El nuevo malthusianismo


Aunque las próximas fechas invitan a la paz, las tensiones no cesan.

15 estados de los Estados Unidos de América del Norte han modificado su legislación para que no prescriban los delitos de abusos sexuales y eso ha hecho que haya cinco mil denuncias contra la Iglesia, lo cual podría suponer pagar indemnizaciones de hasta 4.000 millones de dólares. La bancarrota total. Mientras, en Italia se ha hecho público un informe que eleva hasta un millón el número de víctimas de abusos por sacerdotes; aunque la cifra es inverosímil, pues no se habrían podido ocultar tantos escándalos, la sola publicación de la misma hace crecer el desconcierto entre los fieles y aumentar el número de los que dejan la Iglesia.

En esta situación, debemos preguntarnos si no estaremos siendo víctimas en lugar de ser culpables. 

Por desgracia es verdad que ha habido sacerdotes abusadores y que no han sido pocos. Un solo caso ya sería trágico, pero han sido muchos más que uno. En Italia, por ejemplo, han sido acusados 298 y han sido condenados 144. Pero de ahí hasta los cuatro mil de que habla una organización de víctimas hay un abismo, sobre todo si se tiene en cuenta que el número de los supuestamente afectados se eleva a un millón.

La pregunta imperativa, por lo tanto, no es qué pasa, sino por qué pasa lo que pasa. Por qué existieron esos abusos y por qué se están agigantando las cifras para presentar a la Iglesia como la gran corruptora mundial. A la primera cuestión respondió magistralmente el Papa emérito, en la carta que intentó enviar, sin éxito, a los presidentes de las Conferencias Episcopales reunidos en Roma para analizar precisamente la crisis provocada por los abusos. La clave principal, no la única, está en el caos doctrinal y moral que precedió y siguió al Concilio Vaticano II. Pero si eso es pasado, la otra pregunta afecta al presente.

Ha sido muy interesante y lúcida la intervención del secretario de la Conferencia Episcopal española, monseñor Argüello, en una conferencia pronunciada en el marco de la Cumbre del Clima que se celebra en Madrid. El prelado ha afirmado que para algunos ecologistas el problema es la especie humana y que como no se pueden cambiar los hábitos de consumo, lo mejor es reducir el número de seres humanos. Es un nuevo malthusianismo que, disfrazado de ecologismo y en nombre de la salvación de la tierra, propone atacar al hombre, al que ya ha condenado como verdadero culpable de todo. Eso sí, buena parte de esos ecologistas son los primeros en vivir como capitalistas, cobrando sobresueldos que no declaran a Hacienda y comprándose carísimas casas en lugares privilegiados. 

Otros, que no llegan a eso, aunque quizá sueñen con ello, no parecen dispuestos a practicar en su vida personal una reducción de los gastos a base de vivir con menos consumismo y más austeridad. La solución que ofrecen es la de aplicar medidas malthusianas como el aborto y la eutanasia, las cuales, junto a la ideología de género, constituyen el nuevo credo verde de muchos de esos ecologistas, tan parecidos a aquella “gauche divine” (izquierda divina) de los años sesenta, que entre nosotros fue denominada con acierto la “izquierda caviar”. Que un súper multimillonario como Bloomberg aspire a la Presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata lo explica y aclara todo. Aborto, eutanasia, ideología de género para salvar el planeta, mientras se es un consumista que, entre otras cosas, vive en casas de lujo o aspira a vivir en ellas.

¿Y quién se opone a esto? ¿Quién es casi la única institución que dice “no” a estos planes tan inútiles como masivamente aceptados? La respuesta es: La Iglesia católica. Y ahí precisamente está la clave de todo. Hay que acabar con la Iglesia y con su prestigio y ascendencia moral. Para lo primero, se fomentan desde dentro los cismas, porque al dividirla será más débil. Para lo segundo, se airean los escándalos que por desgracia existen y se agigantan o inventan los que no existen. Que haya habido en Italia un millón de niños abusados por clérigos no se lo cree nadie. Pero eso no importa. Lo que importa es que la Iglesia quede avergonzada y sin capacidad para levantar su voz ante los dictados malthusianos del Nuevo Orden Mundial. O aceptas el aborto, la eutanasia y la ideología de género o vas a desaparecer, porque te vamos a desprestigiar de tal manera que ya nadie creerá en ti y tu rechazo a lo que proponemos no servirá para nada. Esa es la alternativa que nos ofrecen.

Ellos se olvidan de que hay una tercera vía: la del martirio y nosotros corremos el riesgo de olvidarlo. Elevemos nuestra mirada a la Reina de los Mártires, a la Inmaculada, para que nos dé la fuerza de resistir en esta lucha y haga de nosotros testigos de su divino Hijo, aunque seamos pecadores.

P J

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