nota y, no faltaba más, los bingos. Por cierto, también hay varios locales de AZAJER en el barrio, de lo que no dejamos de alegrarnos por toda la ayuda que prestan a las personas afectadas, pero que al mismo tiempo ponen de manifiesto la tremenda realidad de quienes se lucran a partir de las miserias de los demás.

Mientras persisten las dificultades para el acceso a la vivienda para las familias, hay edificaciones recientes dedicadas, alguna casi en su mayor parte si no en su práctica totalidad, al negocio del lenocinio. Otras viviendas sirven directamente al negocio del tráfico de personas y resulta irónico que luego las autoridades, en plan “Alicia”- quiero pensar que no es cinismo, o simple táctica electoral -, se prodiguen en brindis a la buena convivencia vecinal.

De los últimos altercados en el local de calle Celanova/Rioja que no me hablen. Los sábados por la mañana si a usted se le ocurre bajar por la calle Julián Sanz Ibáñez podrá ver grupos de personas prácticamente a cuatro patas, les verá vomitar y orinar, y también podrá verles pelear, e incluso a alguno le verá y oirá pedir auxilio, porque al parecer le han agredido o robado.

En la calle Rioja y adyacentes ha habido ya “n” registros por parte de la policía de pisos y  “locales de ocio nocturno”. Desde la calle se puede oír el jaleo que montan en algunos pisos de alturas superiores, y también a los ancianos que viven debajo o al lado y que no tienen más remedio que soportar lo que les viene encima y no tiene visos de mejorar. En algunas ocasiones, también en otros barrios de Zaragoza, si se denuncia alguno de estos hechos a la policía, la denuncia no prosperará… porque no se puede identificar a los inquilinos u ocupantes del local o la vivienda (¡). Y créanme, lo peor de todo, es que ya hemos visto demasiada – siempre es demasiada – sangre.

¿Es esto lo que nuestra Constitución llama “una sociedad democrática avanzada”? ¿Por qué la gente del resto del mundo viene a nuestro país lo que de ningún modo le permiten hacer en el suyo? ¿No podemos hacer algo para que esto no siga empeorando día tras día?

JAVIER ALONSO DIÉGUEZ

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