El real decreto 126/2014 (la LOE) propone un currículo educativo para la enseñanza básica y obligatoria en España en el que se priorizan muy claramente las áreas de lengua, matemáticas, ciencias y tecnología, en detrimento de otras áreas, como plástica, música, deporte o religión. El decreto considera la educación artística como una asignatura específica opcional (no troncal), sujeta a regulación complementaria por parte de cada comunidad autónoma o región, así como de cada propio centro escolar, pudiendo llegar a desaparecer y no impartirse. En general, se fusionan la plástica y la música con dos horas por semana y curso (una por cada área) y se condiciona el estilo educativo con un sistema de evaluación estandarizada más o menos detallado en cada comunidad, sin abordar, por otro lado, una concreción de objetivos y competencias ni secuenciar gradualmente los contenidos. La regulación en materia educativa, pues, tiende a menospreciar y ningunear la educación artística. En todo caso, determina su evaluación, pero desatiende y desentiende de la calidad, el contexto educativo y el proceso mismo de enseñanza-aprendizaje.
En
cuanto al margen de autonomía de los centros escolares, de igual manera en muy
pocos casos se apuesta por un proyecto educativo artístico, el cual suele
recaer en la vocación y el trabajo "extra" del profesorado artístico, condicionado a su mejor o peor
disposición.
Por
lo que respecta a las editoriales, aún alguna considera la educación artística
con presencia suficiente en el mercado. Sus propuestas didácticas suelen
presentar un diseño modular en función de distintas dedicaciones lectivas
posibles, generalmente de bajo perfil, con contenidos de mínimos, aunque sí con
un fuerte carácter competencial.
Por
otro lado, existen algunas asociaciones de agentes implicados en la educación
artística en las que se ofrecen ciertos recursos de soporte para la educación
artística, orientados, más bien, hacia docentes o adultos, y no tanto hacia
niños y jóvenes.
Existen,
también, algunas escuelas especializadas cuyo currículo se orienta, por lo
general, hacia la formación de futuros músicos profesionales, en las cuales se
termina filtrando una especie de "élite cultural".
Nuestro
diagnóstico, pues, es que en el terreno formal de nuestra sociedad no se ofrece
(ni existe la preocupación de ofrecer) una educación artística que preserve y
transmita una "culturilla general". Esta "culturilla
general" sería el principal antídoto de defensa contra el virus que está
provocando nuestra degradación social. A esta grave carestía, se le añade otro
grave inconveniente en consecuencia (porque la tendencia del ser humano hacia
lo artístico y espiritual es muy fuerte, casi inevitable): el de la
aproximación anárquica de nuestra sociedad hacia el arte, o más bien anti-arte,
siendo el principal factor acelerador de nuestra degradación social…sólo hace
falta observar qué y cómo se "consume" en los principales medios y
redes sociales por parte de nuestros niños, jóvenes y hasta adultos y ancianos.
Y
es que ya lo decían los clásicos, que la falta de un orden y de una ley habrían
de conducir hacia el caos y la anarquía y, finalmente, hacia la degradación y
extinción. Hace ya un tiempo que nuestro arte perdió el norte, se desvinculó de
su razón de ser y enloqueció por traición. El arte tiene la función y la
vocación de contribuir a la compleción de la creación y al perfeccionamiento
del ser humano y sus sociedades, de propiciar una experiencia estética y
trascendente y llevar a la contemplación del mismísimo Misterio Divino. Hace ya
un tiempo que, con la revolución de las "luces de la razón y del
corazón", la humanidad se "ensombreció" con el espejismo de las
intrascendencias superfluas i nihilistas de su egocentrismo. Una sociedad con
arte degradado es una sociedad degradada, una sociedad fantasma que se esfuma y
desaparece, una sociedad "zombi", tóxica e inorgánica. Si por los
frutos se conoce, la identidad de una sociedad se reconoce por su legado
artístico…sólo nos queda ver nuestro "arte" para actualizar nuestra
identidad.
Como
no sólo de pan vive el hombre y hay que alimentarse bien, más allá de la
evidencia existente en cuanto que la educación artística puede contribuir de
una manera muy significativa al desarrollo del resto de los ámbitos académicos
y neuropsicológicos, por su extenso y profundo potencial integrador y
estimulador, cabrá (y más nos valdrá) empezar a reivindicar la propiciación de
una buena educación artística de manera generalizada y extendida para sanar del
virus que padece nuestra degradada sociedad "zombi".
Jaume Vives Gil
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